Molly

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El día empezó lluvioso, frío y triste. John despertó entre los brazos de Sherlock, que seguía plácidamente dormido con él en el sofá. Hacía mucho que no sentía tanta comodidad y placer, era como abrazar a un dios griego, totalmente pálido, sin vello, musculoso pero frágil al mismo tiempo.
El doctor alzó la mirada para verle la cara, que tenía un gesto gracioso en los labios. Era verdaderamente adorable cuando dormía. "Sí, solo al dormir", se dijo, seguido de una risa interna.
De pronto, pillándole por sorpresa, una mano se movió y un dedo índice aterrizó en su nariz.

-Buenos días- farfulló Sherlock abriendo los ojos perezosamente.

John meneó la cabeza para deshacerse del molesto dedo de su nariz y sonrió.

-Buenos días.

-¿No me has hecho el desayuno?-preguntó Sherlock con un tono de indignación poco convincente.

John rió.

-Claro, ahora mismo iba a hacértelo- dijo irónico.-Será posible...

El detective se incorporó y le besó en los labios.

-Bueno, con esto me vale, pero mañana hazme unos huevos revueltos, ¿eh?

John sonrió y le dio otro beso.

-Sí, lo que tú digas- dijo después, incorporándose.

-¿A dónde vas? Quédate un rato, no seas soso.

-Sherlock, son las once de la mañana y hay que trabajar, no es por gusto- contestó John dirigiéndose a la cocina.

Sherlock refunfuñó y siguió sus pasos, directo a la tetera. Llenó ésta de agua y la puso a hervir.

-Y bien, ¿ha llegado algún caso?-dijo apoyándose en la encimera y acomodándose los pantalones.

-No lo he mirado, pero nada importante si no está aquí Lestrade- sonrió el médico mientras llenaba una bandeja de galletas.

-Bueno, entonces no hay prisa. De hecho, podríamos tomarnos un día libre si no fuese por tu incapacidad de romper las reglas.

Sherlock hizo el saludo militar, con una cara ridícula. A John no le hizo mucha gracia, pero tampoco se lo tomó a pecho. No podía evitarlo, había estado demasiado tiempo en el ejército.

-Perdone, señor rebelde de los suburbios- contestó hábilmente.

Ambos sonrieron y John se dirigió a la mesa con las galletas y un par de cucharillas. Sherlock quitó el agua del fuego y preparó un par de tes.

Antes de sentarse, John agarró la camisa púrpura de Sherlock, que estaba por ahí tirada, y se la puso sin abrochar.

-Con tu permiso, hace frío- dijo volviendo a la mesa.

-El té te calentará- contestó Sherlock maliciosamente, observándole por encima de su taza mientras le daba un sorbo.

-Eso se te da bien- siguió provocando John.-Hacer el té, digo.

El detective alzó las cejas y esbozó una sonrisa provocativa.

-Sí, siéntete afortunado.

Después de esa ronda de indirectas muy directas, siguieron desayunando tranquilamente, charlando sobre temas sin importancia. Solo fueron interrumpidos por un portazo.

-Oh dios, es la señora Hudson. Esto va a ser muy, pero que muy gracioso- dijo John entre dientes.

-Ya lo creo.

Ambos esperaron masticando galletas la reacción de la señora Hudson al verles desayunando con un par de tazas de lacitos, y John con la camisa de Sherlock, que ella conocía bien de tanto lavarla. Como era de esperar, la mujer dejó caer las bolsas que sostenía y se llevó las manos a la boca, mirando la escena.

-¡Por fin! -gritó. -¡Lo sabía! Os ha costado admitirlo, pero aquí estáis. ¡Qué bonito!

Sherlock y John cruzaron una mirada con mensaje en común: "No digas nada, no hay modo alguno de justificarse".

La señora Hudson siguió admirando y abrazando a ambos, sin evitar ciertos comentarios acerca de la forma física de Sherlock y el olorcito que hacía el té. Ellos se limitaron a decirle lo que quería oír, que siempre habían estado enamorados y que eran muy felices, pero que preferían mantenerlo en secreto.

-Es usted buena, señora Hudson, nos ha pillado de pleno- dijo Sherlock sonriéndole y dandole otro abrazo.

-¡Lo sabía!-seguía diciendo ella.

-Bueno, ahora deberíamos cambiarnos y buscar casos. ¿Verdad, Sherlock?-alzó la voz John, intentado no seguir con aquella conversación.

-¡Ah!- se sobresaltó la señora Hudson.- Cuando venía de la compra me he encontrado a Molly, me ha dado recuerdos para ti, Sherlock, hace mucho que no te ve.

-Molly...-dijo el detective, pensativo.-Debería hablar con ella, ayer estuve meditando. Espero que no se haya puesto ese pintalabios rojo.

-Ves ahora, si no tienes nada. Parecía triste, pobrecilla...-continuó ella con voz suave.

Sherlock miró a John, como pidiéndole su apoyo para hacerlo. Éste asintió. "Será lo mejor".

Los dos se arreglaron entre tonterías de quinceañeros, mientras la señora Hudson ordenaba las latas de conserva.

-Volveremos por la noche, no se preocupe por nada- dijo Sherlock al salir por la puerta con su abrigo en el brazo, seguido por John.

Salieron y llamaron a un taxi, que les dejó en Scotland Yard. Era hora de aclarar las cosas.

A Quirky Love [johnlock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora