El detective, por su parte, caminaba por las ciudades de Londres sin ningún rumbo. Lo que estaba haciendo era una estupidez, ni siquiera llevaba una maleta con sus cosas, que no eran muchas pero sin las cuales no podría sobrebvivir en casa de sus padres. De hecho, no tenía realmente la intención de ir a casa de éstos.
Aprovechando la soledad, se sacó una cajetilla de tabaco del bolsillo y se encendió un cigarrillo. Necesitaba relajarse después de todo aquello. No podía dejar de pensar en John. Tenía más que claro que, si el doctor no llega a pararle los pies, hubiesen acabado por los suelos, y no precisamente peleándose. Se le hacía imposible pensar en Watson como algo más que su patoso y simple ayudante, pero no podía evitarlo. Ahora habían dejado de ser sólo amigos, y ambos lo sabían por mucho que les pesara. Ninguno de los dos se atrevía a aclarar las cosas, sin embargo.
En el fondo, Sherlock estaba deseando volver a casa, darse media vuelta e ir a decirle a John que le quería, que le necesitaba y que había sido un capullo. Pero no podía dejar su orgullo de lado, debía esperar a que John se lanzara primero. Sí, eso haría. Con esa voz madura que tanta gracia le hacía. ¡Por dios, parecían adolescentes! No, ¿a quién intentaba engañar? No podía esperar.
Sherlock cogió su móvil con la mano libre y llamó a su compañero mientas daba una intensa calada al consumido cigarro.
-Vamos, John...contesta, vamos.
Un contestador saltó, con la voz irritante de Jim Moriarty: "Bienvenidos al móvil de John Watson, dejen su mensaje después de oír el disparo directo a su cerebro" seguido de una risa aguda.
Un sudor frío embadurnado de escalofríos empapó el cuerpo de Sherlock. Por suerte, después de esa frase lo que vino no fue otra cosa que el clásico pitido de cualquier teléfono. Sherlock dudó unos segundos en decir algo o no, pero finalmente lo hizo.
-¿Qué es esto, Jim? Dime ahora mismo qué haces con el móvil de John. Si está contigo deja que se vaya, si lo que quieres es que vuelva ten por seguro que lo haré, pero deja en paz a secundarios, él no entra en nuestros juegos, ¿Me oyes?
Todo aquello lo dijo casi demasiado rápido como para que se le entendiera una palabra, pero Moriarty lo haría a la primera. De hecho, lo hizo al instante.
-Mira, ya le tenemos aquí, John -dijo sonriéndole.- Tu novio ya está al corriente de todo. Si no te importa, voy a sentarme un rato.
Moriarty se sentó en el suelo como un niño pequeño, observando a Watson. Éste le miraba desconcertado, apoyado en un bidón hasta que se pasaran los efectos del calmante.
-Aún no entiendo cuál es tu intención- dijo el doctor con dificultad.-¿Vas a volar nuestra casa por algún motivo más que por placer?
-Oh, vamos, no te pongas así. Ahora parecerá que el malo soy yo- sonrió Jim. -Me estás dando lástima. Va, por ser tú cambiaré las normas. Si te portas bien, sólo os voy a pedir que me montéis un buen espectáculo, nada más.
-¿Espectáculo?
-Sí, vamos, los dos sois unos blandos...¡Quiero drama!- dijo Moriarty tecleando algo en su teléfono móvil al mismo tiempo.
John creía entender el propósito de aquel psicópata, intentando meterse en esa cabeza tan retorcida suya. Por lo menos el juego ya no era mantener a Sherlock alejado mientras que él quisiera salvarle, ahora parecía más sencillo. ¿Sencillo? Quizás esa no era la palabra más correcta. ¿Moriarty quería transformar aquella realidad en una ficción? Una película sobre un secuestro, con el drama correspondiente. Pero el secuestrador de John no parecía estar muy por la labor, sentado en el suelo, sin amenazas ni pistolas en mano, simplemente mirando a la víctima como si estuviese mirando una pecera.
John ya se imaginaba lo que había que hacer. Sería como otro teatrillo más de los que montaba Sherlock en casa, pero sin atrezzo. El caso lo había de montar él mismo y hacer que Sherlock lo resolviera todo sin haber realmente nada que resolver. La idea sonaba incluso divertida en su cabeza, pero la de Moriarty no tenía nada que ver con la suya. ¿Estaría a la altura? No sabía pensar como un criminal, no sabía cómo inventarse algo que a Sherlock le fuese difícil resolver.
El cambio de planes había sido interesante, pero ahora llegaba la parte más difícil: llevarlo a cabo.