18. Papas, papás. GRAN diferencia.
Mejor no hablemos sobre lo que pasó en el Club. Primero porque no recuerdo un carajo, solo que besé a Sammuel y bailé con él hasta que los pies me dolieron como el infierno. Y que Greg se enrolló con una rubia muy linda. Segundo porque tengo una maldita resaca. Tercero porque YOLO y cuarto porque... Oh, mierda.
Una arcada me golpeó y vomité dentro del váter. ¡Santo Dios! ¿De dónde me salía tanta comida? Nisiquiera recuerdo haber comido nada. No recuerdo nada de nada.
−¿Por qué siempre soy yo la que te cuida cuando te enfermas? −America preguntó, agarrándome el cabello y dándome golpecitos en la espalda. Joder... el vómito sabía horrible. Vomité más. El olor era aún peor. Y vomité denuevo.
Y bueno, ahora estaba desparramada en mi cama, con mis piernas en algún lugar de ella, mis brazos enrollados y mi boca abierta.
Mi cuarto era un desastre. El Club 107 sacaba lo peor de mí.
Estaba durmiendo plácidamente, olvidando mi resaca, el alcohol, las venganzas, y concentrada en mi sueño. Un sueño jodidamente extraño pero era mejor que mi realidad, eso era definitivo. Entonces America me pateó en las costillas, y yo me caí de la cama.
No sé si era que todavía quedaba alcohol en mi sistema o qué, pero no sentí nada al caerme. Me acurruqué mejor en la alfombra suavecita y con olor a pies y volví a caer en un sueño profundo.
Un pitido provino de algún lugar de mi estropeada habitación, seguido de una voz dulce y preocupada.
−America...¿Estás bien? Dime que estás con June. Si lo estás avísame y estaré más calmada. Recuerda que hoy debes cuidar a tus hermanos, tu padre y yo iremos a nuestra cena de aniversario. Cuídate, America Stevenson, por favor. −Posiblemente una de las más largas notas de voz que hubiese escuchado en años.
La idiota que vivía en mi subconciente tuvo una pinchada de preocupación, pero la June de verdad con resaca decidió seguir durmiendo en el suelo de su cuarto.
−¡June, muévete! −Gruñí y me enterré más en la alfombra. ¿Esa voz era de el duende cuidador de la gruta? Aún no encontraba el tesoro... yo juro que lo encontraré, solo, solo...
−¡JUNE! −Algo frío, viscoso y con un olor peor al perfume de Tate me cayó encima. Me enderecé y lancé un gritito de sorpresa y dolor. ¿Por qué mi cabeza se sentía como si tuviese su propia fiesta dentro de mí? Ah, cierto, el tequila. Y el Sexo en la Playa, y el Smirnoff y... UGH.
No presté atención a las personas que estaban en mi habitación y mucho menos a que estaba solo con unos panties y mi blusa de ayer, y corrí a mi baño.
Vomitar era una mierda.
Apoyé mis manos en la taza y me levanté, con la cabeza palpitándome. Me paré frente al espejo y me observé. Mala idea.
Tenía el maquillaje corrido, un chupete en el cuello que esperaba fuese de Sam, y el cabello grasoso y sudado. Además, tenía encima ese coso viscoso que Chase me había tirado.
Así debía verme, así que todo bien.
Me eché agua en el rostro, me lo sequé y salí del baño, con mis ojos volviendo a cerrarse.
Pero el destello de mi reloj digital me hizo abrir los ojos de un tiro. ¡Tres y media de la tarde!
Y entonces miré a America, destrozada, en mi cama plácidamente durmiendo.
Y a Chase, con un chico buenísimo de pies a cabeza, y una señora de quizás cuarenta y cinco años, que miraba a su alrededor con horror, y Chase fulminándome con la mirada. Y el chico no quitaba sus ojos de mi culo.
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El tímido.
Novela JuvenilJune Charleston era ese tipo de chica que veías por la calle, y si eras mujer, probablemente dos cosas podrían pasar por tu cabeza: Envidia o admiración. Era solo con ver su caminar, su paso tan decidido y seguro, que hacía que los chicos quedasen h...