PROLOGO

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PROLOGO 

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Albus entró a su casa, una hermosa morada ambientada en tonalidades grises y plateadas, también habían alfombras azules para contrastar con los grandes ventanales cubiertos por una fina tela grisácea. Respiró profundo sintiendo el agradable aroma a madera de pino y yerbabuena, característico de la persona que más ama en el mundo. Se quitó su abrigo, su sombrero, dejó la varita encima del recibidor de madera lustrada y se aflojó la corbata que iba dentro de su chaleco gris. Desabotonó los puños de su camisa mientras subía los peldaños de las escaleras en espiral.

Entró a la primera puerta que vio entreabierta, allí, sentado en la cómoda silla de cuero negro se encontraba Gellert Grindewald, su esposo. El mago búlgaro alzó sus ojos bicolores del diario encontrándose con los hermosos ojos marinos de Albus.

– Al fin llegas – le dijo con una suave sonrisa – ¿Cómo te fue en ese colegio?

Albus se acercó con las manos en sus bolcillos delanteros, se inclinó sobre el cuerpo de Gellert y lo besó, el búlgaro alzó su blanca y suave mano acunando la mejilla de Albus. Lo complicado de sus besos es que escasas veces podían detenerse, su relación no marcaba límites en cuanto a su pasión.

– ¿Por qué desprecias tanto a Hogwarts? Es la mejor escuela de magia que hay – dijo Albus enderezándose, una vez que Gellert se digno a dejarlo ir.

El rubio entornó las cejas – No pienso tener esta discusión contigo, amor.

El profesor solo sonrió dulcemente.

Gellert siempre trataba de no discutir con Albus, había aprendido el valor de la paciencia en todos los años que llevaban juntos.

– Me parece sensato de tu parte. ¿Cómo te fue a ti? – preguntó Albus sentándose en frente del gran escritorio de Gellert – Fue tu primer día como Jefe del departamento de seguridad mágica.

Gellert se encogió de hombros – Bastante bien, me agrada. Aunque quisiera poder tener dicho puesto en Bulgaria, Londres es más tu territorio.

Albus arrugó el ceño – No entiendo, Gell. Ambos decidimos estar aquí, de hecho, tu compraste esta casa.

Gellert asintió estando de acuerdo con lo que Albus decía pero se puso de pie. La varita de Sauco descansaba encima del escritorio, el mago búlgaro se encaminó hacia Albus, deteniéndose y apoyándose de espaldas en el fijo de la mesa, Albus alzó su cabeza para verlo a los ojos.

– Tu querías quedarte aquí –

El profesor parpadeo, comprendiendo lo que su esposo le decía.

– ¿Te quedaste aquí por mi?

– Te lo debía – explicó Gellert – Después de la muerte de Ariana, prometí no volver a hacerte sufrir, Albus.

Albus tragó saliva y se colocó lentamente de pie, acorralando al rubio entre su cuerpo y el escritorio.

– Yo te perdoné todo hace mucho tiempo, cuando decidiste renunciar a tus sueños por mi– susurró Albus – Pero, no quiero un mundo en el tu no seas completamente feliz.

Gellert recostó su cabeza en su mismo hombro mirando a Albus con anhelo, sabía que el profesor siempre tenía las palabras correctas.

– Soy feliz contigo, Albus – replicó el mago búlgaro – No cambiaría mi decisión ni mi vida ahora.

– Pero desearías que juntos tuviéramos la vida que tu querías desde el principio ¿no es así? – preguntó Albus en un susurro

Gellert suspiró, enderezándose y llevando sus manos a las caderas estrechas de Albus.

– Nunca te he mentido y sabes perfectamente que me hubiese gustado haber seguido con nuestros planes, con encontrar todas las reliquias pero a ti te amo más que a esos sueños y no estoy dispuesto a perderte por eso –

Albus sonrió suavemente – Yo soy muy feliz a tu lado, Gell.

– Estoy haciendo un buen trabajo –

El profesor asintió enteramente y cerró la distancia entre ellos, lo beso en los labios, aquellos que conocía tan bien y que adoraba probar siempre que podía. Sus labios se movían con tan anhelo y deseo que se dejaron llevar por la bruma deseosa y amorosa que los consumía más y más, sin embargo, fue Albus quien se detuvo cuando Gellert ya estaba a punto de desabotonarle el pantalón.

– No pararé – siseó Gellert entre sus labios.

– Gell... – Albus colocó sus manos encima de las de su esposo – No podemos...

Gellert abrió los ojos – ¿Por qué?

– He invitado a alguien a casa – repuso separándose del búlgaro

Gellert frunció el ceño – ¿A quien?

– A un amigo, más bien a un pupilo, me ha pedido ayuda con algunos animales mágicos – Albus se acomodó su chaleco mientras se acercaba a la puerta – Iré a ver que puedo hacer de cenar.

Gellert dio la vuelta para volver a su silla reclinable.

– ¿Margareth está de vacaciones? – preguntó sentándose

Margareth era la mujer que los ayudaba en la casa cuando ninguno de los dos estaban, se encargaba de la comida y el aseo, a veces la convivencia de dos hombres ocupados y con mucha carga encima era complicada pero Margareth solía siempre ser muy leal con ambos y discreta.

Albus se encogió de hombros – Esta en San mungo, su hija pequeña contrajo una extraña enfermedad.

– Lastima.

– Siempre tan empático – dijo Albus, sarcástico.

Gellert le quitó la mirada llevándola a los pergaminos. – No podemos ayudar a todos, Albus.

Albus guardó silencio y salió del estudio, conocía bien a Gellert, sabía bien todas sus intenciones, sabía de su verdadera y contenida naturaleza, cuando se casaron hace dos años en una ceremonia muy privada, fuera del ojo público y demás, Albus supo que amar a Gellert no era sencillo pero que el búlgaro se esforzaba cada día por ser mejor, o al menos por ser una buena persona, por Albus, porqué se lo merecía, hasta ahora hacia un buen trabajo... y Albus nunca podrá estar lo suficientemente agradecido con él... pero algo si sabía, la naturaleza nunca se engaña... 


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Hola, hola 

como ya saben la otra historia de estos dos... está en su recta final, quizá faltan seis o siete capitulos, creo... así que decidí subir esta historia. Es diferente, en esta historia Gellert eligió a Albus, y tendrá una vida con él con altibajos ¿no? no crean que por esa decisión todo good con ellos jeje pero bueno, se que la amaran (eso espero) un abrazo. 

UNA VIDA A TU LADO. - GRINDELDORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora