No creo en las medicinas en estos puntos,
Y sé que no estudié medicina,
Pero aseguro, no hay peor enfermedad,
Que el miedo.A unos los paraliza,
A otros... los vuelve locos.Amelia Adams.
El sol retomaba su lugar en el día, el lugar donde me encontraba era un completo desastre; yo en definitiva también lo era.
Mamá estaba en manos de un psicópata capaz de matarla, Andy no contestaba mis llamadas, Alexa no daba señales de vida, de Hugo y Marck no conocía su paradero, pues mi celular se apagó por falta de batería.
Mi cuerpo y mi mente se recuperaban apenas, seguía temblando, mi mirada perdida en un rincón del lugar que no sabía a ciencia cierta cuál era, mi pecho aun dolía, y mi respiración difícilmente se controlaba.
El ataque de pánico que sufrí una hora atrás fue demoledor, unos quince minutos de absoluto terror, cada una de mis extremidades pesaba, sentía un yunque en mis hombros, y no podía hacer nada.
La inutilidad e incertidumbre estaba carcomiéndome, los agentes viajaban de un lado a otro por el pasillo, Lucas no aparecía desde que mi crisis acabó, lo cual fue, en un aproximado de cuarenta y cinco minutos atrás, estaba desesperada, de pronto el sabor metálico de la sangre inundó mi boca, había mordido tan fuerte el interior de mi mejilla que me lastimé, proseguí a morder mi labio inferior con la misma fuerza.
—no hagas eso, te vas a lastimar. — su voz me sacó de mis cavilaciones, alcé la vista para mirarlo.
—¿Qué se sabe? — ignoré su advertencia, mientras relamía mis labios. Él se acuclilló frente a mí, sus ojos brillaban en preocupación.
—¿Cómo te sientes? —inquirió cambiándome el tema.
—deja de evitar el tema, Lucas. —pedí entre la exasperación y la frustración. —dime por favor, dime que estarán bien. —un sollozo escapó de mis labios, y tallé mi rostro con frustración.
Su rostro contraído en tristeza, sostuvo mi cara entre sus manos, y unió su frente a la mía. Estaba tan hundida en mi propio dolor que no me costaba asimilar el hecho de que Lucas, el chico más inexpresivo y frio que conocí en mi vida, estaba otorgándole a todo el que pasaba en medio del pasillo una escena que podría parecer de lo más romántica.
—escúchame, —murmuró. —tu madre estará bien, papá estará bien, y esos delincuentes pagaran por todo, ¿vale?
—tengo miedo...
La sensación tan abrumadora que me acogía en ese instante estaba ahogándome, desde antes de las terapias no me sentía así, ese miedo, que esta vez, no era un miedo irracional, de hecho, fue lo suficientemente real como para provocarme un ataque de pánico, como no los tenía hace años atrás. La incertidumbre era cegadora, un sentimiento que jamás podría desearle a alguien.
—yo también lo tengo. —confesó con un hilo de voz. —pero, hay que confiar, confiemos en que todo saldrá bien...
—esto no es un libro, Lucas...aquí no hay finales felices.
—en la vida no hay finales, Mel, —su murmuró su tono era más ronco de lo normal, el sentimiento me ocasionó un escalofrió. —son comienzos de nuevas etapas, esto no es un final, es la oportunidad para cerrar un ciclo y crear uno nuevo.
—te odio cuando te pones filosofo.
Una risa dulce brotó de su garganta, y una sonrisa se dibujó en sus labios.
—yo no te odio, ni aunque seas la mujer más terca del mundo, y lo eres.
Esa vez fue mi momento para sonreír, de pronto caí en cuenta de nuestra cercanía, y muy a mi pesar, reuniendo un poco de mi razonamiento tomé una distancia prudente, un destello decepcionado brilló en sus ojos.
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Entre Líneas
Novela JuvenilAmelia una chica de poemas y timidez notoria, con una historia, bastaba solo un beso para desenvolver un tsunami de emociones, dos caminos, dos personas, dos vidas distintas y opuestas. Una historia por contar a manos de una chica que por medio de...