Capítulo 35: Diferente

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Isaac. 
Mientras los días pasaban, yo me enamoraba más de Morgan. 
 
Su sonrisa al saludarme, el pequeño puchero que hacía cuando estaba enojada, las cosas tontas que a veces decía que me hacían reír, su pelo despeinado al levantarse... la, la manera en la que me mira, los momentos en los que se pone nerviosa, cuando se sonroja.
 
Morgan para mi, es la mujer más hermosa del mundo. 
 
Había pasado una semana y media desde aquel día, y Morgan y yo hacíamos muchas de las cosas que queríamos después de la escuela; salíamos a plazas, restaurantes, cines, etc. El tiempo que paso con ella es maravilloso. 
 
Me encontraba en la cocina preparando algo de comida mientras Morgan dormía ya que había tenido un día muy agotador por la universidad, y la noche anterior no había dormido nada, cuando de repente se escuchó que abrieron la puerta. 
 
— ¡Holaaa! — Se escuchó la voz de Stela.
 
— ¡Estoy aquí! — Grité. 
 
Escuché el sonido de sus tacones acercarse y me di la vuelta. 
 
— ¿Y mi padre? — Pregunté al no verlo con ella. 
 
— Ah... se quedó en la Oficina, dijo que tenía algo que terminar — y sonrió. — ¿Qué estás haciendo? — se acercó más y miró lo que había en la estufa. 
 
— Estoy cocinando algo, ¿quieres? 
 
— Acabo de comer muchas gracias, ¿y Morgan dónde está? 
 
— Duerme. 
 
— Oh, de acuerdo. Esa niña es muy perezosa — y reí asistiendo la cabeza. 
 
— ¿Cómo has estado Isaac? Siendo sincera últimamente te he visto muy feliz, ¿se debe a algo? ¿Acaso... tienes novia? 
 
¿Tengo novia? 
 
— No, es solo, que me está yendo muy bien en la escuela. Creo que, por eso estoy así. 
 
— Ya veo, ¿y Morgan? ¿No tiene alguna persona con la que se vea? Ya no he oído que habla de ese chico... Lu... Luc, ah, nunca puedo recordar su nombre. 
 
— Lucas. 
 
— Sí, él. ¿No los has visto juntos? 
 
— No, hace mucho que no veo que hablen. 
 
— ¿Es así? De acuerdo, bueno, si pasa algo me dices para darle algunos consejos a Morgan. Me iré a duchar. — Y se fue. 
 
¿Stela sospechará algo? Mmm, no lo creo, sería algo raro, Morgan y yo hemos tenido mucho cuidado. Aparte ¡no estamos haciendo nada malo! No somos hermanos de sangre, así que no es nada malo ¿verdad? 
 
<<¿Verdad?>> esa pregunta me estuvo dando vueltas todo el día. Me puse a pensar, ¿cómo reaccionarían nuestros padres si supieran? Solo hay dos formas:
 

Nos reprenderían hasta la muerte.

Lo entenderían.

 
Es obvio, pero debería pensar en cómo podrían reaccionar. No podemos ocultarlo para siempre. 
 
Pero, pensándolo bien ¿que le diría que somos? ¿Amantes quizá? ¿o... 
 
— ¿Isaac, en qué piensas? — Habló Morgan, sacándome de mis pensamientos. Estábamos comiendo, y no me había dado cuenta de que mi plato de comida ya se había enfriado. 
 
— Ah, no es nada. Es solo que... 
 
— ¿Sucede algo? 
 
— Pensaba en, nuestros padres. Me refiero a qué, ¿cuál sería su reacción si supieran de nosotros? Tamara por igual... 
 
Puso una cara algo preocupada, supongo que se hacía la misma pregunta todos los días. 
 
Hubo un momento de silencio, se paró y se sentó a un lado de mi. Empezó a acariciar mi cabello lentamente. 
 
— Cariño, no pienses en eso ahora. Aunque, siendo sincera yo también me he hecho la misma pregunta. Pero sabes, también pienso en algo más. Ellos entenderían esta situación, el amor no se puede ocultar ¿lo sabías? Mientras más tengamos que ocultarlo, más ganas serán las de hacer que el mundo lo sepa. Así que, por ahora estamos bien. Por ahora me siento bien junto a ti. 
 
— Morgan... 
 
— ¿Si? 
 
— Solo quédate conmigo, ¿si? Si el mundo intenta separarnos, yo encontraré una forma de estar junto a ti, yo buscaré una manera de derrumbar los muros que nos separen. Solo necesito que te quedes junto a mi... ¿podrías? 
 
— Yo lo estoy haciendo. — Y sonrió. 
 
Ahí me di cuenta de qué, si ella rompiera mi corazón, sería un privilegiado. 
 
Sería un privilegio que ella rompiera mi corazón. 
 
Morgan Olson, ¿que me has hecho? ¿Qué es esta sensación que me hace sentir, diferente? Me siento en paz, gracias a ti. 
 
Morgan. 
Transcurridas las dos semanas, Tamara volvió, y nos trajo regalos de su pueblo. Estábamos todos recibiendola en la Sala. 
 
— ¿Cómo te fue todo por allá? 
 
— ¡Fue muy lindo volver a ver a mi familia! Pero, también los extrañé mucho a todos ustedes, así que les traje regalos. Espero que les gusten. 
 
— ¡Me encantó! Muchas gracias, no tenías que molestarte. — Dice Andrew
 
— No es ninguna molestia, al contrario. — Y sonrió. 
 
En la escuela todo estaba normal, yo al igual que Isaac estábamos en época de exámenes, así que ya no teníamos tiempo de salir. El último día de los exámenes al llegar a casa me senté en el sillón. 
 
— ¡Por fin esto ha terminado! Ah, me siento mucho más tranquila. 
 
— ¿Todo estuvo bien? — Pregunta Isaac sentándose en frente de mí. 
 
— Espero que sí, me esforzé demasiado. ¿Y tú? 
 
— Creo, que estuvo muy bien, estoy muy estresado igual... ¿dónde está Nana? 
 
— Seguro debe de estar en la cocina. 
 
Nos paramos y nos dirigimos ahí, encontramos a Tamara sentada en la barra picando unos pimientos. 
 
— ¡Nana, estamos aquí! — Y la abrazó. 
 
— Me alegra que hayan vuelto, ¿cómo les fue? 
 
— Espero que muy bien. — Y sonreí. 
 
— ¿Ya quieren comer? — Preguntó Tamara. 
 
— Me encantaría —. Y sin más que decir, nos sentamos. 
 
Después de un tiempo Tamara habló:
 
— ¿Qué se traen ustedes dos últimamente? 
 
Escupí el agua que estaba tomando cuando escuché eso. 
 
— ¿Morgan? ¿Estás bien? 
 
— S-sí, sí... 
 
— ¿A qué te refieres Nana? — Pregunta Isaac. 
 
— Sí, hablo de que no los he visto pelear hace mucho tiempo, antes podían escucharse los gritos de sus discusiones por toda la casa. — Y soltó una pequeña risita. 
 
— Ah... es solo que — dice Isaac nervioso — ya nos llevamos mejor que antes
 
— ¡Jaja! Puedo notarlo. Chicos, han estado muy estresados estos últimos días, ¿por qué no salen a tomar un poco de aire fresco? Morgan se ve muy pálida, quizá sea por la presión de la escuela. 
 
Demonios, me sorprendió tanto que no me di cuenta de que estaba casi temblando. 
 
— Me parece una excelente idea — dice Isaac. 
 
— Inviten a sus amigos y vayan a algún parque, les hará bien, necesitan distraerse. 
 
— Tienes razón, gracias. Iré a cambiarme de ropa, ya vuelvo. — Y me paré de la silla para dirigirme a mi habitación. 
 
Me arreglé y después de un tiempo le pidió las llaves al chófer para que fuéramos. Sin ningún problema se las dió y nos subimos al carro. 
 
— Tamara sabe. — Soltó de repente. 
 
— ¡¿Qué?! ¿C-cómo estás seguro de eso? 
 
— No lo estoy, solo lo presiento. 
 
— Ah, ya me puse nerviosa. Pero, hemos sido muy cuidadosos, ¿no es así? Ella también volvió hace poco, no es posible que lo sepa... 
 
— No lo sé, siempre cabe la posibilidad. Aparte, Morgan, no estamos haciendo nada malo. — Dijo con voz suave. 
 
— Tienes razón. Bueno, entonces debería tranquilizarme. ¿A dónde vamos? Oh, espera, antes déjame mandarle un mensaje a Alice. 
 
— No. 
 
— ¿No? ¿Por qué? 
 
— Vayamos solo tú y yo, consideralo una cita. — Y sonrió. 
 
— Bien, me gusta la idea. 
 
— Bien, entonces ¿a dónde le gustaría ir, bella dama? 
 
— Mmm... ¿parque de atracciones? 
 
— ¿Atracciones? — Y tragó grueso. 
 
— Sí... ¿qué pasa? ¿Acaso te... 
 
— No es así. Si usted desea ir ahí, entonces con gusto la llevaré. Sus deseos son órdenes. — Y encendió el carro para ponernos en marcha. 
 
— No creí que pudieras llegar a ser tan cursi. 
 
— ¿Fue mucho? 
 
— No, es solo que, nunca te imaginé a ti, Isaac Ford, diciendo cursilerías. 
 
— ¡Yo también tengo sentimientos! No tengo corazón de piedra. 
 
— Oh claro, lo sé solo trataba de decir... te vez lindo. 
 
— ¿Diciendo cursilerías? — Y me miró de reojo, sentí mis mejillas arder. 
 
— Ajám. — Y rió. Su voz... es tan, aggg, me encanta. 
 
— Muchas gracias señorita, me alaga, intentaré decir cursilerías más seguido, chuchurrumi. — Y siguió riendo. 
 
Una vez que llegamos al parte, ingresamos y empezamos a decidir a cuál subirnos. 
 
— ¡Me encantan las atracciones! 
 
— A-a mí también — responde algo dudoso. 
 
— ¿Isaac? ¿Estás bien? ¿Seguro que no te dan miedo? 
 
— No, no, vine aquí por ti, me quiero subir contigo. 
 
— De acuerdo entonces ¡vamos a ese! — La Montaña Rusa. Un buen lugar para vomitar al bajar. 
 
Hicimos fila y cuando ya estábamos en los carritos, ví a Isaac nervioso, muy nervioso, así que lo tomé de la mano y la acaricié. 
 
— Todo estará bien, yo estoy aquí. — Sus ojos brillaron y sonrió, pero esa sonrisa se desvaneció cuándo sintió el carrito avanzar. 
 
Cerró sus ojos y tomó mi mano con fuerza. Mientras yo iba gritando y disfrutando el Paseo, Isaac, por lo contrario, parecía estar a punto de llorar, estaba tenso, basta que un adolescente atrás gritó: 
 
— ¡Ya bajenme, me voy a mear! 
 
Isaac no pudo contener la risa y de un momento a otro lo vi un poco más relajado, no estaba tan tenso como antes, aunque seguía aferrado a mi mano. 
 
Al bañarnos del juego Isaac seguía tambaleándose por estar mareado (pd: el adolescente alcanzó a llegar al baño), aún no se soltaba de mi mano. 
 
— ¡Estuvo genial! ¿Volvemos a subirnos? 
 
— ¡No! No... ehm... espera un poco, ni estuvo tan pff, tan divertido. Estuvo muy aburrido, lo único divertido fue escuchar al niño gritar debo admitirlo, por cierto pobre, debió ir al baño antes de subirse. — Habla agarrándose de una pared. 
 
— Vamos Isaac, solo admite que te dan miedo las alturas, o que no te gustan este tipo de juegos. Pudiste habérmelo dicho, hubiéramos ido a otro lugar. 
 
— Quiero visitar todos los lugares en los que a ti te gusta estar Morgan, me hace sentir que me aceptas en tu vida. Así que, no importa, me subiré a los Juegos contigo. 
 
Lo entiendo, yo quisiera lo mismo. 
 
— Bueno... entonces, vamos por un algodón de azúcar. — Sonrió y fuimos a donde lo vendían. 
 
Nos sentamos en la banca mientras me lo comía. 
 
— ¡Listo! Terminé. Ahora vamos a la rueda de la fortuna, es la menos extrema de todas. — Lo tomé de la mano y nos dirigimos ahí.
 
Elegimos una buena hora para subirnos, ya que había un atardecer increíble que se podía ver perfectamente desde ahí. 
 
— Morgan ¿por qué te vez tan normal? Cuando me bajé de la Montaña Rusa quería vomitar, y tú por lo contrario parecías muy tranquila. 
 
— No, es solo que... mi papá me traía a estos juegos. A él también le gustaban mucho. 
 
— Ya veo de dónde sacaste lo extremista. — Y sonreí sintiéndome algo melancolíca. 
 
— Morgan. 
 
— ¿Si? 
 
— Dame tú mano. — La estiré y la tomó gentilmente. 
 
— Señorita Olson, gracias. 
 
— ¿Por qué? 
 
— Por ser tú. 
 
— ¿A qué te refieres? 
 
— Gracias, por alegrar mis noches y mis días, me siento muy feliz contigo. Con tan solo mirar tus ojos, me doy cuenta de que podría superar cualquier cosa si estoy a tú lado. Gracias por ser tú, la persona que me deja sin aliento. 
 

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