14. Overthinking.

944 38 0
                                    

14. Overthinking.

Tal vez era todo el estrés y el sobrepensamiento, o simplemente el hecho de haber besado a Sammuel. No lo sabía. Pero estaba más confundida que nunca.

Y, mierda, sentía una ansiedad horrible. No podía dejar de hacer puntapiés, de buscar cosas que hacer, y ya había estudiado Matemáticas como para ser la próxima Einstein. Creo. Además, me habían devuelto el ejercicio, y saqué un sobresaliente alto. Iba bien. Tenía buenas notas, buenos amigos, buena casa... pero me faltaba algo. Me sentía a la mitad, vacía. Como si una pieza del puzzle me hiciera falta.

Había decidido faltar el Miércoles, porque, vamos, todos iban a faltar ese día. Pero esa no era la única razón. Era porque luego de ese beso yo actué como una cobarde. No como la auténtica June.

Era porque luego de al fin besar al chico que era dueño de mis pensamientos y la razón de mis divagaciones... No sabía cómo sentirme. Estaba... perdida. Sin falta de motivaciones. Confundida. Vuelta más desastre que de costumbre.

Sacudí la cabeza y logré ver una forma de calmar mis nervios, que estaban matándome lentamente.

Me cambié por unos pantalones de yoga, una camiseta y un bra para hacer ejercicio y me puse las Nike para correr negras con blanco.

Necesitaba despejar mi mente. Necesitaba saber qué sentía hacia Sammuel, y qué sentía él por mí.

No me despedí de él al salir de la fiesta. Solo desaparecí y la señora Piper nos recogió. Brooke estaba borracha. Decía muchas chorradas y su madre solo volteaba los ojos.

-Se lo advertí. -Y luego se encogió de hombros. Llegué a la una y media a casa y nada más me quité la ropa, quedé en panties y me tiré a dormir. Maldiciendo a las hormonas y a los labios perfectos de Sammuel.

Me até el cabello en una alta cola de caballo y cogí mi iPod antes de salir por la puerta principal. Tomé la bicicleta de Chase, que estaba tirada cerca de la grava de la entrada y salí por el portón, con Cage The Elephant brotando en mis oídos. Sentí cómo mis músculos se relajaban y cómo los nudos de mi cerebro se deshilaban. Despejando las nieblas.

Pedaleé por las calles hasta llegar a la playa de Malibu.

El aire era fresco, templado, y la playa estaba vacía. El bar, recordatorio del creador de mis momentos más trágicos y románticos, estaba abierto. Pero sabía que Sammuel no estaba allí. Sabía que él trabajaba en turnos por la tarde. No a las once de la mañana un día después de una fiesta.

Ahora Kanye West me cantaba una melodía rápida, movida y feliz. Justo lo que necesitaba.

Eché a correr, con monotonía pero con rapidez, y mientras más rápido hacía mover mis rodillas, más rápido sentía que la ansiedad se separara de mí.

El dolor en mis músculos me inspiraban a seguir corriendo, mucho más rápido.

Cuando decidí que ya tenía suficiente de la música, y necesitaba pensar, y desconectarme por completo; saqué los auriculares de mis oídos, los dejé en mi bolso para hacer ejercicio y lo dejé en unas sillas que estaban cerca del área recreativa.

Eché a correr nuevamente.

El sonido de las olas chocando contra el cañón y la orilla me relajaban de una manera increíble. Mis pies se movían casi solos, aunque mi respiración era pesada.

Sammuel, Sammuel. ¿Qué me gustaba de él?

Su sonrisa. Aceleré el movimiento de mis pies.
Lo primero, era esa sonrisa, esa que te hacía sentir que todo estaba bien. Esa sonrisa que era un recordatorio de que después de la tormenta viene el arcoiris. Esa sonrisa reconfortante...

El tímido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora