✩𝐂𝐚𝐩. 11✩

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9 de mayo, 2943

Me pongo los auriculares mientras espero en la cola. Hoy por fin nos darán las cartas de nuestras familias y ya quiero leer lo que me dice mi madre.
Nunca pensé que la iba a echar tanto de menos, pero bueno, tan solo será un año y la volveré a ver.

Los guardias deben tenerlo ya todo muy bien organizado para encontrar las cartas con facilidad porque la cola avanza bastante rápido.
Por mi lado veo pasar a gente, con las respuestas de sus familias ya en sus manos. Algunos no pueden esperar y van leyendo mientras caminan mientras que otros se lo guardan para seguramente después leerlo en algún sitio más tranquilo.

Cuando vuelvo a girarme hacia delante veo que soy la primera en la cola. Le sonrío al guardia, que me devuelve la sonrisa.

—Brielle Raymond.

Dicho esto, los guardias empiezan a intercambiar miradas nerviosas.
¿Qué pasa?
Me quedo callada mirando, esperando a que digan algo.

De repente uno de ellos carraspea y fijo mi atención en él.

—Brielle, tú madre no ha respondido —me dice tal cual.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunto preocupada —¿pasa algo?

—Esto... nosotros no sabemos nada —responde otro de los guardias, mirándome con... ¿lastima?

Salgo de la cola con el corazón encogido.
¿Habrá pasado algo?

—¡Bri! —Astrid viene corriendo hacia mi —¿Ya tienes tu carta?

Niego con la cabeza, perdida en mis pensamientos.

—¿Estás bien? —me mira preocupada.

—Claro —hasta que no hable con mi padre no voy a pensar nada, puede que simplemente esté ocupada —¿Tú tienes la tuya?

—Si —sonríe emocionada —pero ¿por qué no tienes tú la tuya?

—No lo sé. Simplemente me han dicho que no había respondido.

—Que raro...

Me encojo de hombros.

—Bueno, ya se lo preguntaré a mi padre.

—Claro —sonríe, seguramente intentando animarme, y funciona. Astrid es de esas personas que con tan solo sonreírte logran ponerte de buen humor.

—Creo que iré a hablar con mi padre, a ver si sabe algo.

—Claro —justo en ese momento aparece Shomy, me despido de las dos y empiezo a caminar por los pasillos. Quiero encontrar un lugar tranquilo para llamarle.

Salgo al jardín y al ver que no hay nadie marco su número. Tarda unos cuantos tonos en contestar pero al fin atiende a la llamada.

—¿Pasa algo hija? —su voz suena preocupada.

—No no, no te preocupes es solo... ¿mamá está bien?

Pasan unos segundos. De repente oigo un suspiro y carraspea.

—Sí cariño, está bien.

—¿Seguro?

—Sí. ¿Por qué preguntas?

—No ha respondido a mi carta.

Vuelve a haber un silencio que se me hace eterno.

—Ella está... ocupada.

—¿No le pasa nada?

—Bueno, ya sabes que tiene algunos problemas de salud pero... —se calla otra vez —tú no te preocupes, ¿vale?

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