Capítulo once: Aliado.

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OMEGA.

Capítulo once: Aliado.


Era horrible.

No encontraba otra palabra para describir sus memorias.

Todo parecía querer consumirlo en una extraña oscuridad que poco a poco se convertía en su mejor aliada.

Podía sentir la pausa respiración a su espalda, esperando su siguiente movimiento. Ese enorme zorro solo lograba ponerle los nervios de punta; ¿Miedo? mentiría si dijera que no. Era como si su mente le estuviera jugando malas pasadas; nada de aquello tenía una lógica, una secuencia o algún punto de resolución.

Estaba solo.

Completamente solo en un entorno que no conocía... donde su madre...

Las lágrimas volvieron a salir de sus ojos azules mientras el llanto inundaba su garganta. Esa enorme bestia vivía en su interior; las últimas horas había guardado silencio dejando que sus sollozos fueran el único sonido que gobernaba su mente.

—¿Po-por qué...? — musitó anhelando una respuesta que sabía no llegaría. Estaba perdido en un mar de confusión donde sentía que pronto se ahogaría.

No podía más con toda esa confusión.

¡Ni siquiera podía hacer algo! Tenía miedo de regresar a la realidad; de ver a aquellos monstruos matarlos a cada uno de ellos ¡¿por qué diablos seguía con vida?! ¡¿por qué no los habían matado?! No comprendía nada de ellos, y mucho menos entendía sus palabras.

Era tan desconocido.

—No teníamos tiempo y elegiste quedarte, mocoso — le reprochó el enorme ejemplar.

—¡No quiero escucharte 'ttebayo! ¡Eres uno de ellos!

El zorro gruñó ante sus palabras, había dormido alrededor de dos siglos y tener que estar dentro de un adolescente tal vez era su cruel destino por abandonar a los suyos hace muchísimos años atrás; antes de que ese mundo se fuera al carajo. Sin embargo, estaba consciente que desde que despertó solo buscaba una sola cosa.

Venganza.

—No hay tiempo para tus berridos, humano.

—¡Cállate! ¡Cállate! — volvió a rugir mientras se tapaba los oídos tratando de encontrar silencio. No quería tener nada que ver con él; prefería la soledad de su mente a la confusión que lo golpeaba continuamente.

«Espera la señal, Naruto» le había dicho su madre, ¡¿qué maldita señal?! Sí, todo estaba de mierda. Quería regresar a casa con su padre, que Minato le prometiera que todo estaría bien, ¡qué ambos rescataría a mamá!; pero el recuerdo solo logró amargarlo más. Estaría decepcionado por no hacer nada; por dejar a su progenitora a la deriva.

Debía poder con ello.

Tenía que sobrellevarlo.

Podía ser más fuerte.

—¿Qué eres tú? — preguntó limpiándose las lágrimas, tratando de volver a tener el control de sí mismo; no podía darse ese lujo, no podía dudar. ¡Tenía que salvar a su madre! Giró con lentitud encontrándose con aquellos ojos rojos.

—Kurama, tu instinto — no soltó de todo la verdad. No estaba tan seguro que su pequeña mente de humano pudiera procesar toda la información que quería.

—¿Qué son ellos? — cuestionó. Su instinto era su supervivencia en aquel lugar; por más miedo que le causara la enorme bestia debía aprender a aceptarlo para poder superarlo.

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