El silencio volvió a inundar la mesa, aislada del resto del local. Lo interrumpió la camarera de antes:
-Invita la casa- dijo la chica esbozando una sonrisa a la vez que dejaba una copa de helado cubierto de espeso chocolate -con dos cucharillas- en la mesa.
-Gracias, pero no somos parej...- intentó aclarar John sin resultado.
-Calla y come, que nos están invitando- dijo Sherlock cavando en el helado- Gracias.
Se metió una bola de vainilla con chocolate en la boca y cogió con los dedos el único barquillo del postre.
Lo partió en dos y se lo acercó a John, que seguía refunfuñando entre dientes mientras dehacía su parte de la copa, removiendo el helado con la cuchara.
-¿Me estás ofreciendo?- dijo al ver el barquillo cerca de su boca.
-No seas aburrido, John. Además, no hemos desayunado- respondió el detective metiéndole la galleta en la boca.
-¡No hagas eso!- gritó Watson intentando no atragantarse.
Sherlock rió entre dientes sin poder evitarlo, y el rubio le preguntó si tan divertido le parecía. El detective respondió con una carcajada, haciéndo que le regalimara el helado por la barbilla.
John comenzó a esbozar una sonrisa que acabó en una risa también, haciéndole escupir trocillos de barquillo en la mesa. Una cosa llevó a la otra y los dos acabaron riendo por lo bajini, tapándose con las servilletas sin poder parar, intentando no llamar la atención sin éxito alguno.
La camarera los miraba mientras secaba vajilla en la barra, con una mirada amable.
-Sherlock -dijo John con un hilo de voz, sin casi poder hablar- tienes algo ahí.
Señaló la barbilla de su amigo sin parar se reír y el detective se limpió la boca.
-Dios mío, esto es peor que en tu despedida de soltero -dijo Sherlock recobrando la respiración.
-Mejor vamos a que nos de el aire, no sé tú pero no quiero más helado- añadió John secándose los ojos.
Sherlock, sin hablar, llamó a la camarera, que corrió hasta la mesa para cobrarles y sonreirles de oreja a oreja. Tras pagar la cuenta, se alejaron calle abajo.