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Tooru amortiguó su quejido en el pecho de Hajime y sus brazos se aferraron con fuerza a sus hombros. Habían perdido el último partido de voleibol de su carrera en preparatoria. La tela húmeda de la camiseta de Hajime enfriaba sus mejillas calientes. No podía detener sus hipidos, la callada habitación haciendo eco a sus feos sollozos para que el los escuchara.

Todo lo que sentía era el calor de Hajime y la esencia de la primavera impregnada a su piel.

Hajime con cuidado rozó los labios sobre la coronilla del cabello de Tooru; su aliento moviendo suavemente sus salvajes hebras castañas. El corazón de Tooru se aceleró y sus palmas de pronto se pusieron sudorosas contra la tela. Se liberó delicadamente de sus brazos –no podía hacer esto, al menos no por ahora–. Trajo con lentitud su mirada hacía la de Hajime y se encontró con la misma pena y dolor que el mismo sentía. Los dedos de Hajime se dirigieron hacía el cuello de Tooru y juntó sus frentes.

Tooru olía el dulce aroma de la bebida deportiva en el aliento de Hajime. El espacio entre ellos era caliente y Tooru luchaba con inhalar por su proximidad. Esos profundos ojos color chocolate se clavaron en los suyos mientras Tooru alzaba su mano para pasar su pulgar por la mandíbula de Hajime. Sentía haberse ganado algún tipo de premio cuando el otro se estremeció bajo su toque.

Tooru sabía que crecería para arrepentirse de su siguiente movimiento.

Con un movimiento de la parte superior de su cuerpo, sus labios rozaron suavemente los ajenos. Sus ojos se cerraron ante el abrasador calor que consumía su cuerpo entero. Los labios de Hajime estaban agrietados pero suaves. El cuerpo conectado al suyo a través del más leve de los toques se había quedado inmóvil. La interacción había durado –tal vez– seis segundos antes de que Tooru fuera empujado por los hombros. Su cabeza golpeó la cabecera de la cama y el dolor llegó tarde gracias a la vista de Hajime limpiando su boca con el dorso de su mano.

– Sal de aquí.

Tooru se apresuró a levantarse. Tropezando con sus propias piernas largas al tomar su bolso y azotar la puerta del dormitorio para abrirla. Y luego corrió. Corrió las escaleras de la casa de Hajime, las dos cuadras para llegar a casa, y luego dentro de su mismo hogar.

Tooru no salió de su habitación en una semana.

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