✩𝐂𝐚𝐩. 1✩

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19 de abril, 2943

A los humanos nos atrae lo prohibido.
En general.
El simple hecho de que nos prohiban algo, por muy insignificante que sea, hace que la curiosidad o el deseo por hacer eso aumente.

Me educaron, y criaron, enseñándome que salir de Drytgar —la ciudad donde había nacido —estaba prohibido.

¿Por qué? Nadie lo sabía.
O sí que había gente que lo sabía pero lo mantenía en secreto, y eso aún me daba más curiosidad.

A cualquier adulto al que le preguntaras te diría "aquí estás a salvo, feliz, y tienes a tus amigos y familia... ¿qué más necesitas?"

Nunca había obtenido una respuesta diferente a esa.

Cuando era pequeña, recuerdo que en clase todos los alumnos siempre preguntábamos a los profesores cosas sobre el mundo fuera de Drytgar, pero nunca nos querían responder.
A lo largo de los años creo que aceptamos que no servía de nada seguir preguntando.

—¿En qué piensas? —la voz de Astrid me distrae de mis pensamientos, me giro hacia ella y la veo bebiendo el alcohol que han conseguido robar unos compañeros de clase.

El alcohol en nuestra ciudad está más que prohibido.
Los jefes sólo lo aprueban cuando hay una celebración, por eso siguen vendiéndolo. Pero si te pillan consumiéndolo sin previo aviso pueden hasta echarte de Drytgar, porque hace unos años hubo problemas con gente que bebía mucho.
Y aquí estamos, más de 20 adolescentes, en el bosque de Landburn bebiendo alcohol.

Creo que con esa demostración ya podemos confirmar que lo prohibido, el riesgo de que te pillen y la adrenalina es algo que nos atrae a todos los humanos.

—En nada —me encojo de hombros.

—¿Cómo crees que será ir a Deermead?

—No tengo ni idea —suspiro —solo sé que estar dos años encerrada en un internado con la misma gente va a matarme.

—Mentira. Cuando tú te refieres a gente, las dos sabemos que estás pensando en una sola persona.

—Bueno, esque es tan insoportable que parece que haya muchos —me encojo de hombros.

Astrid empieza a reír.

—Yo creo que será muuuuuy aburrido —alarga el "muy" dándome a entender que ya está bastante borracha, y empieza a reírse sola.

—¿Qué será muy aburrido? —una voz masculina que por desgracia conozco hace que ponga los ojos en blanco.

—Deermead —responde Astrid sonriente.

—No creo que aburrido sea la palabra que usaría para describirlo... —empieza a decir, pero decido intervenir.

—¿Nunca te han dicho que meterte conversaciones ajenas es de mala educación? —pregunto, sin una pizca de amabilidad.

—Nunca —sonríe —¿te lo han dicho a ti? Porque cuando he preguntado estaba muy claro que la pregunta iba dirigida a Astrid, no a ti. Así que deja que siga hablando con ella.

—Eres insoportable... —digo por lo bajo.

—¿Perdón? —escucho que dice, y noto como se acerca más a mí.

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