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Tooru cerró la cajuela de su auto. Sus últimas pertenecías se fueron de polizón; no es como si tuviera mucho que llevarse de cualquier forma. Con gentileza beso la mejilla de su arrendadora y prometió volver a visitarla pronto. Había estado rentando una de las habitaciones de su casa a las afueras de Tokio. Ella era muy buena, y se sorprendió ante la abrupta mudanza de Tooru. Había renunciado a su trabajo en las oficinas de admisión de la universidad de Tokio y se aseguró una posición como asistente del entrenador en una escuela mucho más pequeña en Osaka.

El camino a Osaka fue largo, pero el viento atravesando las ventanas al conducir fue una sensación agradable. La picazón del aire mantuvo su mente ocupada. Habían pasado días desde que Tooru realmente sintió algo. No habló con Hajime desde que recibió el mensaje de su compromiso. La corte de felicitaciones era el último texto en sus mensajes compartidos. Tooru se juró a si mismo que no contactaría con Hajime hasta establecerse en su nuevo lugar 500 kilómetros lejos.

La puerta de su nuevo lugar se abrió mientras Tooru dejaba caer la primera pieza de su equipaje en el vestíbulo. El pasillo daba hacía una modesta sala de estar que conectaba a una pintoresca cocina. Los muebles eran modernos pero modestos. Tooru arrastró su maleta hasta la habitación principal y se dejó caer en el futon. Su cabello aterrizó frente a sus ojos al mirar fijamente sus pies. Su teléfono era un peso de plomo en su bolsillo.

Hajime le había marcado dos veces mientras conducía, mas no tuvo el corazón para contestar.

Buscó a tientas la pantalla de bloqueo – no siendo capaz de controlar lo mucho que temblaba. Un tono, dos tonos, tres tonos...

– ¡Tooru! Te he estado intentando contactar por días ¿Qué pasa?

Tooru por reflejo se alejó del teléfono.

– ¡Ah! Iwa-chan, sobre eso –bajo el volumen de su voz– ¡He estado muy ocupado! Yo- uh, bueno, ¿Me mudé?

Escuchó el agitado suspiro del otro lado, Tooru de nuevo se estremeció.

– ¿Qué hiciste? –Tooru batalló para forzarse a inhalar, sus dedos se revolvieron para agarrar sus desgastados jeans. Percibía el enojo irradiar como olas desde Hajime, y ni siquiera estaba físicamente ahí.

– Mira ¿Realmente lo siento? ¡Solo que estaba muy ocupado! Y asumí que tú estarías muy preocupado con tu compromiso; no quería preocuparte más –se apresuró. Sus uñas dejaban marcas de medias lunas sobre su codo opuesto–. No es tan lejos. Estoy en Osaka. Conseguí un trabajo como asistente del entrenador de voleibol en la universidad de aquí; será un buen cambio, lo prometo –saboreó la acidez de su mentira al terminar el enunciado.

– ¿Que carajos, Oikawa? ¿Solo tomaste todo y te mudaste? Ni siquiera te molestaste en consultarlo conmigo ¿Si quiera conoces a alguien en Osaka? ¿Cómo pudiste dejar a tu doctor aquí en Tokio? Lo estabas haciendo tan bien antes.

Bien. Él estaba bien antes.

– Lo siento, debí haberte dicho algo. Está bien. Se lo que hago. Te voy a enviar mi dirección ¡Ven a visitarme cuando tengas tiempo! Me tengo que uh… ir. Todavía hay cosas en el auto.

Tooru ya estaba alejando el teléfono de su oído y colgando antes de que Hajime continuara hablando.

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