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El estridente ruido del bar le estaba dando dolor de cabeza a Tooru. Sus párpados se sentían pesados con cada parpadeo aleccionador que hacía. Podía ver a Hajime por el rabillo del ojo charlando con un amigo suyo. Sus dedos se sentían húmedos y fríos; culpaba de ello al flujo constante de condensación de la bebida que estaba consumiendo.

Había pasado una semana desde que Tooru habló con Masumi. Una semana desde que Iwaizumi le había dedicado una palabra.

Fueron seis semanas y media antes de la boda.

Tooru, quiero que seas mi padrino de bodas.

Issei había planeado la despedida de soltero de Hajime, un asunto discreto en un bar local. La fiesta era pequeña: las pocas personas con las que Hajime se mantenía en contacto regularmente desde la preparatoria, algunos de sus compañeros de trabajo y miembros de la liga local de voleibol de la que formaba parte. Tooru se sintió claramente fuera de lugar. Hajime se había negado a reconocer su presencia toda la noche, prefiriendo revolotear de persona en persona y saltándole cada rotación.

La última conversación de Hajime llegó a su fin y sus ojos miraron la barra. Tooru le sonrió con dolor cuando sus ojos se cerraron. Hajime mantuvo contacto visual durante unos segundos, pero rápidamente desvió su mirada. Tooru se encogió de hombros lo mejor que pudo– después de todo, esta era la noche de Hajime y aquí estaba tratando de reconciliarse con él en medio de su despedida de soltero. Tooru llamó al camarero y ordenó su tercera bebida de la noche; un simple ron con Coca-Cola.

Tooru registró vagamente tener conversaciones con su amigo, su risa sonando extraña a sus oídos. La sensación de sus dedos agarrando la barra lo único que lo llevaba a la realidad. Sus uñas se clavaron dolorosamente en la madera desgastada; sus uñas se blanquearon al hacer el esfuerzo. Hajime había desaparecido en el baño y aún no salá. Tooru seguía mirando hacia la puerta y se excusó después de haber pasado cinco minutos, cada vez más preocupado – después de todo, seguía siendo su mejor amigo.

Tooru golpeó la puerta del baño, el sonido que resonaba pesadamente en sus oídos. Tragó mientras escuchaba el chasquido de la cerradura y el crujido de la puerta que se abría repentinamente. Hajime regañadientes miró a Tooru antes de arrastrarle dentro; su agarre alrededor de su cuello apretado y seguro. Lo dejó ir una vez que lo presionó contra la pared.

– ¿Hajime, qué pa-

– No, no. No es tu turno de hablar. S-solo cállate –arrastró las palabras, su mano se deslizó y se enroscó el dobladillo de la chaqueta del otro. Tooru cerró la boca, sus mejillas sonrojándose.

– T-tu- ¿Estaba tan feliz? Mierda yo nunca pedí esto- ¿Por qué? ¿Por qué tienes que arruinarme esto? –dijo–. Estaba superándolo, iba a vivir una vida normal.

El aliento de Hajime quemaba contra los oídos de Tooru, su piel cosquilleando por la sensación.

– No creo que lo entiendas- en verdad no lo jodidos entiendes, mierda, esto no es lo que se suponía debía de pasar –Hajime se alejó, las palmas de sus manos cubrían sus ojos. Su respiración saliendo entrecortada y su cuerpo temblando con lo que Tooru pudo suponer era enojo.

– Se suponía que tú me superarías; se suponía que yo debía superarte ¿Entonces por qué sigo amándote? –prácticamente gritaba, caminando por el pequeño espacio.

Permaneció inmóvil.

Era casi como si su tren de carga de pensamientos se estrellara repentinamente. El desbordamiento era un mensaje inteligible.

Tooru parpadeo lentamente. Su cabeza golpeó el frío azulejo –el dolor se desvaneció– abrumado por el choque de unos labios contra los suyos. Era brutal; las emociones se marcaron contra sus labios y su cuerpo rápidamente se incendió. La mano tras su cuello lo acerco con dureza, profundizando el beso. Sintió dientes mordisquear con fuerza su labio inferior; el olor a sangre se mezcló con sus respiraciones. Hajime se sentía tan seguro, constante incluso, contra él. Tooru fue inundado con el mismo aroma que recordaba de años atrás –un toque de almizcle, dulzura, y sobre todo algo indescriptible de a Hajime.

Las mejillas de Tooru estaban mojadas, pero no lloraba. Tooru se alejó justo mientras Hajime se ahogaba con un sollozo; todo su cuerpo convulsionaba. Sus brazos extendían la mano para atraer a Tooru más cerca, casi como si no pudiera mantenerse de pie sin su apoyo. Las lágrimas de Hajime humedecieron la camiseta de Tooru y pudo sentir la tela pegándose a su piel ya sudada. Tooru se movía en piloto automático mientras presionaba la cara de Hajime contra su pecho.

– Perdóname por amarte –se ahogó.

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