Epílogo.

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¿Alguna vez te has plantado a ver el esplendor del inmenso cielo que nos cubre?, porque yo no

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¿Alguna vez te has plantado a ver el esplendor del inmenso cielo que nos cubre?, porque yo no. Al menos no hasta ahora y no con la misma libertad con la que lo estaba haciendo en este mismo instante.

Podía decir que me encantaba, amaba fervientemente la gama de colores que adornaban el cielo a medida que el tiempo pasaba; observar los amaneceres, se había convertido en un agradable habito del que no podía deshacerme, porque para mí, era aquel impulso que me animaba a seguir adelante, era como una nueva esperanza, un nuevo día para cumplir algún propósito por más pequeño que pudiese ser.

Suspiré mirando el cielo, en este momento era de un lindo color celeste adornado por pequeñas nubes blancas como algodones y sonreí cerrando mis ojos tras sentir cómo los rayos cálidos del sol acariciaban mi rostro suavemente como pequeños besos, y cómo la brisa fresca del verano aparecía de a ratos, provocando que mi cabello remolineara en un frenético compás.

Estábamos en pleno verano, hacía calor pero era grato, no era tan sofocante como otras veces que era inevitable escapar del calor.

A lo lejos escuché las risas de Nam-gyu y Seok-jin, que jugaban a la pelota en el jardín de enfrente de la casa del oficial, dónde nos encontrábamos todos ahora.

Mi mamá salió anunciando que dejaran de jugar cerca de las recientes flores que habíamos plantado la semana pasada, con una advertencia hecha, me alcanzó un vaso con un refrescante jugo de naranja natural y acarició mi cabello dedicándome una dulce sonrisa, alejándose de mí.

Podía ver como ella se acercaba a mi hermano pidiéndole que se lavara las manos porque pronto estaría lista la comida y luego se acercaba a Seok-jin acariciando su mejilla y depositando un suave beso en sus labios. Mamá y el oficial finalmente habían decidido comenzar una relación e incluso, el oficial le había propuesto matrimonio hace tan solo unos pocos días atrás, por eso ahora en el dedo anular de mi madre, había un delicado anillo de compromiso.

Desde aquel día, Seok-jin nos había ofrecido su casa como refugio y entre discusiones que iban y venían, mi madre aceptó. Después de todo, nadie quería volver a nuestra anterior casa. Entonces, desde hace más de un año y medio que estamos viviendo con él y se podría decir que todo marcha bien por ahora.

Mientras ellos ingresaban a la casa, visualicé la rubia cabellera de mi amigo que atravesaba la reja de metal para ingresar al jardín. Me dedicó una de sus tímidas sonrisas y llegó a mi lado dejando un suave beso sobre mi mejilla.

—Si viniste... —murmuré sonriendo a medias.

Ver el rostro de Mochi me entristecía un poco. Había pequeñas cicatrices de cortes en su mejilla y cuello, sin contar las que tenía en su torso. Estaba tan marcado como yo.

Ji-min había comenzado terapia después de que me encontraron, sus padres le habían rogado que regresara a Estados Unidos y se mantuviera lejos de esta ciudad, pero Mochi había preferido quedarse por mí, porque no quería dejarme sola una vez más.

Yo también recibía la ayuda de profesionales, solo que en mi caso, venían hasta aquí tres veces a la semana. Se podría decir que había un progreso notorio en mí, pues al menos no enloquecía cada vez que veía un diamante, por más diminuto que fuera... pero inevitablemente, aún tenía pesadillas por las noches y dudaba que aquello se fuera tan pronto.

—No me perdería una invitación para comer los exquisitos platos culinarios de tu madre —mencionó con gracia, pronto realizó una mueca y se sentó a mi lado, en el suelo cubierto de césped, mientras yo permanecía sentada sobre una reposera—. ¿Cómo estás? —preguntó sin rodeos, con un tono de voz bajo como si temiera desencadenar malos recuerdos en mí.

Fuera o no intencional, mis recuerdos perdurarían en mi memoria por el resto de mi vida y no lo necesitaba a él precisamente para desencadenarlos.

Suspiré nuevamente y mis ojos se dirigieron hacia la pulsera negra que rodeaba mi tobillo con una luz verde parpadeante. Había pasado doce meses en la cárcel debido a la denuncia de los padres del joven al que asesiné sin darme cuenta, cometí homicidio involuntario y aún pagaba mi condena bajo libertad condicional y una multa que aún debo pagar.

Me sentía frustrada, pues el verdadero asesino no había sido yo pero también trataba de entender a la despechada familia que había perdido a un integrante y fuese o no la culpa de Tae-hyung, fueron mis propias manos las que arrebataron la vida de aquel chico.

Elevé mis hombros aún con la mirada sobre la pulsera parpadeante—Aún tengo pesadillas por las noches donde él regresa y a veces escucho los gritos desgarradores del chico, por eso no puedo permanecer en silencio por mucho tiempo o comienzo a revivir el pasado —comenté dejando escapar un suspiro—. Pero la psicóloga dijo que lograría superarlo, sabes, mamá no deja que me pierda ni una sola sesión —hice un puchero provocando una risa nasal de parte de él, quién apoyó su codo sobre la rodilla de su pierna y sostuvo su cabeza con su mano, mirándome de reojo—. Pero, estaré bien —asentí mirándolo.

Nos mantuvimos unos minutos mirándonos fijamente, pero ninguno decía nada. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas nuevamente, y Mochi sabía perfectamente por qué.

—No fue tu culpa... —murmuró cuando sintió mis fríos dedos acariciar una pequeña cicatriz debajo de su ojo—... ya olvídalo, superaremos esto, ¿de acuerdo?

Tomó mi mano y la entrelazó con la suya justo después de depositar un beso sobre el dorso de mi mano. Con su dedo pulgar me dio pequeñas y suaves caricias reconfortantes y asentí.

—Gracias por no abandonarme... —susurré con la voz temblorosa, mientras la primer lagrima comenzó a caer.

—Ni que lo digas, jamás te abandonare....

Su rostro se aproximó al mío con lentitud y finalmente me besó. No fue desesperado ni con segundas intenciones, fue dulce, como un leve suspiro del viento.

Aún seguía teniendo miedo, después de todo, nosotros seguíamos pagando los platos rotos yendo a terapias y pagando condenas cuando el verdadero responsable, era un peligro estando libre allí afuera, en sabrá quién dónde.

Pero ahora me sentía segura, porque sabía que Ji-min estaba conmigo.

Me levanté con la ayuda de Ji-min y juntos ingresamos a la casa, intentando retomar el rumbo de nuestras vidas, tal y como lo eran antes de que Tae-hyung se interpusiera en nuestro camino desestabilizando todo a su paso.

Me levanté con la ayuda de Ji-min y juntos ingresamos a la casa, intentando retomar el rumbo de nuestras vidas, tal y como lo eran antes de que Tae-hyung se interpusiera en nuestro camino desestabilizando todo a su paso

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𝐌𝐈𝐍𝐃 | 𝐊𝐓𝐇 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora