Capitulo 27.

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Gellert estiró el brazo, palpó las sábanas y se llevó la decepcionante sorpresa de que Albus ya se había puesto de pie. Usualmente, los domingos se quedaban en cama hasta tarde, o al menos hasta que uno de los niños los llamara a la puerta, que era lo que casi siempre hacían, o dormían hasta tarde y Albus tenía que levantarlos. Pero esta vez, lo único que acompañaba a Gellert eran sábanas frías.

El búlgaro se preguntó si su esposo seguía molesto con él, cuando llegaron ayer de su picnic no le habló mucho y Gellert tampoco forzó la situación, simplemente se despidieron de un beso y cada uno se durmió... Gellert con la esperanza de que hoy el profesor se levantara con el pie derecho, sin embargo, no se apresuró en sacar conclusiones, quizá ahora estaba con Annie y Alek en el jardín, o desayunando, felices.

Se puso de pie y se colocó la levantadora encima de sus hombros desnudos. Cuando empezó a bajar los peldaños de las escaleras, su andar se pausó, escuchó una voz... reconocida y cerró los ojos en el acto. No podía ser cierto, para colmo de males... Aberforth Dumbledore estaba en su casa.

Debe ser una maldita broma... pensó el rubio mientras culminaba de bajar las escaleras. Pero si ese hombre pensaba que no iba a dar cara en su propia casa, estaba muy equivocado, Gellert Grindelwald nunca se esconde de nadie. Llegó al salón y varios pares de ojos lo miraron, Albus, Annie, Alek y Aurelius estaban charlando con Aberforth que también lo miró con aquellos ojos llenos de disgusto.

– Gellert – lo saludó Annie, animada – Por fin te levantas.

Gellert le sonrió a ella mientras se acercaba.

– No sabía que teníamos visitas – la voz de Gellert era suave, pero se podía sentir el veneno que destilaba –

Se sentó al lado de su pequeña hija, Alek estaba al lado de Albus.

– Grindelwald, cuanto tiempo – bramó Aberforth

– Debo decir lo mismo, disculpa que me sorprenda, Albus no me comentó nada – cuando dijo esto pudo ver un indicio de disgusto en la mirada de Albus.

Aberforth bufó – También es su casa, no es como que deba avisarte quien lo visita o no.

Silencio.

Un silencio perturbador invadió la casa.

Albus exhaló, dejando su taza de té encima de la mesa de centro.

– Lo invité, Gellert – dijo Albus con voz suave – Aurelius quería conocerlo, ya sabes que parte hoy.

– Hubiese sido bueno avisarme – dijo Gellert – No todos los días vemos la cara de tu hermano menor.

Aberforth enmarcó las cejas – Bueno, no todos los días me apetece verte. Pero eso ya lo sabes ¿no es así?

– Lo sé, por supuesto, no podemos estar más de acuerdo – espectó Gellert

Y todos, incluyendo a Albus miraban la escena como si se tratara de una maldita película de suspenso.

– De todas maneras, no vine por ti – Aberforth miró a su hermano menor – Vine a conocer a Aurelius, y de paso, a los hijos de Albus.

Gellert asintió – Que son los míos, también. Si sabes que tu hermano y yo nos casamos hace años ¿no?

Albus se rascó la frente, incomodo.

¿Por qué Gellert no pudo dormir una hora más? ¿Por qué no pensé en esto, Merlín?

Quizá porqué esperaba que Gellert se comportara. Que fuera más maduro que Aberforth o quien sabe que Diablos pensaba Albus.

UNA VIDA A TU LADO. - GRINDELDORE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora