Capítulo 14: Lazos de amistad.

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Muchas veces la realidad dista de lo agradable,
Tomar de la mano tiene consecuencias inevitables,
Los lazos establecidos fuera de los vínculos naturales,
Son los que se entorpecen mayormente.

Si en tu tacto hay algo cálido, prometes tomarme,
Si en mi reside el frio prometo no afectarte,
Solo por curiosidad,
Sueles cumplir tus juramentos, ¿verdad?

Amelia Adams.

Hugo me sostuvo la mirada por unos segundos, esas miradas que intentan descifrar hasta el porqué de tu nombre. Ladeó la cabeza; confundido, pero sus dudas se disiparon al momento porque cambió su expresión al instante.

—Alexa te lo dijo todo ¿no? — inquirió.

Dudé un poco, no quise exponer a mi amiga, pero la única justificación que tenía era ella. Asentí, él abrió la boca y la cerró al instante, en sus gestos estaba plasmada la duda entre lo que haría y lo que quizá, debía hacer.

—¿por qué quieres saber de él? —preguntó.

Esperaba esa pregunta, era la más obvia en muchos de los casos, lo frustrante me resultaba en que no poseía la respuesta de forma coherente.

—Me da... Intriga. —respondí, dudosa.

El enarcó una ceja y hasta percibía que reprimía una sonrisa.

— ¿Intriga? — repitió. —De los creadores del: Yo no espío sólo observo, llega en 3D no me gusta, me intriga. — bromeó, haciendo referencia a un libro que leímos meses atrás para un trabajo de literatura que creamos en grupo. Blanquee los ojos

—Lo digo en serio Hugo, solo es curiosidad — me encogí de hombros, intentando con un mohín verme despreocupada pero fallé visiblemente.

—¿Sabes que la curiosidad mató al gato? — inquirió, cruzado de brazos y ceño fruncido.

—Yo no soy un gato.

— Pero Lambert, si.

—¡¿Quieres dejar de hablar de ese libro?!

El rio más tranquilo, y asintió.

— Vale, está bien. ¿Me acompañas a casa y te cuento? — preguntó, una mueca confusa se pintó en mi rostro. — tengo que ponerme algo para que no se me hinche el labio. — añadió, y comprendí.

—Le aviso a mamá y nos vamos. —hizo un gesto con la mano y asintió.

—te espero afuera.

Después de rogarle un par de minutos a mamá, y decirle que llegaría temprano, comencé a caminar con Hugo hacia su casa no quedaba muy lejos; eran alrededor de las cinco de la tarde, así que llegaría temprano a casa.

—¿Qué quieres saber exactamente? — indagó él, mientras caminábamos.

— No lo sé... ¿tu de verdad crees que sea un delincuente?... — inquirí, dudosa.

Un suspiro pesado abandonó sus labios, y una sonrisa irónica adornó los mismos.

—si quieres mi opinión, no. — la confusión y el desconcierto se arraigaba a mis facciones, lo miraba con justificado desconcierto. —su padre, mi padrastro, cree que si, pero yo no lo creo.

— no lo comprendo... —murmuré, las piezas no encajaban para mi, ¿Cómo un padre podría creer a su hijo culpable de algo tan atroz?. —¿por qué tu no lo crees?

El introdujo sus manos dentro de sus bolsillos, y lo pensó un momento antes de responder.

—¿ves esto? —una de sus manos abandonó sus bolsillos y la alzó para que pudiese observar, una pulsera dorada de perlas con cordón llamó mi atención. Asentí a su pregunta. —¿puedes adivinar quién me la regaló?

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