Prologo

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Dulce, muy dulce. Era un aroma sutil si tiene en cuenta todos los olores que había en esa casa, pero que de igual manera persistía. Al menos para él porque parecía ser el único que lo notaba.

Mientras más se acercaba más lo sentía, se guiaba en base a ese delicioso aroma.

Jazmines...

Era fresco y agradable, incluso a veces debía detenerse porque el olor lo hipnotizaba de una forma en la que no podía ni controlar sus propios pies. No sabía porqué seguía el rastro del aroma pero no quería perderlo.

Caminaba entre la gente como podía, intentando no chocar pero estando casi sonámbulo no ayudaba. Sus pies se chocaban entre sí, caminaba de manera torpe, pero de alguna forma no se caía.

No había tomado pero se sentía mareado, embelesado con ese dulzor.

Perfume...

En el patio, alejándose de las pocas personas que había allí fuera, en el fondo donde apenas se veía. No sabía en qué momento había empezado a correr.

¿Miel quizás?

Una luz alejada, donde la música apenas llegaba aunque él no era capaz de escucharla. No le podía prestar atención a otra cosa.

Detuvo en seco su correr.

Ahí estaba.

Sentado sobre un banco de madera, no muy limpio en realidad, en el fondo del jardín de aquella casa ajena. Se veía bastante pequeño en musculatura, delgado pero de alguna forma atractivo, tenía el cabello blanco y largo hasta los hombros quizás, no podía calcular bien por la masculina coleta que sostenía su pelo.

De espaldas, al parecer sin oírlo, en una posición tranquila. Tenía auriculares puestos.

Sintió algo que no sabe explicar, como si de la nada todo en su vida tuviera sentido y hubiera sido sólo un plan para atraerlo hasta allí. Como si su única misión en esta vida fuera ver a esa persona así, calmado y haciendo un compás con los dedos contra la madera.

Su cuerpo no le pertenecía, así que sólo pudo quedarse callado y observar como con mucha lentitud se sentaba a un lado del chico, sintiéndose demasiado tenso al punto de que su espalda no tocaba el respaldo, apenas y se había podido sentar correctamente.

El aire se fue por completo de su sistema cuando el chico volteó a verlo. Un celeste casi imposible formaba parte de esa intensa mirada. Una sonrisa sincera y el delicado gesto que llevó a cabo cuando retiró los auriculares de sus oídos fueron todo lo que necesitó para entender lo que sucedía.

Era su destinado.

No le fue posible encontrar otra explicación a tanta perfección.

Si, ese chico era su destino.

--Hola.

Que lindo, como saluda.

Oh.

Mierda ¡¿Cómo se habla?!

--Ho...hola-- Se le fue todo el aire en un momento, como si realmente hubiera olvidado el como hablar y se le escapara todo el oxígeno entre las palabras, no se había dado cuenta de que estaba manteniendo la respiración-- Soy Usa.

--Un gusto, soy Argentina-- Con un gesto confiado y bastante delicado extendió su mano hasta él, al parecer esperando para estrechar un apretón.

Su mano temblaba.

El también lo sintió.

Argentina también lo estaba sintiendo.

Estiró, tiritando, la mano para corresponder el saludo.

Desde el roce de sus dedos hasta que sus palmas se conocieron y apretaron sus manos entre sí, un escalofrío los recorrió a ambos. La respiración se le agitaba de nuevo.

Tenía las manos frías y muy suaves.

Sin separar sus manos volvió a mirarlo a la cara ya que no había notado que había clavado sus ojos en la unión de sus dedos. Ambos conectaron miradas. Celeste, completamente celeste, como si un pedazo de cielo fuera parte de su mirar.

Como los ojos de un ángel.

--Nunca te había visto antes.

Nunca había visto a un omega tan lindo.

Nunca había visto a una persona en general tan hermosa.

--Nos mudamos hace poco, vivo a unas cuadras de aquí.

En la cabeza de Usa no faltaba mucho para pedirle ir a su casa y abrazarse todo lo que faltaba de noche.

Necesitaba sentirlo cerca.

--¿Cuántos años tienes?

--Dieciocho ¿Tu?

--Diecisiete

Parecían dos sonámbulos hablando, porque no se quitaban la mirada de encima, al parecer atrapados por los ojos del otro, apenas y le prestaban atención a la conversación.

No necesitaban decir nada, con sostenerse las manos estaban más que bien. Al menos los primeros quince minutos.

Luego Usa quiso más.

Se acercó, muy despacio y con cuidado hacia la cara del hermoso chico de ojos celestes, viendo cómo no era rechazado sino que este también se acercaba.

Faltaba poco para...

--¿Usa?

Volteó.

Oh mierda.

Regresó su mirar hacia el Omega que él supuso que era su destino hace unos momentos.

Este también miraba al chico que lo llamó.

--Hola.

No supo porqué le asustó tanto que Argentina saludara a la otra persona.

--Hola ¿Quién eres?

Mierda, mierda.

Se paró, de manera torpe, soltando la mano que tanto disfrutó sostener para acercarse al chico que acababa de entrar en escena.

--Él es Argentina, se acaba de mudar-- Aclaró sintiéndose acorralado a pesar de no haber hecho nada en realidad, aunque la intensión no faltó.

--Un gusto, soy Filipinas-- Tan simpático como siempre se acercó, saludando con dos besos en las mejillas de Argentina.

La cara del argentino era una confusión pura.

Aunque la suya no estaba muy lejos de eso tampoco.

¿Cómo iba a explicar que casi besa a un completo desconocido a su novio?



『𝔸𝕟𝕘𝕖𝕝 𝕖𝕪𝕖𝕤 』 ᴜꜱᴀʀɢ  🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora