Cuentos

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1 de Abril

Cuando era más pequeña mi papá me leía un cuento cada noche; a veces eran muy largos y tomaba días en terminar; a veces no los oía completos porque me quedaba dormida. Pero desde que nos mudamos ya no lo ha hecho, tiene más trabajo y a veces pasa varios días sin volver a casa; después de mucho insistirle, mamá por fin me enseñó a leer y a escribir, así que ahora puedo leer los cuentos yo sola.

Todas las noches trato de leer un poco, pero hay días donde me siento mal, mareada, muy cansada y siempre que me quedo dormida.

Cuando afuera el día está perfecto, papá me permite salir al jardín con algún libro para leer. He leído muchos, pero mis favoritos son los de hadas.

Hablan de reinos donde existe la magia, donde todo se oye maravilloso: hay brujas malas, hadas buenas, animales que hablan; bellas princesas que se casan con príncipes azules, que vienen a rescatarlas en caballos blancos; pero también hay gente fea, bestias que están hechizadas, que necesitan un beso para volver a ser personas normales y casarse y ser felices para siempre. Muchas veces deseo que ese mundo de cosas fantásticas, de princesas y hechizos, se salieran de las páginas y me dejaran conocerlos.

Pero no todo es mágico, no siempre hay un final feliz. A veces les pasan muchas cosas malas, a veces los personajes mueren al final sin haberse casado con su príncipe azul. Y es muy triste. Cada vez que los leo me pongo triste, pero aún así me gusta leerlos... Hace que me acuerde de la vida real.

Pero no todo es malo. Papá está en casa, le dieron días libres y los pasa conmigo. El otro día cuando volvíamos del hospital, llegamos a una tienda que parecía sacada de una esas historias. Había tantas cosas que no sé cómo explicarlas o nombrarlas. Era como el tesoro de un dragón, o del rey de una tierra lejana. Había objetos muy bonitos, de todos tamaños, estatuas, muñecos, lámparas maravillosas, y hasta un príncipe azul... Uno de verdad, uno con ojos como su nombre.

Papá me dejó un momento, y regresó con un paquete grande que no abrimos hasta llegar a la casa: era un libro de cuentos antiguo, digno de una princesa. Tiene dibujos maravillosos y es enorme. Papá dijo que lo vio hace meses y el vendedor lo convenció de comprármelo. Me gusta mucho, es precioso.

Pero lo que más me gusta es que Gabriel me lea cuentos, pues ni Patch ni Espino saben leer. No lo hace siempre, pero a veces cuando estoy en la cama y no puedo dormir, le pido que lo haga. Lee mejor que nadie que yo conozca. Tiene una voz grave, que provoca escalofríos, que me hace olvidar todo; una voz salida de algún lado, como de un sueño, de esas voces que nadie se atreve a interrumpir.

Hoy volvímos a leer uno de mis favoritos, aunque su final siempre me hace llorar. Se llama "la Sirenita".

Azul

Diario de un MonstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora