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Simplemente no lo aceptaba todavía.

Hajime envolvió con sus manos la taza de café. El amanecer asomándose por la grieta de las cortinas de la cocina. Sus mejillas se sentían rígidas por la sal de sus lágrimas. El sonido de suaves pisadas por las escaleras lo sacó de sus pensamientos. Manos delicadas llegaron a envolver sus agitados hombros.

Masumi.

La boca de Hajime se abrió, como un pez fuera de su pecera. Estaba perdiendo aire y lo estaba haciendo rápidamente. Masumi susurró un gentil "shh" directamente en su oído. Su pulgar frotando círculos cuidadosos sobre su clavícula. Ella lo sostuvo cerca, su cálido aroma aliviando la tensión en todo su cuerpo.

– Está bien.

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