capítulo 5: Confusiones.

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Amelia Adams.

Dos semanas después.

Nuevamente era lunes, y la tercera vez que el despertador arremetía contra mis tímpanos, me obligue aun con mucha pereza a levantarme, y alistarme para mi entrada al colegio.

En los últimos días no había pasado nada tan interesante más que la demanda interpuesta por mi madre, en contra del hombre déspota y cruel que tenía por padre, y del cual seguíamos sin una respuesta.

Jorge Adams, abogado y especialista en el derecho familiar, irónicamente. No apareció por casa en el transcurso de esas semanas, pero estaba más que segura que solo era parte de su estrategia. Una que equivalía a dejarnos a mi madre y a mí, bastante mal económicamente ya que, si se efectuaba el divorcio haría todo lo posible y hasta lo ilegal por quedarse con la mayor parte de la fortuna Senior, heredada por mamá al fallecer mis abuelos en un terrible accidente en unos de sus viajes a Zaragoza. Que cabe destacar fue algunos años atrás, alrededor de 12. Sin embargo, ni todo el dinero heredado causó en algún momento el egocentrismo y soberbia de la señora Abril senior, puesto que no solo era la mejor madre, también la más humilde y a mi parecer mejor oncóloga de toda Barcelona.

Por otro lado, la cercanía que mantenía hace años con Marck había sufrido una fisura, pues estuve algo distante desde entonces. Pero no exactamente por él, sino por mí. De ninguna forma me arriesgaría a perder la cantidad de años que teníamos de amistad por una confusión. Después de largas conversaciones con Alexa pude aclarar mucho más cuales eran los sentimientos que me embargaban.

El miedo, era el primero de ellos. Me aterraba perder a uno de los chicos mas maravillosos que tuve la dicha de conocer, era difícil poner años de buenos momentos en el filo de una cuerda floja y tener en cuenta que podrían desmoronarse en cualquier instante solo por no tener clara mi situación emocional. Otro de ellos era precisamente ese, la confusión. Me sentía atada, contra la espada y la pared, pues no era la primera vez que experimentaba esa atracción hacia él, pero en el pasado quise engañarme repitiéndome una y otra vez que era solo un impulso provocado por lo atractivo que resultaba Marck ante mis ojos, y aunado a ello, lo inteligente que era.

Pero esto fue distinto, ya que no solo radicaba en una sensación involuntaria por mi cerebro, era real. Y aunque me costase admitirlo no paré de repetir esa noche el choque de nuestros labios, el compás que seguimos, y el anhelo que nos confesamos sin decir nada. Al menos el de mi parte. Ese error, que para mí llevaba sabor al mejor de mi vida.

No debía ser inteligente para notar que el interés físico producido por la atracción no era algo que estuviese relacionado con la amistad.

Me costaba e incomodaba en partes iguales tratar de imaginarnos de nuevo en una situación parecida, puesto que, a mi mente venían todo tipo de imágenes en las cuales yo lo apoyaba por el despecho provocado por una chiquilla, que no supo valorar la clase de persona que tenía. Y el de la misma forma, había estado para mí en las clases de enamoramientos pasajeros que tuve.

La gran diferencia entre él y yo. Es que yo nunca me desviví por amor, hasta cierto punto... pero el sí. Por su ex novia, la chica que rompió su corazón.

Mi decisión consistía en ignorar toda la revolución que ese error provoco, así que, seguiría actuando como siempre, como los mejores amigos que siempre habíamos sido. Pues todo se basaba en una atracción, no me atrevería a catalogar como amor, y si no iba más allá de eso ¿para qué llevarlo a otros extremos?.

—¿estas segura de no decirle nada? —inquirió Alexa, mientras caminábamos hacia el aula.

—lo estoy, no hará falta. —le respondí con serenidad, pero Alexa me tomo del antebrazo deteniendo mi paso para que la mirara.

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