Capitulo 26.

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Albus extendió la manta en aquel hermoso pastal verde rodeada de arboles, la primavera en escocia era agradable, y Albus decidió disfrutar de sus días libres con su adorada familia. Los pequeños gemelos se encargaron de colocar todo en su lugar mientras Albus y Gellert sonreían por la emoción contagiada. Aurelius había ido por unas flores que quería obsequiarle a Annie con quien había tenido una buena relación los últimos días. Solían charlar en frente del fuego mientras Alek leía los viejos libros de Albus.

– Tuviste una gran idea, Al – dijo Gellert mirando a los pequeños organizar felizmente cada cosa que sacaban de las cestas.

Albus sonrió brillante – Siempre tengo buenas ideas, Gell.

– Listo – dijo Annie – Pueden sentarse.

Albus y Gellert así lo hicieron, el último extendió sus piernas y apoyó sus manos en la manta de cuadros rojos que era de Gryffindor, un viejo recuerdo de cuando Albus era estudiante.

Annie y Alek también ocuparon puestos en frente sobre la manta.

– Creo que Alek y yo nunca hemos hecho algo así – susurró la niña mirando el cielo y luego a sus padres adoptivos –

Albus sonrió mientras destapaba el pie de calabaza y manzana.

– Bueno, más razones para seguir haciendo picnics – dijo con una adorable sonrisa – A Gell tampoco le agradaban.

El albino se encogio de hombros mientras giraba los ojos.

– Es muy de muggles.

Alek lo miró – ¿Eres purista?

– No – respondió Gellert – Aunque mi familia lo era.

– ¿Enserio? ¿y tu por qué no? – preguntó Annie comiendo una galleta

Gellert suspiró, recordando aquellas épocas de su vida.

– Si soy sincero siempre pensé que los muggles tenían disposiciones diferentes a nosotros, pero no tengo nada en contra de ellos – dijo

– Mi padre amaba los muggles – dijo Alek e hizo una mueca – Les vendía... ese polvo que inhalan... ¿Cómo se llama Annie?

La niña miró a Gellert y Albus – Alek, ellos lo saben...

– Oh... – Alek sonrió apenado – Supongo que lo saben también.

– No interesa quien haya sido ese hombre – les dijo Albus – Ustedes no tienen nada que ver.

En ese momento Aurelius llegó con un enorme ramo de flores recién cortadas en sus brazos. Las puso en la manta mientras se sentaba al otro lado de Albus.

– ¡Son hermosas, Aurelius! – exclama Annie admirándolas

El joven sonrió – Son para ti, se lo mucho que te gustan en el jardín de la casa.

La niña sonrió suavemente mientras asentía.

– Ayer planté varias – le dijo a Albus – Aurelius me ayudó.

– Me alegro que te guste mi jardín, llevo años trabajando en él – dijo Albus alegre.

Annie miró a Aurelius – ¿Te vas, entonces?

– Si, me marchó mañana –

– ¿Filipinas?

El joven abrió los ojos – ¿Cómo lo sabes? Oh, cierto...

– No quise hacerlo – se disculpó la niña – lo lamento.

– No importa, eres talentosa de verdad – Aurelius se encogió de hombros – Un talento como el tuyo debe ser disfrutado.

UNA VIDA A TU LADO. - GRINDELDORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora