|ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴠᴇɪɴᴛɪꜱɪᴇᴛᴇ |

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Dean Dawson

Tengo un enojo y una incomodidad que no se va y por más que quiero que lo haga no puedo hacer nada para que deje de estar.

Ann no dice nada y temo a que se de cuenta cuánto me ha enoja el saber que Keira es mujer de alguien más. Entro al estacionamiento con impaciencia y bajo con la misma actitud. Ann sigue sin decir nada y cuando regreso a verla hace que resurja el motivo por el cual no pude estar con Keira.  Siento como la ira nace en la boca de mi estómago y se expande por mi cuerpo emergiendo las ganas de golpear a alguien.

Me he contenido por mi hija. Pero ahora ya eso no es motivo para detenerme. Entro en una lucha entre la razón y mi instinto tratando de guardar la compostura sin embargo mi instinto se impone a mi razón buscando sacar las ganas que tengo de someter, esas ganas que siempre me han hecho sentirme raro, defectuoso e infeliz. Retengo mi respiración en busca de que estás ansias desaparezcan pero no logro mucho, abro la puerta y el que Ann entre primero, paseándose delante de mí mostrando su regordete trasero hace que pierda la cordura y apenas cierro la alcanzo pegando la a mi erección tomándola desprevenida. Me ofrece su cuello apenas me siente y mando una mano a su trasero apretándose lo y la otra la subo cerrando la en su garganta.

— ¿Quien soy yo? — interrogo en su oído con voz cargada de excitación.

— Mi novio. — responde con dificultad y su respuesta me hace apretar más el agarre.

— No. — empiezo con el juego peligroso dándole paso al monstruo que soy. Aflojo el agarre cuando siento que va a hablar.

— ¿Mi pareja? — vuelvo a apretar.

— No

— ¿Mi marido? — repito lo de antes pero esta vez agrego una nalgada que me deja la mano ardiendo y a ella sobresaltada.

— Soy tu hombre. — digo lamiendo la piel de su cuello. — ¿Que soy? — vuelvo a preguntar deleitando me en las ansias que muestra Ann.

— Mi hombre. — susurra apenas ofreciéndome más su cuello, quito mi mano de ahí y busco sus pechos dándome cuenta que no le doy miedo, más bien mi actitud la pone.

***

He podido ejercer mi dominio en Ann y contagiada por el aura, ella se ha sometido a mi por voluntad propia. No me he mostrado en mi máximo esplendor porque en la lucha de la razón y mi instinto nunca se me olvidó que está embarazada. Reprimiendo mi ser y agotando me mentalmente. No lo disfruté como solía hacerlo y tanta lucha por contenerme me ha consumido, estoy cansado de luchar conmigo mismo que... Busco su mirada y...

— Te amo. — duele decirlo cuando no lo siento pero no me queda de otra, me he rendido conmigo mismo, nunca le he dicho te amo a ninguna mujer que no sea mi madre y nunca pensé que decirlo me costaría y dolería tanto.

No creo que haya un te amo más triste en la historia.

Ann me mira intensamente como si no creyera lo que oyó.

— Te amo y siempre lo haré. — confirmo y como respuesta obtengo un beso intenso que me hace volver estar dentro de ella pero ahora de la manera que siempre lo hemos hecho.

— Yo también te amo — confiesa entre lágrimas en medio del acto y creo que por más amor que me dé, nunca tendré lo suficiente.


Tengo mi futuro planeado, Ann será la madre mis hijos y yo seré el esposo que se encargue de cubrir todas sus necesidades, seremos una familia feliz por eso decido que es hora de decirle a mi madre que estoy comprometido.

Dejo los labios de Ann y me acomodo en el sofá marcando el número de mi madre. Contesta después de dos timbrados.

— Hijo — habla y por más que tenga veinticinco años me asusta la reacción que vaya a tener por eso voy defrente al grano.

Hojas Secas En OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora