Capítulo 33

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Henri

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Henri

La música se escucha demasiado fuerte para el mal humor que acarreo. Además, ¿quién mierda escucha letras tan absurdas? Estoy arrepentido de haber terminado en este lugar, pero no tenía idea a dónde más podía ir a esta hora y me estaba muriendo de frío. Es fácil olvidarse de agarrar hasta medias cuando se sale a las corridas de un lugar.

Pienso en mi huida y no puedo evitar apretar los dientes por mi actitud tan infantil y cobarde. Isla está viviendo un momento increíble y tendría que haberme quedado a hablar con ella. Es joven y talentosa, lo que le está pasando es justo lo que se merece, algo por lo que trabajó tanto. Sin embargo, entender que significa perderla fue demasiado para ese momento.

Al parecer soy un maldito cabrón egoísta.

Pero si hay alguien que sabe cómo funcionan las cosas en este rubro soy yo. No la pueden haber elegido sin probar algo que haya preparado primero entonces me pregunto hace cuánto sabe de esto en realidad. Tuvieron que comentarle la oportunidad, tiene que haber planeado alguna receta y luego cocinarla para Dai Na Yuang.

Entonces algo se enciende en mi cabeza al recordar el día que llegué a su departamento y su cocina estaba hecha un completo desastre. Debía estar probando platos, aunque recuerdo a la perfección que dijo estar grabando videos para sus redes sociales.

Rechisto enfadado al entender que fue una mentira. Me molesta haberme enterado tan tarde de toda esta situación. No logro comprender por qué habrá decidido ocultármelo, pero tampoco soy quien para reclamar nada. Después de todo yo he ocultado casi toda la totalidad de mi pasado a todas las personas que me rodeaban.

El hombre detrás de la barra se acerca hacia mí cuando levanto un dedo y mostrándole mi vaso vacío le indico que me sirva otro whisky. Obedece de inmediato y con una sonrisa. Ya me reconoce, he frecuentado seguido este bar a lo largo de los años y siempre dejo grandes propinas, por lo que se ve feliz de verme de nuevo.

Es un lugar discreto y poco conocido, donde nadie pretende meter la nariz donde no le incumbe y por ende me resulta fácil pasar desapercibido, algo que me resulta un verdadero alivio en este momento.

El vaso de whisky aparece nuevamente lleno frente a mí y lo agarro sin esperar. Le doy vueltas al líquido color ámbar dentro del mismo y escucho a los hielos tintinear contra el cristal. Luego llevo el vaso hasta mis labios y echando la cabeza hacia atrás termino todo el contenido con un solo trago. El alcohol quemando mi garganta me genera un alivio inexplicable, casi terapéutico.

Levanto el dedo pidiendo que me vuelvan a servir. Supongo que no pensar es más simple cuando los sentidos se te adormecen. Y es que Isla es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, pensar en no tenerla a mi lado quema más que cualquier whisky.

Me cuesta demasiado contemplar una realidad en la que no pueda verla secando su frente al lado de los fuegos de la cocina del Doux Paradis a diario. Pero un restaurante en París significa tampoco verla en mi cama recién despierta con los párpados hinchados ni en la cocina esperando a que le sirva el desayuno luego de tener sexo como si el resto del mundo no existiera, y eso no es que me cueste, eso directamente me parece imposible.

Crème Brûlée-Un sueño entre sabores | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora