Capítulo 13: El golpe.

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Conozco de cerca los celos,
Tan usuales como perniciosos,
Cielo, tus ojos hierven de rojo,
¿Es ese el color de la posesión?
Pero, ¿qué haces?
A la perspectiva de todos,
Eres un completo incongruente,
Porque me celas, y no somos nada.

Amelia Adams.

No negaré que hablar con Andy me sentó de maravilla, lo que no me sentó de maravilla fue tener que llegar un poquito tarde, ya que me he llevado un bonito regaño, aunque a pesar de todo puedo jurar que salí bien en ese examen.

Estar en la recta final del Instituto me orientó a pensar mucho en que haría después de terminarlo, y que carrera podría estudiar. Estuve pensando en contarle a mamá y al mundo en general mi pasión por la escritura, y me gustaría estudiar literatura, pero no deseaba decepcionarla ella es una doctora, con una carrera prestigiosa, decirle que quiero dedicar mi vida a la escritura me suena demasiado egoísta sé que ella quiere que me gradúe con honores en lo que sea que haga, siempre me ha dicho que escoja lo que escoja debe ser algo que ame con el corazón, que me haga feliz.

Y amo la poesía, las novelas románticas, negras, el misterio, el suspenso, las hadas, vampiros, y hechiceros, las amo a todas, amo los mundos que me presentan, las vidas que me son prestadas, la hermosa forma en cómo surge un romance, las muertes que desgarran tanto como si fuese una real, amo la realidad que puede darme la ficción cuando necesito escapar un rato de la mía.

Y pensar que al principio se trataba de un desahogo, la forma de deshacerme de todas esas prendas que me pesaban, comencé a escribir no sólo para mi, sino para el mundo, publicando mis escritos, dándolos a conocer bajo otro nombre por miedo a ser juzgada, y quizás porque el mantener ese nombre es una forma de refugiarme de alguna manera. Siempre fui callada, retraída, y tímida. Eso cambio un poco cuando conocí a Marck, quien se encargó de a poco en convertirme en una persona más alegre, mas sociable, aún lo intento a veces no sirve mucho, pero lo intento. Siempre he temido al rechazo, porque desde muy pequeña no he sabido encajar en el mundo, o era muy inteligente para unas cosas y muy tonta para otras, muy buena para algo y un desastre en lo otro, nunca supe ser parte del rompecabezas, nunca supe ser como ellos siempre han querido.

Sin embargo, no fue algo tan malo. Por lo menos desde que conocí a Marck y Alexa. Ale se convirtió en mi confidente, la loca escandalosa que me hizo sentir que ser diferente no está nada mal, y Marck, que siempre me apoyo en todo. Los dos me llevaron de la mano por así decirlo, a conocer un poco más de la vida, de la gente, de las cosas, ellos me enseñaron lo que era ser quien yo quería ser.

Pero, a veces tener la teoría, no significa saber hacer la práctica. Que me hayan enseñado todo eso, no significa que me sienta libre aún. Y es eso, lo que siempre he retratado en mis letras.

—hola —su voz resuena en el salón y me obligué a dirigirle una mirada.

—hola.

—¿Cómo estás? —preguntó, la dulzura plasmada en su voz.

—agotada, —confesé, —y ¿tu?

—nervioso, no tengo idea de cómo salió ese examen. —sonreí con ternura, y negué.

—de seguro todo salió bien, cielo... —mordí con fuerza mi labio inferior por lo último, él sin embargo, no pareció importarle.

—eso espero... ¿nos acompañaras a la práctica de hoy? — mencionó mientras se sentaba a mi lado.

Las clases culminaron y estaba recogiendo mis cosas para abandonar el salón.

— Eh... no creo que...

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