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Tooru vagamente registro los golpes en la puerta de su dormitorio.

– Tooru, necesito que me abras la maldita puerta, ahora mismo.

Su mente proceso que Hajime estaba enojado, pero no podía adivinar el porqué. Cauteloso se levantó del colchón, sus articulaciones adoloridas por la falta de movimiento. Sus dedos con dificultad podían peinar a través del desorden anudado y casi enmarañado de su cabello. La fuerza de los golpes en la puerta incrementaban con cada segundo que le tomaba llegar a la puerta. La constante jaqueca que había estado manteniendo por el pasado día creció con intensidad, pero su garganta estaba tan seca que no podía pedirle que se detuviera.

Apáticamente abrió la cerradura y la puerta azotó en el medio segundo que le tomo alejar su mano. Hajime estaba enojado –espera, enfurecido era un adjetivo más apropiado para usar.

— ¿Qué mierda, Tooru? ¿Qué mierda piensas que haces al desaparecer por cuatro días? Pase dos horas fuera de tu dormitorio ayer intentando abrir esta maldita puerta –Hajime se apresuró. Sus palabras salían tan rápido para que Tooru las procesara. Estaba muy cansado, muy exhausto para formular una respuesta.

– Iwa-chan, Yo- Yo, es- estaba muy dormido ¿No es viernes? –se le dificultó hablar, sus palabras arrastrándose y sonando como papilla incluso para sus propios oídos.

– Es martes, Tooru. Me has tenido muy preocupado –la voz de Hajime se partió en las últimas sílabas. Golpeó con su puño la pared, más por frustración que por enojo.

— ¿Qué te pasa? No has hecho esto en mucho tiempo, ¿por qué ahora?

Y entonces golpeó a Tooru como una inundación. Hajime le había llamado el viernes pasado, aturdido de emoción. Le había pedido oficialmente a Masumi que fuera su novia y ella había dicho que sí. Era como si algún tipo de luz en el fondo de la mente de Tooru se hubiera apagado.

Se sentía como el principio del fin.


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