Capítulo 11

129 14 0
                                    

CAPÍTULO 11

Para Sam no es sorpresa que haya llegado a su casa con el bebé. Él lo toma en brazos mientras me quito los zapatos y la chaqueta que tenía guardada en el coche. Nos dirigimos a la sala y ambos tómanos asiento, Sam de inmediato me tiende una cerveza y cuando estoy a punto de replicar, dice:

—2% de alcohol. No te hará nada si bebes solo una.

Asiento y doy un largo trago, siento como el líquido refresca mi garganta. Se siente bien beber después de tantos días sin probar una mínima gota de alcohol.

Sam me mira en silencio en todo momento mientras que yo me desordeno el cabello. De pronto, él se coloca de pie y me dice que irá a dejar al bebé a la habitación para que podamos fumar tranquilamente. Asiento, sacando la cajetilla del bolsillo de mi pantalón de inmediato. Estoy estresado y lo único que quiero es tomar un descanso lejos de ese niño.

Cuando mi mejor amigo aparece, yo no puedo detener las palabras y toda brota por mis labios como un vómito verbal.

—Ya no puedo seguir más con esto— comienzo a decir, desesperado —, ya no puedo fingir que no me importa. Demonios, lo único que quiero es mi vida de vuelta, sin ese niño. Estoy agotado de jugar al padre soltero porque mierda, no lo soy. Quiero seguir siendo un chiquillo irresponsable al que le gusta beber y fumar con sus amigos porque no me siento preparado para criar a un niño.

—Bucky...

—Bucky nada— le interrumpo —. No voy a cambiar de opinión. Y, ¿sabes qué es lo peor? ¡Que Serena me quiere llevar a un estúpido grupo de apoyo para papás solteros! Mierda, yo tendría que estar estudiando en este momento o de fiesta con ustedes, no cuidando a un niño que ni siquiera sé si es mi hijo o no.

—Oh, dios. ¿Serena quiere que hagas eso?

—Pensé lo mismo— le doy una calada larga al cigarro intentando buscar un poco de tranquilidad —. Ella está muy emocionada con el bebé y sinceramente no sé por qué aún no se lo ha llevado.

—Y... ¿qué piensas hacer con, ya sabes, el bebé?

—No lo sé, devolverlo, dárselo a alguien que realmente lo quiera, dejarlo en una estación de policía para que ellos se encarguen de él, ¡no tengo idea!

Sam me mira, sus ojos se amplían un poco. Él no dice nada, pero no tengo cabeza para pensar qué podría estar pensando en este momento. Los pensamientos de qué hacer con el bebé no me dejan preocuparme en algo más.

—Pero, Bucky...

—¿Qué? — le pregunto a Sam de manera brusca, mirándolo con el ceño fruncido —Pero Bucky qué.

Él se queda en silencio y lentamente suelta el aire que había estado conteniendo. Luce complicado y cuando pienso que me dirá qué es lo que realmente le está atormentando, sacude la cabeza como queriendo espantar sus pensamientos y sentimientos. Toma un sorbo de su cerveza y relame los labios.

—¿Quieres que yo te acompañe a deshacerte del niño?

—¿Harías eso? — le pregunto y él niega despacio —Pues, entonces necesito que me guardes el secreto. Zemo no se tiene que enterar de esto porque tú y yo sabemos cómo es.

—Pero, es solo un niño, Bucky...— el jadea —. Tú mismo nos lo dijiste el otro día: él no tiene la culpa de tus actos.

—Sí, es un niño. Un niño que me está causando muchos problemas. ¡He gastado casi todos mis ahorros comprándole cosas!

—Pero él no tiene la culpa y...

—Oh, vamos— lo interrumpo —, ¿por qué no te haces cargo tú de él?

Yo conozco a los padres de Sam y sé que son malditamente exigentes con él. Si mi mamá era un demonio, sus padres eran los reyes del infierno. Su padre es militar desde que tengo memoria y Sam siempre ha vivido bajo sus reglas, claro, hasta que cumplió la mayoría de edad y se rebeló contra él. Su madre no es la excepción y siempre lo han amenazado con dejarlo sin herencia si mete las patas como la he metido yo. Seguramente, si algún día Sam tuviera un hijo, no viviría para contarlo.

—Sabes que mi padre sería el primero en cortarme las pelotas si llego con un bebé aquí— dice, con una mueca de dolor en el rostro —. El punto es que, si quieres deshacerte del bebé, ¿dónde lo dejarás? Estamos hablando de un ser humano, Bucky, no es cualquier cosa. Tienes que procurar dejarlo en algún lugar donde no pase frío porque puede morir de hipotermia.

Aprieto mi labio inferior con mis dedos, pensando en lo que él ha dicho. Un lugar donde no pase frío...

—¿Qué hay de la estación de tren?

—¿La estación de tren? — él repite.

—¡Sí! En las estaciones de trenes siempre hay personas y es un lugar con calefacción. Podemos llevarlo ahí junto a su biberón y lo demás esencial para que la persona que lo encuentre pueda cuidarlo. Así, llamarán a la policía y ellos mismos serán los que busquen a su madre.

De pronto, él sonríe como si no hubiera oído nada de lo que le dije.

—¿De qué te ríes, idiota? — espeto, enojado porque no me esté tomando enserio.

—¿Te das cuentas que, aunque no quieras a ese niño igual te preocupas por él?

Abrí la boca y luego la cerré sin saber qué responder a eso. ¿Yo quería al bebé? Posiblemente me haya encariñado con él estos días, pero no es como si eso sirviera para que yo me quedara con él.

—No quieras utilizar la psicología inversa conmigo, Sam— lo acuso haciéndolo reír. Él alza las manos en derrota —. Eso no va a funcionar conmigo.

Él se coloca serio y suspira —¿Estás seguro de esto?

—Sí. — le digo sin dudar porque si yo dudo, Sam también lo hará —Zemo no debe enterarse de esto, ¿bien?

—Vale.

°°°

Justo a las diez treinta, Sam detiene su coche fuera de la estación Berri-Uqam. El bebé duerme entre mis brazos y agradezco el hecho de haberle colocado las inyecciones el día de hoy, ha estado muy tranquilo. Pocas personas ingresan y salen de la estación así que eso será más fácil para mí.

Estiro mi brazo hacía atrás para tomar el bolso del bebé que he cargado con algunas cosas básicas. Le lanzo una mirada a Sam que mira al niño con melancolía, casi de una forma paternal. Decido ignorarlo, sin que su expresión lastimosa me convenza de lo contrario.

—Bien, lo haré— le digo, respirando profundamente —. Mientras más rápido lo haga, mejor.

—Sí, tienes razón. Adiós, pequeño...

Sam acaricia la cabeza del niño con cariño y yo me bajo del coche antes de que mi corazón de abuelito termine ganando la batalla interna que estoy teniendo en estos momentos. El frío en la ciudad de Montreal me golpea el rostro, pero procuro que el cuerpo del bebé esté bien cubierto.

Ingreso mirando todo a mí alrededor y trato de cubrir mi rostro de las cámaras de vigilancia. Marco con la tarjeta para que las puertas automáticas se abran e ingreso en total silencio. Cuando localizo una banqueta en la estación de trenes, veo aquella como mi oportunidad.

Dejo al bebé sobre la banqueta y luego su bolso. Algo se remueve en mi interior, pero no lo tomo en cuenta. Yo nunca quise ser padre porque no estoy preparado para serlo. 

¿Este bebé es tuyo? | Bucky Barnes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora