Mitsuya y Hakkai

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Perdón si hay errores.

—"No te preocupes, no se acordará de esto".

Decepcionado e incapaz de poder decir algo más que contribuyera a una conversación normal y no a una pelea, colgé el teléfono ¿Ah, no? Pues yo sí lo recordaba bastante bien.

Recordaba no haber tenido un cumpleaños a los diez años, ni a los once, ni a los doce, ni ninguno echo por mi familia. Es más, si no fuera por mis amigos jamás habría celebrado uno tampoco.

Entendía a mi mamá, no podía ser un total desconsiderado con ella tampoco y reclamar por esto. Ella era el único sustento en esta casa, trabajaba día a día por nosotros haciendo todas las horas extras posibles para darnos un poco más. Se acostumbro a ello, su vida fue consumida por el trabajo y en consecuencia se olvidó de que aquí en casa hacía falta algo más que el dinero.

Mire a mi hermana dormir en el sofá con culpa e impotencia. Era su cumpleaños número diez y ni siquiera tenía a sus padres aquí para decirle feliz cumpleaños y darle aunque fuese un beso y un abrazo.

Me daba pena por ella, y rabia por mi al ser demasiado confiado y gastar todos los ahorros que tenía para enviar mi moto al taller. Sabía que ella cumpliría años pero creí que tendría algunos trabajos y ganaría dinero. Me equivoque.

Y ahora cuando Luna tuviera mi edad, miraría hacia atrás y solo recordaría una madre ausente y un hermano mayor sin nada más que ofrecerle que un par de migajas el día de su cumpleaños.

Salí de la casa en silencio, teniendo cuidado de no despertar a ninguna. Caminé en silencio y desanimado hacia la tienda con mi billetera en los Jens y unos pocos billetes en ella, con suerte podría comprar una torta y un par de globos.

Peor era nada, supongo. Decirme eso era mi único consuelo al menos.

Detestaba las fechas especiales, no por mí, si no por ellas. Yo era grande, podía salir de casa y pasar unos ratos muy buenos y felices con mis amigos, pero ellas eran niñas que solo estaban en casa, solas, esperando a que mi mamá no llegará muy tarde de trabajar para compartir con ella un rato.

Me frustraba no poder cooperar para que las cosas fueran distintas. El único trabajo que yo podía tener era arreglar ropa de alguna de mis vecinas o chicas del colegio y mis amigos, ya que podía hacerlo desde mi casa y cuidar a mis hermanas porque si no lo hacía yo, no lo haría nadie. Mis hermanas eran mi responsabilidad cuando no había un adulto aquí en casa.

Mi celular comenzó a vibrar sacándome de mis pensamientos, lo saqué sin cuidado del bolsillo de mis Jens. Era Hakkai, no lo veía desde mi cumpleaños hace dos semanas.

—¿Que milagro es este?¿Se te ha atascado el culo en el retrete y necesitas ayuda?.—Bromee. Hakkai era un total despreocupado con el celular, que te llamara era milagro, y si le enviabas un mensaje tenías suerte que te respondiera el mismo día.

—¿Te llamo y esa es tu forma de saludar? Ojalá tus modales fueran tan finos como tu ropa.

—Soy un hombre muy fino.—Musité con una sonrisa al escucharlo reír del otro lado. Me puse el teléfono en el oído sujetándolo con mi hombro mientras buscaba globos color rosa.

—Lo que tú digas, amigo. ¿Esta luna por ahí?

—¿Quieres hablar con mi hermanita?—Pregunte, aunque era obvio.

—Pues es su cumpleaños, ¿No?.—se acordaba del cumpleaños de mi hermana y eso era impresionante. Hakkai era un verdadero cabeza hueca para las fechas.

—No lo olvidaste. Pero ahora no estoy en casa, vine a la tienda por algo. Has estado desaparecido, ¿Porque no has venido a las reuniones?—Pregunte, aunque tenía la ligera sospecha del porqué.

PETTING • Bajifuyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora