Capitulo 24.

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 Albus alzó el sobre blanco hueso, no tenía sello ni remitente, así que lo abrió con cuidado y extrajo el pergamino que se plegaba adentro, era una caligrafia fina y bonita.

Londres,

Señor Dumbledore,

Quisiera presentarme pero lo más conveniente es que no es prudente, por ende, solo le diré que vengo a dialogar con usted sobre varios... problemas que tenemos en común, no pierda el tiempo averiguando la procedencia de esta carta, la he sellado con magia y de todas maneras, espero de antemano que confié y se encuentre conmigo.

Debo anunciarle que tiene que venir solo, sería amable de su parte no avisarle a nadie que estará aquí, es por seguridad, por favor, entienda y acate lo que le digo, no crea que es algo peligroso, solo me gustaría hablar con usted.

Atentamente,

P.G.

Pdta: Encontrarse conmigo en el hotel Langham, habitación 403.

Evidentemente, Albus leyó varias veces la carta para estar seguro de no reconocer a nadie, y en efecto, no lo hizo, quiso avisarle a Gellert, era en extremo sospechoso pero algo en el interior le dijo que lo mejor sería hacer lo que el remitente decía, de igual manera, él no solía temerle a muchas cosas... se colocó su abrigo y desapareció a la cita.

El hotel era majestuoso y de arquitectura gótica, ideal para una cita a ciegas como dirían los muggles, y era justo a lo que Albus iba. En recepción le dieron la llave de la habitación y Albus se dirigió para allá, una vez abrió la puerta y la cerró, vio una hermosa habitación en tonos café y ámbar, un sillón en cuero y unas lámparas preciosas encima de repisas brillantes. Albus alzó su varita para conjurar un hechizo de revelación pero su acción fue detenida.

– No hace falta, señor Dumbledore, mi intención no es ocultarme – dijo una voz masculina a sus espaldas.

Albus se giró lentamente y vio a un hombre alto, fornido, bien vestido, con aroma impecable, cabello negro bien peinado hacia atrás, incluso se parecía un poco a la forma en que Gellert se peinaba.

– Mi nombre es Percival Graves, señor Dumbledore. Jefe de seguridad mágica en el ministerio estadounidense – se presentó –

Albus caminó hacia él – Un placer, señor Graves.

Se estrecharon sus manos mientras Graves lo miraba atentamente, cuando se soltaron el hombre señaló el sillón.

– Por favor, tome asiento – dijo – ¿Quiere una copa de vino, café, agua...?

Albus se sentó – Gracias, estoy bien así.

Percival asintió – Como quiera. – y se sentó en una poltrona individual al frente de Albus. – Se preguntará que hace aquí.

– Si, eso me pregunto.

– Verá, supe que usted está llenamente implicado en un caso reciente y de importancia. El tráfico de magos menores a las colonias africanas, supe por buena fuente que usted rescató a una niña de diez años y a varios niños que estaban con ella sin ningún problema – dijo – Y aunque, no queríamos entrometernos, el ministerio me ha dado luz verde para venir a hacer unas cuantas investigaciones sobre el caso y darle un freno, no es un caso netamente británico.

Albus unió sus manos – Es cierto me encontré vinculado pero ya lo he solucionado con el ministro de magia británico así que no veo como pueda seguir implicado.

UNA VIDA A TU LADO. - GRINDELDORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora