Capítulo 10

148 14 1
                                    

CAPÍTULO 10

El área de vacunas para niños de diez a veinte meses de la clínica está llena de mamás junto a niños llorones. Serena y yo nos encontramos sentados en unas incómodas sillas de plástico esperando a que llegue nuestro turno de ser atendidos junto con otras personas más, De vez en cuando, la enfermera sale para llamar a los pacientes y luego se encierra en una oficina que hasta el momento no he podido ver. El bebé está en silencio y ríe a carcajadas de vez en cuando por las muecas que le hace Serena. Yo también reiría, pero me duele la cabeza y estoy jodidamente aburrido.

—¿Es que tú nunca te cansas? — le pregunto mirándola por el rabillo del ojo. Serena me mira confundida —Tu exceso de energía me sobrepasa. En serio, de solo mirarte me da jaqueca.

Ella aprieta sus labios y deja escapar un suspiro por la nariz.

–Tengo diecinueve años, Bucky. No me voy a comportar como viejo amargado de cuarenta.

—¿Me estás diciendo que soy un viejo amargado?

—No— ella me mira —. Lo que quiero decir es que deberías relajarte cuando estás conmigo, así como lo haces con tus amigos. Yo sé que soy un poco loca y que a veces soy un poco hiperquinética {1} también, pero no hay necesidad de fingir que no te agrado.

—Nadie ha dicho que lo haces.

—Si no lo hiciera, yo no estaría aquí en este momento, ¿no? — su ceja castaña se alza —Yo no tengo ningún problema en admitir que tú me caes bien.

Me quedo en silencio y aparto la mirada. Muy en el fondo, Serena me agrada, pero no lo voy a decir. ¿Para qué hacerlo de todos modos? Ella se volvería mucho más molesta si lo escucha de mis labios. Es una chica genial y hace reír al bebé. Es muy inteligente y siempre tiene una respuesta para todo y eso me gusta. Pero no voy a reconocerlo y menos frente a ella.

—Mira nada más que pareja de jóvenes tan linda...

Miro hacia el lado, encontrándome con una mujer que está sentada al lado de Serena. Ella me mira con una sonrisa en el rostro.

—Ay, gracias. — la chica a mi lado sonríe.

—¿Este es su primer hijo?

Serena ríe —Claro que no. Tenemos cinco.

La quijada de la mujer cae impresionada. Serena vuelve la mirada al frente para seguir jugando con el bebé y yo cuando estoy dispuesto a desmentir todo lo que ha dicho, escucho como nos llaman y sé que es nuestro turno.

—Muy bien, amor, ve con papá. — dice Serena, entregándome al bebé.

Lo tomo en brazos y camino en dirección a la puerta donde una enfermera me sonríe y me invita a pasar. Le hago caso encontrándome con una habitación que está siendo ocupada por una camilla, un estante con medicamentos, supongo y una pesa para bebés.

Le entrego al niño y la enfermera toma su temperatura, lo pesa y luego descubre su brazo derecho.

—Necesito que lo sostenga por unos instantes, señor Barnes.

—Claro.

Me acerco y me encuentro con los ojos bien abiertos del pequeño. Él no entiende qué está pasando y creo que es mejor así o sino ya estaría llorando. La enfermera prepara la vacuna y en menos de lo que puedo darme cuenta, ella golpea la jeringa para quitar las burbujas que hay en el interior. Con su mano enguantada, toma el brazo del niño y presiona la aguja contra su piel haciéndolo chillar.

Los nervios no tardan es aparecer en mi interior y por primera vez me preocupo por alguien que no soy yo mismo.

Cuando la enfermera acaba, pega una pequeña bolsa del algodón en su brazo y cubre su brazo. Le coloco el chupón al bebé dentro de la boca y él lo chupa, sus mejillas se humedecen por las lágrimas.

—Dentro de las veinticuatro horas siguientes, el bebé presentará fiebre, pero no debe preocuparse— informa la enfermera, rellenando una hoja —, es normal. Su siguiente control médico es el próximo mes, señor Barnes. Que pase buena tarde.

Tomo la hoja que ella me tiende y le agradezco con una pequeña sonrisa. Tomo al bebé en brazos y salgo de la habitación escuchando los sollozos que chocan contra mi oído. Al verme, Serena se coloca de un salto de pie y corre hasta nosotros.

—¿Qué pasó? ¿Cómo les fue? ¿Lloró?

—Vamos, regresemos a casa. — le digo simplemente, entregándole al bebé para ir a pagar la atención.

°°°

Después de que Serena se ha ido y el bebé está durmiendo en mi habitación, intento colocarme al tanto con todas las tareas que me he saltado en la universidad. He faltado unos días, pero me parece como si fuera una eternidad. Tengo un montón de exposiciones y ensayos y estoy más perdido que nunca.

Cuando cierro el cuaderno, agotado de escribir los apuntes de Zemo, miro a mí alrededor soltando un suspiro. La casa está en completo silencio y el retrato de mis padres que está frente a mí me parece desconocido. ¿Cómo es posible que ellos no me llamen por teléfono? ¿No les preocupa que alguien pudiera haberme asaltado y matado? ¿Dónde está el amor que decían tenerme? Me siento solo y estar criando a un bebé por mí mismo es una tarea difícil.

Supongo que así se sienten las madres solteras cuando son abandonadas por el padre del niño. Criar a un bebé no es cosa de inmaduros y ese es mi problema: no me siento capacitado para hacerlo porque aún estoy pensando en fiestas y chicas. Diablos, sólo tengo diecinueve años y tengo una carrera universitaria que terminar.

Claro, ahora es cuando me arrepiento de haberme acostado con chicas, pero en ese momento cuando la calentura me cegaba no me importaba nada. Pero ¿Cuándo me iba a imaginar que una de ellas no se estaba cuidando? Mientras tenía sexo nunca pensé en la posibilidad de embarazar a alguna de ellas y convertirme en padre.

Suelto un gruñido y tiro de mi cabello hacia arriba con frustración. Diablos, diablos, diablos. Sólo quiero mi vida de regreso, sólo quiero que ese niño desaparezca y quiero que mis padres regresen. Quiero mi vida de vuelta, donde solo me dedicaba a ligar chicas y beber alcohol hasta perder la consciencia.

Tomo el teléfono que está a un lado de mis manos y le marco a Sam. Sé que si le cuento a Zemo sobre lo que me está pasando él comenzará a reclamarme. Sam siempre sabe qué decir, Sam me apoyaría en todo lo que yo propusiera.

—Bucky, ¿qué pasa?

Suelto un suspiro y restriego mis ojos con mis dedos de la mano libre.

—¿Estás solo en casa? Necesito hablar contigo.

—Claro amigo, ven. Aquí te espero.

Corto la llamada y me coloco de pie, guardando el teléfono en el bolsillo de mi pantalón. Voy hasta mi habitación para tomar una manta y con cuidado, levanto al bebé de su cuna para envolverlo y sostenerlo en mis brazos. Vuelvo a la sala y tomando las llaves tanto de la casa y del coche, me coloco los zapatos y salgo a la intemperie, estremeciéndome por el cambio de temperatura.

Desbloqueo el coche y acomodo al bebé en su silla especial, rodeando su pequeño cuerpo con la correa. Cierro la puerta con cuidado intentando no despertarlo y me subo en el lado del piloto. Cuando enciendo el motor, suelto un gruñido; había olvidado que la música estaba a todo volumen y tenía la mala manía de dejar la radio programada para que se encendiera de inmediato. Enciendo la calefacción y comienzo a conducir el corto trayecto que me separa de la casa de Sam, pensando en la decisión que acabo de tomar.

Él me ayudará. Lo mejor que podía hacer, era deshacerme del bebé de una vez por todas para tener mi vida de vuelta.

° ° °

{1} Hiperquinética: Desarrollo de falta de atención, inquietud e impulsividad.

¿Este bebé es tuyo? | Bucky Barnes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora