Capítulo 7: Secretos.

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Si los ojos no engañan,
Los míos son algo fuera de lo común,
Te miento mirándote con templanza,
Aunque los nervios carcoman mi razonamiento,
Sé que lo sabes,
Pero no me atrevo a decírtelo.

Amelia Adams

¡No se te ocurra!. Gritó mi subconsciente.

—¿todo bien Mel?

Su pregunta me trajo de nuevo a la realidad, y no me sorprendió darme cuenta que el me miraba con atención.

—si, todo bien. —confirmé tratando de sonar natural. —solo es algo extraño, admiras a alguien la cual no conoces.

Su expresión no me demostraba absolutamente nada, era impasible, era extremadamente neutral. Muy en el fondo rezaba por mantenerme igual de impasible.

—no es fácil de comprender, y quizá no lo hagas, pero —tomó una inspiración profunda, y pareció sopesar lo siguiente. —sus escritos... tienen algo que me hace seguir leyéndola, tiene eso que un buen lector busca, tiene eso que provoca una sensación de calidez y desasosiego al mismo tiempo, tiene eso que la música provoca para un cantante, y quizás lo que una pintura le transmite a un artista... hay algo que me inspira, algo que me atrapa.

Sus palabras teñidas de algo más allá de una conversación normal, cada palabra con un trasfondo y el centello en sus verdes ojos esmeralda fue aquello que necesite para darme cuenta de algo, que iba después de esa coraza de impasibilidad.

—si, lo comprendo. —murmuré, y mi mirada recayó en él que analizaba con lentitud la hoja entre sus dedos.

—tengo muchos de sus escritos...

Algo en mi interior se revolvió, una mezcla entre lo cálido y abrumador, a ciencia cierta no conocía la forma correcta de sentirme, y aquello que resultaba tan incierto ante mis ojos comenzó a crear una nueva duda, una nueva... curiosidad.

—¿Qué? —su voz me sacó del trance y me encontré por primera vez con su ceño fruncido en un gesto de confusión.

—hay una historia detrás, ¿no es así? —solté mucho antes de saber que diría.

No podía evitar mirar detrás de las máscaras, detrás de esa postura inmutable que solía mantener desde el día en que lo vi por primera vez. Yo tenía la oportunidad de escribir aquello que sentía, lo que vivía, cada parte o fragmento a profundidad, no era solo amor, era abuso, tristeza, ansiedad, desahogo, era una revolución y una declaración , un grito de libertad sin gritar, sin siquiera estar atada. No consentía otra forma de llorar sin derramar lágrimas, la importancia de lo que escribía estaba en ello, en todo lo que podía transmitir, todos los que podía ayudar con una historia que quizá no era la mejor, pero era la mía. Era la única que tenía por contar.

Y en sus ojos, los bellos orbes del chico delante de mí, había rastros de algo que no podía a conocer ni analizar con facilidad. Y eso pude confirmarlo cuando su expresión tranquila se transformó en un gesto casi imperceptible a la vista.

—¿de qué hablas? —la mirada defensiva y alerta relució con cautela al igual que en su voz.

—no todo el mundo siente las letras de esa forma, y quien las siente ¿ha de ser por algo no?

El relamió sus labios en lo que note como un gesto inconsciente y no bajé la mirada a pesar de lo intenso que sus ojos realizaban un escrutinio sobre mi menuda figura.

—yo que tú, no le buscaba cinco patas al gato, Mel. —la dulzura desapareció de su voz dando cavidad a la frialdad que provoco en mi un escalofrío.

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