Amelia Adams
Una semana después.
Era la última semana y en serio, quería morir.
Ausentarme una semana fue realmente perjudicial, por suerte y ayuda de mi madre, obtuve la repetición de los exámenes perdidos anteriormente, esperaba haberlo hecho bien, no por nada había quemado mis pestañas todo el fin de semana.
Paseaba como un cuerpo inerte por los vacíos pasillos del instituto camino a la salida, pues las clases habían terminado, mientras solo pensaba...
Caminar por inercia,
Mientras la mente divaga,
Se pierde, entre lo más profundo,
En lo más alejado de la realidad.La respiración se acelera,
los recuerdos de su cálido tacto,
el corazón no asimila
que la taquicardia provoca malos ratos.El pulso se dispara cuando pasas a mi lado,
Y mi raciocinio roza lo irracional,
Tu nombre retumba en las inexistentes paredes,
Muerdo mis labios, no debería hablar.La confusión, se mezcla y derrama incógnitas,
Tus ojos reflejan mi miedo a amar,
¿Debería acaso decirte lo que siento?,
¿Debería cariño, imaginarme junto a ti?Regálame el tiempo necesario,
Sin hacerme sentir que te fallo,
Tengo miedo...
De no ser lo suficiente,
~Para ti.Suspiré, agotada. Aquél escrito lo publiqué a la mañana de ese día, y nada alejado de la realidad, no paraba de darle vueltas a mi cabeza.
La anterior semana estuve rendida en cama, escribía si me daba la cabeza, y cuando no, dormía.
Dormía mucho. Y mamá, cayó en cuenta de ello, por eso habló con uno de sus colegas, aunque al principio me negué, terminé aceptando y ya esta semana tendría mi tercera sesión con Felipe, amigo de mi madre y psiquiatra.
Estaba muy consciente de que no me sentía bien, que el conflicto emocional había escalado demasiado, y era algo que sencillamente ya no podía controlar yo sola.
No puedo negar, mi primera sesión con el doctor Felipe me ayudó a recobrar algo de mi consciencia, a entender que sí, estaba claro que tenía un problema, que debía resolver para poder seguir con mi vida. De esta forma concretamos en que iría dos veces por semana.
No obstante, eso no erradicaba el pequeño "conflicto" que había entre mi mente, y mi corazón, musa del anterior texto.
Mi situación con Marck se había vuelto complicada, porque ya no sabía cómo tratarlo, como mirarlo. Durante la semana estuvo pendiente de mí, si necesitaba algo, como me sentía. Seguía apegado a su papel de mejor amigo, y eso por un lado me disponía seguridad, porque uno de mis fuertes miedos era perder a mi amigo. Y que después de su declaración y mi muestra de confusión siguiera ahí, me tranquilizaba.
Por otro lado, no faltaba lo desconcertante que me era Lucas, de quién no sabía nada desde que me dejó en casa. Le escribí, no respondió. Lo llamé, no contestó. Estaba preocupada, y extrañada, por otra parte, también me sentía... Triste, comprendí que no debí acostumbrarme a su compañía.
Trataba de entender que era lo que sentía por cada uno, no quería lastimarlos, no quería lastimarme.
Era una decisión entre lo seguro y lo inestable, una lucha entre lo perpetuo y lo nuevo.
Lucas y Marck eran dos personas completamente diferentes. Luke resultaba introspectivo, calculador, pasivo la mayor parte del tiempo, inteligente, sumamente controlado y reservado. Mientras que Marck era todo lo contrario, él era extrovertido, idealista, impulsivo, cuando lo conocías podía resultar hasta predecible, poseía intelecto, y era entregado a sus pasiones.
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Entre Líneas
Fiksi RemajaAmelia una chica de poemas y timidez notoria, con una historia, bastaba solo un beso para desenvolver un tsunami de emociones, dos caminos, dos personas, dos vidas distintas y opuestas. Una historia por contar a manos de una chica que por medio de...