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Inseguros miembros tropezaron hacía el dormitorio de Tooru. Las risas traviesas de Tooru no podían detenerse, la adrenalina de su primera fiesta universitaria corría por su sistema –esas dos cervezas y cuatro shots de vodka. Hajime abrazo a Tooru cerca mientras colapsaban sobre su cama.

– ¿Hajime, me amas?

Tooru susurró en la oscuridad, su nariz rozando la de Hajime bajo las sábanas. El olor a alcohol barato llenaba el espacio y Tooru amo cada segundo de ello.

– Claro que lo hago –murmuró en retorno. Su mano se encajó de lleno en la cadera de Tooru, acercándolo todo lo humanamente posible. Sus labios se rozaban con cada bocanada de aire.

Tooru tentativamente cerró el espacio y Hajime aceptó el beso. Sus labios estaban mojados, pero no en exceso. Se derritieron perfectamente contra los de Tooru. Su lengua empujó contra el labio inferior de Hajime pidiendo permiso para entrar, el cuál obviamente fue concedido. Sus bocas se fusionaron juntas y el aire bajo las sábanas se volvió sofocante; caliente con la mezcla de sus respiraciones y los tímidos quejidos que provenían de ambos.

Tooru serpenteó su mano bajo la camiseta de Hajime solo sintiendo los músculos ondulantes de su espalda y rasguñando su columna vertebral. Sus extremidades se golpearon entre sí en un apuro por acercarse. Tooru tiró de la manta de encima de sus cabezas y la tiró hacia atrás. Sus ojos estaban borrosos y su pecho temblando de esfuerzo; Hajime se veía casi idéntico. Tooru puso un casto beso en sus labios y sonrió contra su boca.

Intercambiaron besos lánguidos hasta que el alcohol desapareció y Hajime se quedó dormido. El cuerpo de Tooru temblaba con un flujo constante de vibraciones, nunca se había sentido tan vivo. La alarma de Tooru le despertó a las once de la mañana siguiente. Su mano al instante se acercó al cuerpo que debería haber estado presionado contra él.

Se encontró con sábanas frías, vacías hace mucho tiempo.

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