Capitulo 28.

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Merlín.

Fue la semana más larga y horripilante que Albus había vivido en su vida, lo extrañaba tanto y no solo a él, ahora tenía dos personitas más a quien extrañar. Odiaba quedarse en Hogwarts, odiaba no dormir en su cama matrimonial, detestaba levantarse y no ver el cuerpo de Gellert tranquilo y dormido a su lado, desnudo a veces, y también odiaba no poder besarlo, ni verlo, no hablarle... pero era necesario. Últimamente, Albus pensaba mucho en el carácter vengativo, cruel y gélido de Gellert, había asesinado a un hombre (justas intenciones) era un ser repugnante que había abusado de su hija pequeña, ¡claro que merecía el peor de los fines! Pero ¿Quién diablos eran ellos para acabar con la vida de alguien como si fuesen dueños de tal? Como si fuesen amos de la misma muerte, quizá Gellert pudo serlo, antes... ¿Será la varita de sauco? No, imposible, Gellert tenía completo control sobre ella, y aunque Albus, quiso buscarle razones a la actitud de Gellert no encontró más que la triste realidad: así era su esposo.

Luego, trató de asesinar a Percival Graves delante de sus hijos sin importarle nada más, ¡¿Cómo podía?! Lo meterían a Azkaban, peor aun, tendría que ir a MACUSA por asesinar a uno de los suyos a sangre fría, Merlín, ¡Gellert, ¿en que pensaba?! Y luego, su hermano... aquello fue la gota que rebozó la copa.

Podía dividir la razón en dos, entendía a Gellert pero también a Aberforth y sabe que fue muy mala idea juntarlos sin previo aviso sobretodo para Gellert que se había afianzado a su odio por Aberforth. Quizá, su hermano menor si tenía motivos para odiarlo, él debería hacerlo... o debió hacerlo, en el pasado, pero no iba a culparse por amarlo, eso ya lo había superado hace bastante tiempo, quizá eso es lo que necesite Aberforth... tiempo.

Era viernes, y pronto serian vacaciones de verano, los chicos abandonarían Hogwarts y Albus había estado planeando unas hermosas vacaciones, quizá Francia o Grecia, con los niños, sería espectacular... pero... pensar en Gellert le daba cierto retorcijón en la panza y Albus comprendía bien que sucedía: rencor.

Sentía rencor porqué sabía quien era Gellert y no podía culparlo, él siempre fue sincero con él respecto a todo, era Albus el que había aceptado estar con él pese a su... personalidad. Al diablo la personalidad, él lo amaba tal y como era, pero a veces... con hijos de por medio, quizá debería cambiar solo un poco, eso no le hacia daño a nadie.

– ¿Albus? –

La voz suave de Elphias resonó en su despacho, Albus alzó su mirada azul encontrándose con su viejo mejor amigo.

– Merlín, Elphias – Albus se encaminó hacia él para abrazarlo – ¿Cuándo llegaste a Londres?

– En Enero viajé a Noruega y estuve allá todo este tiempo, es hermoso, por cierto – contó el mago – ¿Y tu? Fui a tu casa pero nadie abrió.

Albus miró el reloj, eran... las dos de la tarde, ¿Dónde pudieron ir?

– ¿Ni siquiera los niños?

– No, nadie. Pensé que me había confundido, por lo del fidelous.

El profesor negó con la cabeza – Te di la ubicación correcta después de ponerlo.

Albus solo exhaló y se encogió de hombros, seguramente, están almorzando juntos... en algún lugar o en el ministerio con Gellert.

– Por cierto, Albus, ¿por qué pusiste el fidelius en tu casa? – preguntó

– Por seguridad, ¿no te conté lo de mis hijos por una carta? –

El mago asintió – No pensé que fuera así de grabe.

UNA VIDA A TU LADO. - GRINDELDORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora