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Hajime se mudó junto a Masumi poco después de su graduación en la universidad. Vivían en un colorido apartamento en los suburbios de Tokio. Hajime continúo con sus estudios médicos en una universidad cercana y trabajando como asistente médico de tiempo parcial. Masumi de inmediato comenzó a trabajar enseñando a 4to grado. Eran la pareja perfecta: Hajime con su brillante y claro futuro; Masumi con su tierna naturaleza y amable corazón. La gente les decía que un día construirían una bella familia.

Tooru apenas logró pasar su último año. Siendo sacado del equipo de voleibol –su rodilla rindiéndose a la mitad de la temporada. Sin la constancia del voleibol y sin tener a Hajime constantemente en su vida, Tooru rápidamente se deterioró. El número de noches transcurridas en el piso del baño aumentaron. Dejo de atender a clases y pronto no salió más de su apartamento. La vida continuaba y todo lo que Tooru podía hacer era mirar fijamente las estrellas pegadas en su techo. Como él, estaban descoloridas y apenas colgadas de un hilo; amenazando con colapsar a la más mínima provocación.

Hajime lo invitó a cenar junto a Masumi. No había a Tooru en semanas –muy ocupado con su trabajo y la escuela. Tooru miró los moretones que se desvanecían en sus brazos donde se había agarrado con demasiada fuerza en medio de un ataque de pánico mientras se sentaba frente a ellos en la cena. Se rio de lo que sea que Masumi acabara de decir, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. Tooru atrapó a Hajime tomando la mano de su novia con fuerza, entrelazando sus dedos y presionando sus nudillos contra su muslo como una respuesta silenciosa.

– Oikawa-san, conozco a esta excelente chica con quién creo congeniarías muy bien –Masumi le dijo con la voz llena de felicidad.

– ¡Ah, muchas gracias por la oferta, Kurogane-kun! Me temo a que no necesariamente me inclino a esa dirección –Tooru añadió comillas con sus dedos y rio. Sus mirada chocó con la de Hajime y noto lo excepcionalmente quieto que estaba. Masumi se sonrojó y tosió.

– Oh... Lo siento. No lo sabía, Hajime nunca me lo menciono –Tooru mantuvo su mirada fija en Hajime, quien se removió incómodo en su asiento y ahora se negaba a encontrar su mirada.

Oh.

– ¡Esta bien! No todas las personas lo saben así que no es sorpresa que Iwa-chan no te lo dijera –contesto, sus nudillos se volvieron blancos por la presión que su puño ejercía.

Hajime llevo a Masumi de vuelta a su apartamento y se excusó con acompañar a Tooru a la estación del tren. Masumi dejo un dulce beso en sus labios antes de darle las buenas noches a Tooru. Sintió de nuevo ese revoltijo de celos mientras ella caminaba a su apartamento y cerraba la puerta con firmeza. Hajime tomo a Tooru por el antebarzo, prácticamente jalándolo por el pasillo y las escaleras.

– ¿Qué es lo que intentabas lograr allá Oikawa? –Hajime lo tenía presionado al lado del edificio, su cuerpo aprisionándolo contra el cemento.

– Uh, uhm- Yo, yo no lo sé. Solo se me salió, no sabía que tú no... Le habías dicho –Tooru consiguió tartamudear. Las palabras se sentían pesadas en su boca, su lengua era un peso muerto. Se sentía débil el insignificante bajo el escrutinio de Hajime.

Los ojos de Hajime se suavizaron, su mano bajo ora posicionarse en el hombro de Tooru. Exhaló mientras su pulgar frotaba círculos lentos en los huesos que sobresalían de su hombro. Tooru se inclinó hacia el tacto, deseando ese contacto físico. No había sido tocado por otra persona en semanas. Hajime lo empujo hacía adelante hasta que el espacio entre ellos fue nulo.

– Perdón por enojarme contigo –Hajime susurró contra el pliegue de su cuello.

La piel de Tooru parecía arder –sus sentidos abrumados por la proximidad del otro. Hajime aún olía igual que todos esos años atrás, algo distintivo en el. Su garganta se contrajo y mordió su lengua hasta romper la piel y un sabor metálico lleno sus papilas. Su boca estaba llena de algodón; muy seca para formar palabras coherentes. Dócilmente asintió para aceptar las disculpas y llevo los brazos hacía el torso de Hajime.

Y estuvieron de pie en la oscuridad por lo que parecieron horas. En realidad fueron unos pocos minutos. Tooru no se percató de haber estado llorando hasta que Hajime se separó y secó sus mejillas, su dedo acariciando su marcado pómulo. Hajime lo observó –la silenciosa pregunta por la razón detrás de esas lágrimas se hizo clara para Tooru.

– Solo he estado muy cansado, sí, cansado. Exhausto en realidad. Necesitaba esto –Tooru le regaló una sonrisa triste, parecida a la de antes, iluminando sus hermosas facciones. Bajo el poste de luz su piel parecía delgada como el papel; su sonrisa amenazaba con desgarrarse donde era más vulnerable. No importaba lo mucho que Tooru intentara esconderse de su mirada, Hajime continúo observando. Viéndolo fijamente y por mucho tiempo como si intentara hallar las palabras correctas por decir, solo las cosas correctas que hacer. Despertó tan pronto su teléfono comenzó a sonar incesante. Ambos sabían quién llamaba; Hajime rápido atendió la llamada y se disculpó prometiendo llegar a casa en un minuto.

– Tengo que regresar, Masumi se pregunta dónde estoy.

– Está bien.

Realmente no estaba bien

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Ve a casa || IWAOI ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora