Ni John ni Sherlock se dignaron a comentar aquel momento de intimidad en el teatro. Era curioso, pues después de tanto tiempo compartiendo ese extraño sentimiento que les unía, sin atreverse a nada más que tímidos besos, habían acabado haciendo el amor donde nadie lo habría hecho. No prestaron ni la más mínima atención a la obra de teatro, sus cabezas seguían sumergidas en los gritos ahogados de unos minutos atrás.
Los lazos que les unían se estrecharon aún más a partir de ese momento. Sus miedos desaparecieron prácticamente por completo, Sherlock ya no tenía ningún tipo de angústia al cogerle la mano a John, ni éste delante las provocaciones del detective. De todas formas, ahora que ya estaban centrados en la realidad, Sherlock tomó la iniciativa y decidió mostrarle sus inquietudes a John. Ya lo habían hecho antes, pero creía que no sería seguro pasearse por Londres cogidos de la mano, pues eso llamaría la atención de gente equivocada. Suerte habían tenido de no salir en alguna revista de prensa rosa, pillados por algún reportero sentado en una terraza.
John entendía el punto de vista de Sherlock, pero no soportaba la idea de tener que estar encerrados en casa para poder besarse.
Eso era algo curioso también, pues la mayoría de gente, al conocerles, les confundían con una pareja. Sin embargo, nadie se escandaliza hasta que se hace oficial. ¿Qué le pasa a la sociedad?Fue duro, pero aguantaron el acto reflejo de entrelazar los dedos, de coquetear en los bares y sonreír cada vez que se referían a ellos como a una pareja. Se hacía raro para John seguir negándose como hacía tiempo atrás.
Pese a todo el tiempo que compartían, Sherlock no estuvo desentendido del todo del trabajo. Su bandeja de entrada del correo electrónico estaba saturada así como la de mensajes en su móvil, rebosantes de casos. Lestrade había estado llamando, sin obtener respuesta, e incluso llamó a la puerta un par de veces. Sherlock y John se habían negado a mostrar señales de vida más que por un mensaje de Sherlock hacia Scotland Yard, diciendo que estaba enfermo y no podía resolver nada en ese estado.
Cuando hubo pasado un mes, ambos estuvieron de acuerdo, un poco a desgana, de que era hora de volver al trabajo. Se presentaron en Scotland Yard sin previo aviso, sorprendiendo a Adserson, que hizo una mueca de asco al ver entrar a Sherlock. Lestrade acudió a verles en pocos segundos, atraído por una frase ingeniosa que rompía la dignidad de Anderson.
-¡Sherlock!-gritó, abriendo sus brazos para abrazar amistosamente al moreno.
Éste le devolvió el abrazo incómodamente y esbozó una sonrisa forzada.
-¿Os habéis tirado mucho de los pelos sin mi?-dijo el detective.
-Pues para variar, tienes razón. Bastante,sí -contestó Greg sin apenas sentirse insultado.
-Hola, Lestrade- saludó John, junto con un carraspeo, alzando la mano por detrás de Sherlock.
-Hola John, os hemos echado en falta por aquí-contestó el jefe.- Tenéis bastantes casos urgentes esperandoos en mi mesa.
-Espero que sean interesantes-sonrió Sherlock.
Greg asintió y ambos le siguieron hasta su despacho. La puerta se abrió y alguien con bata blanca esperaba en su interior. En el preciso instante en que Lestrade entró, Molly dio media vuelta para decirle algo, pero enmudeció al ver quienes le seguían.
-Oh, Molly, ¿te importa enseñarles a estos dos el cuerpo de Elisabeth Harper? Creo que a Sherlock le interesará su caso.
Ella no contestó, se quedó mirando a Sherlock y John, que a su vez la miraron con pavor en su rostro. No se sabría definir la expresión de Molly, estaba entre tristeza y rabia.
Lestrade rompió el silencio, insistiendo, y finalmente Molly les acompañó a la sala de autopsias, allí donde Sherock la había humillado después de tanto tiempo fingiendo.