Capítulo 10

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En cuanto le sirven el vaso de whisky, el hombre se lo termina de una sola sentada con los ojos de todos concentrados en él

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En cuanto le sirven el vaso de whisky, el hombre se lo termina de una sola sentada con los ojos de todos concentrados en él. No es hasta que se vuelve a dar vuelta y comienza a dirigirse a nosotros que cada uno regresa a sus propios asuntos.

—Henri, hijo mío, tanto tiempo— saluda colocando una mano en su mejilla y un beso en la otra—. ¿Es ella tu novia? No me dijiste que estabas en pareja.

El acento francés del padre de Henri es todavía más marcado. Es un hombre muy elegante y buen mozo haciendo claro de quién heredó los buenos genes el chef Gautier. Su mirada se concentra en nuestras manos mientras habla y recién ahí Henri se da cuenta que las tenemos entrelazadas. Frunce el ceño y me suelta con brusquedad luciendo enfadado.

—Por supuesto que no es mi pareja.

Ouch, sé que no lo soy y tampoco tengo ganas de serlo, pero no tenía por qué decirlo con un tono tan despectivo. Además, fue él quien tomó mi mano de forma totalmente imprevista. Decido tragarme mis sentimientos y regresar con mis amigos, mas por algún motivo mis pies parecen atornillados al piso y mis labios sellados con pegamento.

—Ah, verdad. Me había olvidado que estabas de a poco convirtiéndote en un iceberg y ya no haces esas cosas humanas de salir con alguien o enamorarte, al menos no después de...

—Juro que si dices una sola palabra más hago que te saquen por la fuerza— gruñe Henri entre dientes.

Mis labios se separan un poco por la sorpresa, mi lado curioso necesitaba que el padre de Henri terminara la oración. Inconscientemente me llevo una mano al pecho y el sutil movimiento atrae la atención de nuevo hacia mí.

—Ya que no eres su novia y al parecer eduqué a mi hijo de muy mala manera porque no va a introducirnos lo hago yo mismo, Belmont Gautier, mucho gusto.

—Isla Quiroga, el gusto es mío.

Mientras le devuelvo el saludo el hombre toma mi mano y planta un beso en mis nudillos. El gesto es atrevido, pero no me desagrada para nada. Se nota que Belmont tiene modales chapados a la antigua.

—Entonces, ¿de dónde conoces a Henri? Si estás en esta fiesta asumo que eres alguien importante, o para el mundo gastronómico o para mi hijo.

—Trabaja en el restaurante— interrumpe Henri, respondiendo por mí justo cuando estaba por abrir la boca.

Ignoro su actitud maleducada y asiento.

—Debes ser una excelente chef entonces, el paladar de Henri no es fácil de satisfacer. Su madre luchaba para que pasara bocado cuando era pequeño.

—Me gusta creer que lo soy— sonrío sintiéndome segura de mí misma.

—¿Me vas a decir qué estás haciendo aquí? — vuelve a interrumpir Henri.

Los labios de su padre quedan en una línea fina al apretarlos con fuerza, claramente cada vez más impaciente ante la actitud altiva de su hijo.

—Ya que mi único hijo prometió hace mucho tiempo no volver a poner un pie en Francia me veo obligado a volar yo hacia Estados Unidos. Es eso o morir solo y anciano.

Crème Brûlée-Un sueño entre sabores | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora