La oscuridad caía en las calles censurada por las farolas. El leve brillo de éstas entraba de refilón por la rendija de la ventana entrecerrada del 221B de Baker Street.
John y Sherlock se dejaron caer de sopetón en el sofá. Todo el asunto de Moriarty les agotaba soberanamemte, tantos nervios no eran sanos para el cuerpo. Menos aún para Sherlock, que ya tenía suficientes parches de nicotina en los brazos.
-Me quedaría aquí el resto de mi vida- dijo John apoyando la cabeza sobre el hombro de Sherlock.-Estoy agotado.
El detective inclinó la cabeza hacia adelante para quitarse la bufanda y la tiró sobre la mesa para volver a su posición. John agradeció que no se levantara, pero no tardó en hacerlo. Sherlock le hizo un gesto para que se apartara y se puso en pie rápidamente para quitarse también el pesado abrigo.
Watson admiró la camisa púrpura ajustada que marcaba cada rincón del torso de Sherlock y que tan bien le sentaba. Sherlock se percató de la atención de éste y sonrió, travieso.
-Disimula un poco, hombre. Tú también estás muy guapo con ese polo- dijo.
John se sonrojó y rió nervioso, levantándose también para quitarse la cazadora.
-Qué pelota eres- contestó.
-No pretendas fingir que no te halaga.
Ambos sonrieron y Sherlock le plantó un beso rápido en la mejilla. John sonrió más ampliamente, feliz de poder mostrarse tal y como era nada más y nada menos que con Sherlock.
-¿Recuerdas cuando llegué?- dijo Watson.
Sherlock soltó una risita y rodeó el cuello de su compañero con las pálidas manos.
-Cómo olvidar tu cojera psicosomática, John. He de decir que siempre supe que eras g..
-Ni se te ocurra decir que habías deducido que era gay desde el principio. ¡Ni yo me di cuenta, por dios! Es más, no soy gay, no me atraen los hombres, sólo tú. ¿Eres un hombre, Sherlock?
Ambos rieron y Sherlock se acercó más a él.
-¿Qué quieres decir con eso?- arrugó la nariz.- Qué tonto eres, John. Sólo bromeo, no me importan ni tu orientación ni tus pensamientos. Sólo sé que somos felices juntos, y con eso me basta. Es un sentimiento nuevo para mi, y me gusta.
-Sí, supongo que tienes razón. De todas formas, tengo miedo que esto nos traiga problemas en el trabajo.
-Por dios, ¿eso es lo que te preocupa? El mundo necesita a Sherlock Holmes, y Sherlock Holmes necesita a John Watson.
No hizo falta decir nada más. Sherlock se inclinó y besó a John como si no hubiese besado nunca. El médico agarró el cuello de su camisa púrpura, sonrojado. Ni uno ni otro tenían ganas de hablar demasiado, de hecho Sherlock parecía ocioso, sin la atención puesta en el discurso de su compañero de piso.
John bajó las manos por los botones hasta desabrocharle la ropa por completo, dejando a la vista el cuerpo marcado y pálido de Sherlock. Su piel era preciosa, todo él era perfecto.
El de pecho descubierto avanzó sin romper el beso hasta hacer caer a John en el sofá de nuevo. Sus manos pequeñas recorrieron el vientre del detective, avanzando hasta la uve levemente marcada sobre su cinturón.
-No pensaba que fueses tan lanzado. No te apellidarás Adler, ¿verdad?- susurró Sherlock con una sonrisa.
-Cállate.
Sherlock obedeció, sorprendido y satisfecho al mismo tiempo, y se posó sobre John, dejando las piernas de este entre las suyas, de rodillas sobre el asiento del sofá.
Entonces introdujo las manos dentro del polo de John, subiendo lentamente hasta sacárselo por la cabeza. Pudo así admirar su cuerpo, cosa que no había podido hacer nunca, pues John nunca llevaba ropa ajustada y, por supuesto, nunca se había desnudado delante de él.Watson se puso nervioso, le recorría la mente el temor de no causar buena impresión. Sherlock estaba muy bien físicamente, cosa inexplicable, y tenía miedo de decepcionarle. Pero no fue así. Sherlock sonrió amable y besó el torso de John repetidas veces.
-Besaría tu piel todo el día-dijo Sherlock quitándose la camisa para dejarla a un lado.
-Sherlock...
El detective acarició su torso cariñosamente, encantado de poder estar en esa posición. John intentaba contener lo que le producía el contacto de sus manos con su cuerpo, pero sin mucho resultado. Sherlock sabía que estaba nervioso, pero que intentaba parecer experto. No es que el detective tuviese experiencia, pero sabía manejarse.
-Relájate, John. Soy de confianza- susurró.- Ahora que hemos roto el hielo que parecía irrompible en mi, no pretendas que me corte ni un pelo.
John escuchaba sus palabras mirándole a los ojos encendidos, cuando oyó un ruido metálico.
La hebilla de su cinturón se había soltado y los dedos de Sherlock retiraban el cinturón de las presillas de su pantalón.
Watson tartamudeó algo incomprensible y se movió espasmódicame, pero las rodillas de Sherlock le impedían la escapada.
-No creo que...
-Calla tú, ahora- sonrió el moreno.
Sus manos templadas se introdujeron en los pantalones de John lentamente, y éste se estremeció. Le incomodaba pensar que Sherlock fuese a hacer algo, pero era tarde. El moreno se vio arrodillado en el suelo, trasteando con el pantalón de John, que de hecho era el suyo.
-¿Vaya, has estado rebuscando entre mi ropa? -susurró Sherlock.
-Sherlock, por favor, no hagamos esto, la señora Hudson llegará y...
El detective frenó sus manos y miró los grisáceos ojillos de John, que, tristes, miraban hacia otro lado.
-John, ¿qué te ocurre?
Sherlock deslizó su cuerpo hacia un lado, bajándose de las rodillas de John. Se agazapó apoyado sobre la cabeza del doctor, acariciándole el torso con su fino dedo índice.
-¿No puedes deducirlo?-contestó Watson avispadamente para no hacer notar su voz temblorosa.
-Por supuesto, pero pensé que no sería muy propio fanfarronear ahora.
Ambos sonrieron, sin mirarse, y acto seguido se besaron como si se leyesen la mente.
-Veo en tus ojitos que no estás cómodo, y quiero que lo estés. Sé que, después de estos años, es muy raro, pero precisamente por todo ese tiempo perdido nos merecemos esto. Va, John.
John asintió, tristón, y acurrucó su cabeza en el pecho de Sherlock, sin decir nada.
Ambos cerraron los ojos hasta, poco a poco, caer en un sueño profundo, arropados con sus cuerpos.