Monstruo

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10 de Agosto

Ya casi cumplo diez años, es en dos días. También es el aniversario en que llegamos a esta casa hace tres años. Nunca he tenido una fiesta de cumpleaños; siempre he querido una, pero no tengo a quien invitar, no tengo compañeritas de escuela, ni primos, y sé que si mi mamá invitara a los niños de esta calle ninguno vendría.

Desde que llegamos a esta casa varias señoras han venido a invitarnos a las fiestas de cumpleaños de sus hijos; mi mamá estaba feliz, las invitaba a pasar a la sala, me presentaba con ellas, y las señoras ponían esta sonrisa extraña, como si les dolieran los dientes; varias me miraron de arriba abajo... Luego comenzaban a tartamudear. Y se iban.

De todas esas fiestas, sólo fui a una, a la primera. Todo era muy bonito, había muchos globos, galletas, dulces...Pero los niños nunca se me acercaron. Bueno sí lo hicieron, pero fue para preguntarme porque tenía una silla de ruedas, y cuando les respondí se enojaron porque no me entendieron, me levantaron el vestido y me vieron bien. Dijeron que parecía un monstruo.

Mi papá se enojó con las señoras cuando se enteró de que me trataron mal, y desde entonces ya no quiso que fuera a ninguna fiesta; mi mamá también se enojó, pero porque ya no tendría vida social... Pero algo me dice que ya nadie nos volvió a invitar.

Quiero saber qué me van a regalar este año. Espero no sea más medicina, porque siempre que me la tomó empiezo a ver muchas luces y me mareo. Lo único bueno de las medicinas es que, si no he visto a Patch, Gabriel o a Espino en mucho rato, después de que me las tomó ellos vienen a visitarme.

Como anoche, ya estaban en mi cuarto cuando entraron mis papás, muy serios, pero se les notaba que estaban contentos por algo. Me dijeron que habían estado hablando con el doctor de nombre chistoso sobre una operación para arreglar mis piernas. (Hay una palabra que el doctor usa, pero mi mamá la odia y mejor le dice "el pequeño problema"). Pero que aún están viendo algunas cosas por el problema en mi corazón, y que si todo sale bien, podré tener unas piernas orto...Orto-algo. Podré caminar.

Yo sé que nunca voy a poder hablar, pero tengo este cuaderno para decir todo lo que quiero, pero si pudiera tener piernas y caminar como los demás, podría ir a la escuela, aprendería a andar en bicicleta, tendría muchas amigas y los niños dejarían de gritarme cosas feas.

Sé que hay algo mal con mi corazón, mis papás no les gusta hablar de eso, solo dicen que es un poquito diferente y tengo que cuidarlo mucho porque se puede romper. Yo quiero caminar, siempre he querido caminar, más de lo que he querido cualquier cosa.

Alguien mencionó la palabra monstruo cuando estábamos viendo la tele; la he oído muchas veces en estos días. Sé que no hablan de mí, sino de una persona a la que buscan unos detectives desde hace tiempo, pero nunca me entero de por qué le dicen así; también le dicen criminal y demente, pero mamá siempre me corre de la sala cuando están a punto de decir la razón.

Ella está muy nerviosa últimamente. Ayer vinieron los vecinos y la policía a avisarle de unos niños del vecindario que desaparecieron; al principio me asusté mucho, pero cuando vi sus fotos supe que eran buenas noticias. Ya nadie va a molestarme, el Lobo se ha comido a los niños malos.

Sé porque me dicen monstruo, es por mis piernas. Papá dice que no nací normal, que algo salió un poquito mal conmigo. Mis piernas son diferentes, no me gusta vérmelas, por eso siempre le pido a mi mamá que me ponga vestidos. Nadie tiene las piernas así, a nadie le gusta ver unas piernas tan horribles. Todos hacen ese mismo gesto.

Menos Él.

Él las vio, cuando yo estaba en el jardín el otro día, y mis vestidos estaban sucios y tuve que usar un pantalón. Me saludó, platicó un poco conmigo y dijo que le daba gusto verme. Me dejó ver sus ojos, más azules que toda mi ropa junta. Vio mis piernas, pero no dijo nada, sonrió de verdad, no puso ese gesto que hacen todas esas señoras.

Patch, Gabriel y a Espino estaban ahí conmigo, mudos, quietos...

Me pidió disculpas por haberse tardado tanto en darme tranquilidad. También dijo que no podía hacer nada por mi mamá o me habrían llevado lejos. No entendí a qué se refería.

Entonces justo antes de que la voz de mi mamá se oyera, él se despidió: "Te veo mañana", y se fue... Pero al fin sé dónde vive, porque lo vi entrar en la vieja casona de enfrente. Me puse tan contenta que antes de ir a dormir hice un dibujo de él.

Azul

Diario de un MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora