Capítulo 13

142 16 0
                                    

CAPÍTULO 13

Los días siguientes pasaron si mayor inconveniente. Claro, ignorando el hecho de que James Jr. lloraba por las noches y después dormía todo el día.

Pude asistir a clases las primeras semanas junto al bebé, pero un día el rector me llamó a su oficina para decirme que iba a asistir a clases con el bebé mejor no lo hiciera. Según él, los alumnos habían estado quejándose por los llantos y los maestros decían que mis compañeras ponían más atención al niño que a la clase. Intenté excusarme diciendo que aquello no era verdad, pero no funcionó. El hombre quiso hablar con mi padre e intentó llamarlo por teléfono, pero Rick (mi padre) no le atendió las llamadas. ¿Cuán penoso es eso?

Salgo de la habitación en puntillas para que James no despierte. He tardado cerca de una hora en hacerlo dormir y afortunadamente lo he conseguido. Voy hasta la cocina y me preparo lo que últimamente me he hecho para comer: arroz.

Me siento patético, miserable, un completo idiota porque si siquiera sé cocinar otra cosa que no sea arroz. ¡Y ni siquiera me resulta bien! La mayor parte del tiempo debo botar la mitad porque la estúpida comida se ha quemado y estoy tan enojado que no como nada. Estoy tan sumido en la mierda, me siento jodidamente sólo y estos últimos días donde han sido una miseria lo único que me ha dado alegría es ver la sonrisa de mi hijo.

Zemo me ha dicho que lo mejor es hacer una prueba de ADN sin embargo yo no quise hacerla. Nuestro parecido con el bebé es mucho y estaría mintiendo si dijera que ya no lo quiero como a un hijo. No estoy preparado y creo que nunca lo estaré, pero debo hacerme la idea.

Cuando el timbre suena, corro hasta la puerta para que la persona no vuelva a hacerlo sonar y despierte al bebé. Abro y me encuentro con Zemo y Sam sosteniendo bolsas de Taco Bell en sus manos. Al verme, sonríen como los estúpidos modelos de pasta dental.

—¿Cómo está el papá del año? — Zemo me pregunta, ingresando a la casa. Él y Sam se quitan los zapatos y yo cierro la puerta con cuidado —¿James Jr.?

—Durmiendo. Duerme en el día para después joderme toda la noche.

Sam ríe —Tranquilo, viejo. Es sólo un bebé. Mejor cuéntanos, ¿cómo te trata la vida de vago?

Rodé los ojos. Había olvidado lo idiota que ellos son cuando están juntos. Por separado, Zemo y Sam eran bastantes compresivos. Zemo era el que me hacía entrar en razón y Sam el que me apoya en todas mis decisiones (buenas o malas), pero si los juntaba, eran unos completos cretinos, como yo.

—Me aburro como la mierda— admito —. Nunca pensé decir esto... extraño las clases, chicos.

Sam ríe y saca de no sé dónde una lata de cerveza. Lo miro ceñudo. Él sabe que dentro de esta casa no se puede beber ni fumar. Antes podían hacerlo libremente, pero no ahora cuando hay un niño aquí.

—¿Qué? — él me pregunta, alzando las cejas.

—Sabes perfectamente que aquí no se puede beber ni fumar.

—Sí, pero yo no veo por ninguna parte al niño.

Zemo suspira —Vale chicos, James, no hemos venido a discutir. Y Sam, no hemos venido a beber, ¿recuerdas?

El castaño sólo rueda los ojos y sigue bebiendo. Zemo y yo nos sentamos en los demás sofás y el de ojos marrones me tiende una hamburguesa.

—Me han salvado la vida, chicos— les digo, desenvolviendo la hamburguesa —. Estaba hasta el cuello del almidón.

—¿Para qué están los amigos? — Zemo me sonríe y yo de doy gustoso una mascada a mi hamburguesa.

La grasa se extiende por mi paladar y gimo del gusto al sentir un nuevo sabor en mi boca. El crujido de la croqueta de pollo llega hasta mis oídos y se siente casi como cántico celestial. Suelto un suspiro cuando tengo y vuelvo a comer.

¿Este bebé es tuyo? | Bucky Barnes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora