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– ¡Buen trabajo chicas! ¡Vengan, vengan! –Tooru sonrió bobamente a su equipo, el familiar olor a sudor y aerosol salonpas era reconfortante para él–. Sé que todas lo van a hacer excelente en el juego de mañana ¡no me decepcionen! Ahora a limpiar.

El equipo le dio las gracias antes de barrer la cancha por las docenas de pelotas que habían usado durante su sesión de práctica. Tooru tomó su bolso del banco y se dirigió a la oficina del entrenador. Mañana era su cumpleaños 27; sus chicas bromeaban diciendo que se estaba convirtiendo en un "viejo cochino". Había pedido el día libre para pasar la gran mayoría en la cama y luego una cena tardía con Tetsurou y algunos de los amigos a los que les había presentado.

Tooru estaba aturdido de emoción en su camino a casa, encontró una nueva receta que había estado esperando hasta el fin de semana para probar. La bolsa de la tienda tenía un peso reconfortante en su mano al subir las escaleras a su apartamento. Su teléfono resonaba en su bolso, una notificación de algún tipo, lo miraría más tarde. Sacó las llaves del bolsillo mientras doblaba la esquina, a pocos pasos de su hogar. Tooru se frenó en seco mientras contemplaba la figura delante de su puerta. La persona se giró al oírlo acercarse.

Incluso entre las sombras que provocaba el atardecer, Tooru siempre reconocería esa silueta.

Sintió su próxima exhalación atraparse en la garganta cuando esos ojos de acero se encontraron con los suyos.

Tooru dio tentativamente su siguiente paso; su pie tan inseguro como un ciervo recién nacido. La cara de Hajime se enfocaba mejor a medida que se acercaba. Tenía demasiado miedo de parpadear, pensando que desaparecería si se atrevía a cerrar los ojos, incluso por un solo milisegundo. Tooru registró que la bolsa se le caía de la mano, pero no la oyó aterrizar.

Se detuvo frente a Hajime, una mezcla de náuseas y familiaridad llenando su estómago.

– Te prometí cuándo teníamos once que no iría a ninguna parte. Te prometí a los quince años que siempre serías mi mejor amigo. A los diecinueve te dije que te amaba después nuestra primera fiesta en la universidad. Estoy aquí a los veintisiete para decirte que aún te amo, siempre lo he hecho –se detuvo cuando una lágrima rodó por su mejilla.

– ¿Tooru, me dejarías armarte?

Los latidos de Tooru se detuvieron. La brisa fría de la noche de verano picaba sus ojos al parpadear para contener las lágrimas a punto de derramarse. Su boca se sentía llena de gasa; imposiblemente seca, su lengua pesada sobre sus dientes.

No se percató de que estaba asintiendo en respuesta hasta que sintió calientes, fuertes manos acunar sus mejillas. Los pulgares de Hajime acariciaron bajo sus ojos, sonriendo a través de las lágrimas.

– Si, Dios, sí –se las arregló para decir. Su sonrisa amenazando con rasgar sus labios de las orillas.

Los labios de Hajime eran tan suaves contra los suyos severamente agrietados. El escozor de sus labios contra los cortes que Tooru hizo en su piel fue agridulce. No estaban ebrios, nadie estaba enojado; fue un momento de claridad.

Hajime se separó, su mano alcanzando la de Tooru para entrelazarlas.

– ¿Hajime, puedes prometerme que lo haremos funcionar?

– Siempre.

Y la primera vez en la vida de Tooru, fue sencillo respirar.

FIN

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Historia original: iwachanpls
Traducción: ZhangDay

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