capitulo 28: el juego.

18 2 0
                                    

Si te digo que pasa algo, créeme,
Si te digo confíes, hazlo,
Si te digo que no hables, no lo hagas,
Por un día, solo hazme caso.

Amelia Adams.

—¡os veis increíbles!

El grito de Alexa resonó por todo el lugar y blanquee los ojos. Se refería a los uniformes del equipo, que se basaban en sudaderas vino tinto con negro, y cada número en azul, con sus respectivos pantalones de deporte.

Alexa poseía cierta afición por todo lo que rodeara el gremio de la moda y el diseño, ella mientras traía un vestido verde oliva de corte sencillo y botas negras altas, con un ligero maquillaje; yo por otro lado no fui nada meticulosa mi cabello estaba atado en una cola alta, me enfundé en unos jeans blancos y un jersey negro. No me interesaba en lo absoluto ser bien parecida en esos instantes era un juego, ellos debían destacar, no nosotras. Sin embargo, a Alexa eso pareció no importarle.

Las bancas azules y amarillas del lugar estaban sorprendentemente llenas, nos encontrábamos a solo unos minutos del inicio del juego dentro de los vestidores, aunque llegamos mucho tiempo antes mi amiga se empeñó en ver a su novio antes de que saliera.

—hey, —un llamado a mi persona se hizo presente y me giré para encararlo. —¿Cómo estás?

La calidez de ese par de ojos azules me envolvió, la semana fue dura en su totalidad, los exámenes habían terminado, pero al menos todo salió bien. Lo único que nos quedaba pendiente era el juego de final de temporada, una semana después de culminar clases y luego el acto de graduación.

Ese era el tiempo que había pasado desde esa última practica a la que decidí ir, una semana, siete eternos días de reflexión, dos de mis terapias, y sobre todo ajetreo por la organización de una fiesta que en primer lugar, yo nunca quise, pero tampoco podía echar para atrás.

Sorprendentemente Hugo se encargó de la mayoría de cosas que según él, requerían toda su atención, Alexa y Marck dejaron su tiempo en invitaciones, y detalles que se requería, mientras mamá les ponía el dinero a su disposición.

A pesar del gran desastre por el que estuve pasando emocionalmente, no podía quejarme, tenía amigos increíbles, tenía una maravillosa familia.

—bien, y ¿tu?

Mi mirada volvió a chocar con la suya, y una sonrisa es esbozada por sus rosados labios.

—nervioso. —confesó, una expresión enternecida fue hecha por mi rostro. Él entre abrió las puertas que dan a la cancha, dejando entrar el bullicio provocado por la gente. —mira todo eso, creo que voy a desmayarme.

Reí con dulzura, y me posé detrás de él con serenidad.

—tranquilo, señor futbolista. —Efectué un roce delicado en su espalda con la palma de mi mano, —todo irá bien.

—tengo miedo. —las palabras salían de su boca con facilidad, el errático movimiento de sus piernas delataba lo ansioso que se encontraba —¿y si hago algo mal? ¿Si me caigo o algo? Sino no puedo hacer...

—basta de eso Marck, -le corté, —eres de los mejores, relájate, si te caes te levantas y ya, como en la vida.

El respiró profundo e intentó calmarse, apenas se giró a mirarme un rápido y casto beso fue depositado en mí sien de su parte. Sonreí por el gesto inesperado.

—gracias por estar aquí, a pesar de todo. —la curva de mis labios flaqueó con lo último, y me obligué a mantenerle la mirada fija.

Aún recordaba todas y cada una de sus palabras, y todo lo que había conversado en terapia, sobre las decisiones que debía comenzar a tomar. Mi situación sentimental con Marck era una completa montaña rusa de estar bien y estar mal, Felipe me explicó que esto se entendía mejor por el hecho de que el chico frente a mí, no era estable, por tanto, tampoco podía brindarme estabilidad.

Entre LíneasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora