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Perdonen los errores <3

La bolsa de hielo calma bastante el calor que se extiende por mi mano. La mantengo sujeta con cuidado de no apretar demasiado. Es doloroso, pero nada tan escandaloso. Bastante soportable. Aún así, no tiene ni la mitad de mi atención. Estoy vagando en todo esto, y dirigiendo lo mucho qué pasó en pocos minutos.

Me quedó sentado a orillas de la cama, quieto en una misma posición, hasta que el hielo poco a poco comienza a derretirse, y finalmente dejo la bolsa sobre la mesa de noche. En eso, la puerta del baño se abre, y sale Baji. Está duchado, y cambiado de ropa. Me pidió que lo esperara, que no me fuera. No lo hice, porque no quiero pasar otra noche más en vela, viendo el tiempo pasar sin arreglar todo esto.

Parece aliviado de verme aquí todavía. Deja la toalla en el cesto de ropa sucia, y camina hasta agacharse frente mis piernas, en silencio. Lo observé en todo momento, y no retrocedí ni un poco cuando se inclinó un poco más cerca.

–¿Duele?–Cuando pregunta, su aliento huele fresco, y a menta. Siento el olor de su champú salir desde su pelo. No hay rastros de alcohol sobre el, ni nada más que líneas de expresión marcadas que hace rato estaban contraídas y apretadas contra su rostro, en señal de su enojo.

Baji me acaricia la muñeca, y toma la venda que anteriormente me quite, para alistarla entre sus manos.

—No mucho.—Susurro. Asiente con la cabeza, y comienza a envolverla de forma cuidadosa, pero siendo a la ves muy hábil. Después de todo, sabe mucho de esto.

Nos quedamos en silencio, mientras él me venda. Ni si quiera puedo explicar la pelota de sensaciones que se ha instalado en mi garganta, mientras busco palabras para romper el hielo entre ambos.

—Perdóname.—Suplicó. El alza la cabeza hacia mi. Trago saliva sintiendo la angustia recorrerme, mientras espero una respuesta. Él suspira y muerde el interior de su mejilla—Perdón por no habértelo dicho antes.—Vuelvo a repetir, en voz baja.

—¿Porque no me dijiste?—Pregunta, dejando mi mano cuando termina. Aún así, se queda quieto en su lugar, mirándome. Trago saliva al ver su rostro expectante por una explicación. Y sus ojos arrugados hacia mi.

—Iba hacerlo, cuando estuviera completamente seguro.—Le doy una sonrisa triste.—No tenía corazón para decírtelo, cuando tú siempre me decías lo mucho que querías tener una tienda de mascotas conmigo.

—¿Y creíste que era lo mejor dejarme hablar y hablar?Siento que me viste como un ridículo.—Suelta una risa irónica y yo niego con la cabeza.

—No fue así. Jamás te vería la cara de esa forma, Baji.—Me apresuró a decir.—No lo hice con esa intención.

—Entonces explícame. Porque no se me ocurre otra cosa.—El reproche vuelve a su voz, y no lo culpo por eso. Entiendo que se sienta de esa manera.

Lamo mis labios y mi mente vaga semanas atrás. Él y yo a orillas de la playa, jugando por la arena con los perros del lugar. Lo recuerdo atraparme y elevarme en sus brazos, cundo estoy cansado de correr de los animales que luchan por morder la parte baja de mis jens, mientras me susurra que es así como quiere pasar sus días.

–Es que si te vieras la cara de la ilusión que tienes siempre al decirme lo fantástico que sería vernos cada día en el trabajo, sin tener que separarnos. No podía simplemente romper eso, no cuando tenía muchas dudas al respecto.—Baji suspira hondo, y se levanta, mirándome desde arriba en seriedad.

—¿Ósea que es mi culpa?—Su rostro se contrae.

—No dije eso.—Lo tajo de inmediato.

—Es lo que parece.—Solo suspiro con paciencia, sin dejar que la conversación suba de tono como hace un rato. Elevó la cabeza para verlo fijamente.

PETTING • Bajifuyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora