Introducción

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Mis primeros recuerdos en la cocina vienen desde que soy muy pequeña

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Mis primeros recuerdos en la cocina vienen desde que soy muy pequeña. Tengo grabado en mi memoria el olor de la salsa que preparaba mi abuela Beatriz los domingos para acompañar las pastas y la imagen de todas las mujeres de la familia alrededor de una mesa amasando para hacer ñoquis, fideos, ravioles o lo que tocara ese fin de semana.

Siempre fuimos muchos así que había que cocinar a lo grande. Los domingos se pasaban en familia al aire libre, riendo, conversando y comiendo mucho, demasiado, mejor dicho.

Y mientras mis primos y mi hermana estaban afuera jugando a la pelota o corriendo por ahí yo estaba en la cocina mirando con genuina fascinación el ir y venir de esas manos llenas de harina, los delantales sucios y la enorme cuchara de madera revolviendo los tomates mientras hervían.

Este era mi mundo, acá pertenecía de verdad, para mí la cocina era sagrada. Puedo recordar con claridad como mi abuela me mandaba a la huerta que había en el fondo del jardín a elegir hierbas frescas para agregarle a la salsa y yo con mis diminutas manos tomaba las hojas que me parecían más brillantes y las acercaba alegre a mi nariz para no perderme ningún aroma.

No se trataba solo de agarrar ingredientes y tirarlos en una fuente, todo el proceso me maravillaba. Para mí cocinar era un arte y desde ese entonces yo sabía que quería vivir mi sueño entre sabores.

¿Cuál era ese sueño? Bueno, cuando tenía seis años y elegía hierba fresca para mi abuela mi sueño era ser como ella y cocinar fuentes enormes llenas de comida deliciosa y con sabor a hogar para toda mi familia ya que ver como felicitaban y aplaudían a las cocineras cada vez que nos reuníamos me alegraba el corazón. Nunca voy a olvidar como mi abuelo se le acercaba al oído después del primer bocado para susurrarle a su esposa "Cada día cocinás más rico" y luego plantarle un beso en la mejilla.

Sin embargo, cuando fui creciendo ese sueño fue pasando por distintas modificaciones. Nadie dijo que soñar fuera una línea recta.

Comencé a transitar el camino hacia mi objetivo lo antes posible, asistía a cursos de cocina para niños a la salida del colegio y, aunque al principio volvía a casa con mamarrachos que no quería comer ni mi perro, con el tiempo fui mejorando bastante.

Además, tenía una libreta, que aún conservo hasta el día de hoy, donde anotaba recetas e ideas, las tradicionales de mi familia o alguna que iba inventando yo. También escribía ahí en qué temporada se conseguían ciertas frutas y verduras para usarlas cuando su calidad fuera la mejor, y hacía dibujos de los platos que cocinaban en la televisión.

¡Como amaba ver los programas de cocina! Sentía que los cocineros de la tele me entendían, que vivían el cocinar como un arte y lo hacían con tanta pasión y felicidad que era contagioso.

Cuando terminé el colegio secundario, para sorpresa de nadie, decidí seguir la carrera terciaria de chef en un instituto culinario de mucho prestigio en Argentina, mi país. Aunque ya tenía bastantes conocimientos quería tener el título oficial.

Crème Brûlée-Un sueño entre sabores | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora