4*.ISRAEL: El amor del marinero infiel.

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Toda la mañana me la pase en el estudio pero por fin logre terminar de preparar las composiciones para la temporada.

¡Maldito Tavo! No me molestan los nuevos inquilinos... Pero detesto cuando toma decisiones sin consultarme, es igual de manipulador que su padre.

Llevo practicando desde las diez y ya van para las cuatro, el tiempo pasa demasiado rápido, lo único que me puede separar del estudio es mi estomago rugiendo y vaya que muero de hambre.

Bajo las escaleras dirigiéndome a la cocina pero un fuerte ruido desde la sala me sorprende, corro a ver que sucede, entro y me veo a el Sr. Julio recogiendo unos cuantos libros del suelo.
Él notando mi presencia se excusó muy apenado:

-Señor Jokovic... Que pena pero creo que me emocione con su amplia colección.- Dijo poniéndose rojo como tómate.

-No se preocupe Señor Franchet, sólo fue un accidente, ¿esta bien?.- lo tranquilice mientras me agachaba para ayudarle.

-Estoy bien, solo necesito tomar un calmante, por los libros no se moleste, yo puedo recogerlos...- Dijo mientras acomodaba los libros en el anaquel.

-No es molestia, yo sólo iba a la cocina por algo de comer, ¿Gusta acompañarme?-le dije mientras sacudía mis rodillas.

-Agradezco su invitación pero ya fui a la cocina y conocí a la señorita Sandra, me preparó  un delicioso almuerzo, la que no a salido de su cuarto desde la mañana es la señorita Salomé.- Respondió mientras se acomodaba sus lentes de media luna.

-Bueno pasare a su alcoba para ver si tiene hambre.-me dirigí hacia la puerta.

-Joven Israel... Tengo que advertirle algo, la joven Salomé tiene cambios muy bruscos en su humor.- me detuvo.

-¿A que se refiere?- pregunte sin comprender.

-La va a ver muy diferente ahora de como la vio en la mañana, ella es una chiquilla muy melancólica y aveces se pone algo explosiva.- Me advirtió severo.

-No se preocupe seré cuidadoso.-Le dije aún sin comprender del todo.

Me dirijo a la alcoba de la joven, toco la puerta y una vocecita me da permiso de entrar, abro la puerta y encuentro una joven vestida con una vieja pijama con estampado de osos de gomita, sentada en el escritorio de la habitación, encorvada y con cabello recogido en una coleta mientras con esmero acomodaba unas maltratadas violetas en el florero, sus tristes ojos estaban irritados pero su rostro no tenían sentimiento alguno.

Ella, al ver que era yo, sonrió saludándome:
-Señor Israel... ¿Pasa algo?-

-Sólo venía a invitarla a comer algo en la cocina ¿Me acompaña?.-le dije estirando la mano para que viniera conmigo.

-Será un placer, acompañarlo.- Dijo levantándose de la silla y poniéndose unas pantuflas en forma de bota.

-Después de usted.-Espere a que saliera del cuarto.

Ya sentados en el comedor, Sandra nos trajo el almuerzo. La tierna y educada niña se transformo en una máquina devora emparedados y aunque comía como si fuera el último día de su vida, nunca perdió los modales, lo cual me pareció de lo más adorable.

Mientras mordía su emparedado me pregunto con esperanza;
-Señor Israel, usted sabe ¿Dónde hay una florería cerca?.-

-Creo que en el parque al otro lado de la cuadra, si quieres te llevo más tarde, el parque es bellísimo por la noche.-Le ofrecí a un con la boca un poco llena.

-¡Muchas Gracias! En verdad no tiene porque...-

-Ni lo digas... No tengo nada que hacer y en verdad me gustaría llevarte al parque, sería bueno que conocieras el vecindario para que puedas salir cuando quieras.-

Ella terminó, se limpió con la servilleta y le agradeció a Sandra:
-Muchas gracias señora Sandra, estuvo delicioso.-

-No es nada, además me da mucho gusto que el joven Israel ya halla conseguido inquilinos, la verdad la casa se sentía muy sola, silenciosa y triste, además que el joven Israel siempre comía sólo, no digamos con una joven tan bonita como usted.- le dijo Sandra a la joven con su característica imprudencia y una sonrisa en su regordete rostro siempre sonrojado.

-Sandra ¿No tienes deberes que hacer?- Le dije algo molesto.

-Bueno me retiro antes de que el señor Jokovic me despida por indiscreta.- Comentó a la joven retirandose burlesca.

-La señora Sandra es muy simpática.-Dijo mientras comía un bocado de tarta de durazno y crema de una forma muy infantil haciéndola lucir en extremo tierna.

-Vaya que lo es... Por cierto, si te escucha decirle señora se molestará, ella es señorita.-la corregí con paciencia.

-¿Enserió nunca se casó?-Preguntó con curiosidad en sus ojos.

-Estuvo en una relación con un marinero durante 23 años, su plan era casarse cuando dejarán de enviarlo lejos, se veían cada 2 meses en el puerto.-

-¿Y qué paso?-dijo con carita de apuro ¡Santa madre de la Tarta! ¿Cómo puede ser tan tierna?

-Llego un día al muelle para esperar a que bajara, y cuando lo vio venía con su esposa y 2 hijos, tenía 3 años de casado.-Nos quedamos un segundo ambos en silencio, la mire y tenía la cabeza agachada muy concentrada en la mesa, me volteo a ver y una lágrima rodó por su mejilla.

-¿Porqué los hombres no pueden tener sólo una mujer?- Me dijo con un tono de voz diferente, un poco más grave y más lágrimas cayendo por rostro.

-Porque... Las personas no aprecian lo que tienen, siempre anhelan más.- Trate de contestarle.

-Ese hombre no debería lastimar a más personas.-Dijo con una voz grave y con la mirada perdida.

-Deja de llorar-le dije tomando su rostro y secando sus lágrimas con mi pulgar, sus tristes ojos cafés me miraban llenos de lágrimas. -No se quien ni como pero alguien te a lastimado mucho.-Le dije poniendo un mechón rosado de su cabello tras la oreja.

-Tu jamás lastimes a quien amas, eso es algo que no se puede perdonar, debes encontrar una mujer que te haga feliz y te haga sentir que no necesitas nada más.- Tomó mi mano para apartarla de su rostro.

-Si amo a alguien siempre la voy a proteger aunque eso signifique protegerla de mi mismo.- solté su mano.

SaloméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora