6. El negro es un color alegre.
Me gustaba Sammuel, ese era el punto de todo. No sabía si él sentía lo mismo. Digo, mis mejores amigas lo sabían ya. Me lo admití a mí misma que fue lo más difícil, pero al fin y al cabo, ese era el punto:
Un chico tímido, en solo cinco días me había robado el corazón. ¡A mí, que no me gustaba nadie!
¡En cinco días! Eso debería ser un logro. Porque, joder, a mí nunca me había cautivado nadie, de la forma que él lo hizo. Unos cuantos jugueteos de adolescentes calenturientos, claro. Pero a tal punto de sonrojarme, pensar en él casi siempre, de sentirme inferior a alguien, eso sí era raro. No era la misma June.
Y no sabía si odiarlo o no. No me gustaba sentirme débil, le huía al compromiso, a los corazones rotos, y el entregarme a alguien que no sé si verdaderamente me quiere. Odiaba el volverme débil, porque yo era June. La June Charleston: Difícil hasta los huesos, testaruda, valiente y guapa como el infierno.
Sammuel solamente me miraba y yo quería besarlo. Era algo inconsevible.
¡Lo conocí hace solo una semana, cinco días, nada más! Estaba volviéndome loca, en todo el sentido de la palabra. El cabello de Sammuel me encantaba, su voz me hacía cosas inexplicables, y su sonrisa... Dios, su maldita sonrisa.
Divagaba despierta. Estaba vuelta un desastre. Estaba en el ojo del huracán y no sabía si dejarme ir con él o hacer de todo para escapar.
¡A la mierda! Era joven, con una vida por delante. Además, desde los catorce años, que vi una película donde una tipa lloraba y comía helado por un tipo, me prometí a mí misma que nunca, NUNCA, dejaría que un chico me hiciese eso.
No dejaría que nadie me hiciera sentir triste, no quería vivir mi adolescencia sufriendo. Quería divertirme, cosa que hacía. ¿Chicos? Unos cuantos tenían el honor de ganarse unos besuqueos conmigo, pero no pasaban de primera base. Y si lo intentaban, una patada en los huevos alejarían esas manos escurridizas.
Así que solo dejé que el huracán me llevara.
Bajamos todos del autobus, para pisar la arena blanca de la playa de Malibú. Todos salimos corriendo por toda la playa, buscando seres vivos que observar y estudiar.
-¡Puta madre, ese es Darren! -Phoebe gimió al percatarse que Ryder y Darren estaban allí, jugando con sus amigos. Rodé los ojos con diversión.
-Ve y háblale, pues. Qué suerte que te haya gustado un Universitario. Y ahora mismo no tengan clases.
-Yo siempre busco lo mejor, tú sabes. -Dicho esto, fue corriendo hacia la red de Volleyball a entablar una conversación.
Pensé que iban a conversar, pero me tomó por sorpresa ver como se besaban.Joder, ellos debían estar usando la lengua, de seguro.
-Que se busquen una habitación, por Dios. -Dijo Brooke. Mazzie, America y yo reímos.
-¿Ahí no está Ryder? -Le pregunté a America. Ella se encogió de hombros, fingiendo desdén.
-Qué se yo. -Bufé.
-Mira, Mare, si el chico te gusta, quiero que vayas y le hables. Normal, sin intensidad. Y si él no te hace caso, quiero que lo mandes a la mierda. Porque eres perfecta y mereces a alguien que se le quite la pena para hablarte. Pero alguien tiene que dar el primer paso, no tiene que ser siempre el chico. Anda. -La aconsejé, sonriéndole con los dientes y alentándola con la mirada. Ella inhaló lo más que pudo.
-De acuerdo. -Levantó un pie para empezar a caminar pero luego retrocedió. -Joder, estoy nerviosa. -Me miró con inseguridad. Yo puse mis manos sobre sus hombros y la miré justo a los ojos.
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El tímido.
Teen FictionJune Charleston era ese tipo de chica que veías por la calle, y si eras mujer, probablemente dos cosas podrían pasar por tu cabeza: Envidia o admiración. Era solo con ver su caminar, su paso tan decidido y seguro, que hacía que los chicos quedasen h...