𝐏𝐫𝐨́𝐥𝐨𝐠𝐨

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La pequeña niña entró en la sala, encontrándose con su padre allí dentro.

—Hola cariño —saludó el hombre, sonriendo.

—Hola papi —la niña, feliz, empezó a correr hacia él y rodeó sus pequeños brazos en su pierna, abrazándolo.

Hacía semanas que no lo veía. Lo había echado de menos.

Su padre la cogió en brazos y tras darle un beso en la frente la sentó en una camilla.

—¿Ya te han dicho lo que vienes a hacer aquí? —le preguntó.

La niña asintió con la cabeza.

—Unas preguntas —respondió sonriente.

—Exacto, te haré unas preguntas y tienes que responder, con lo que tú creas, ¿de acuerdo? No hay respuestas incorrectas.

—De acuerdo —volvió a asentir.

Su padre la tumbó en la camilla hasta que quedó mirando el techo.
La niña no dijo nada cuando le colocó en la frente, el pecho y en cada muñeca unas pegatinas de las que salía un hilo que conectaba con varios ordenadores y maquinas.

—Tu tranquila, solo serán 20 preguntas muy divertidas, será muy rápido y después podrás volver a casa con mamá.

Ella asintió sonriente y cerró los ojos, como su padre se lo pidió. Durante los siguientes minutos hizo lo que le había dicho, contestó a cada una de las preguntas con la verdad. Al terminar, se quitó esas pegatinas del cuerpo y se incorporó hasta quedar sentada.

—Muy bien cariño —felicitó su padre, cogiéndola en brazos —. Ahora ya puedes ir con mamá, te está esperando fuera.

—¿Y tú no vienes...? —preguntó ella con tristeza.

—No, yo me quedo trabajando un poco más, pero volveré a casa cuando pueda, que será dentro de muy poquito.

No lo creyó. Siempre decía lo mismo y nunca era verdad, pero igualmente asintió y lo abrazó con fuerza, dispuesta a no soltarlo.

De repente, la puerta de la sala se abrió dejando ver a un señor, de mediana edad, vestido con una bata larga y completamente blanca.

—Doctor Raymond tenemos que seguir —informó.

—Enseguida.

El padre dejó a su hija al suelo y antes de irse le dio una piruleta, su favorita. Ella sonrió y salió felizmente de la habitación dando pequeños saltos de alegría.

—¿Ya ha visto los resultados señor?

—Aún no —respondió el padre —, los veré ahora.

Se dirigió al ordenador que tenía en la mesa y buscó en él los resultados de su hija.

—¿Qué...? —murmuró al ver la palabra escrita allí.

—¿Va todo bien señor?

—Acércate —indicó él.

Cuando el hombre estuvo al lado del ordenador, leyó la palabra, una, y otra, y otra vez intentando descifrar el significado.

—Rayen —leyó en voz alta el padre.

—¿Qué significa eso señor?

—No tengo ni idea.

• • •

Bueno bueno bueno... espero que os haya gustado el prólogo. ¡Estoy emocionadaaa!

Gracias por darle una oportunidad <3

RayenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora