2

25 2 0
                                    

Aunque me dormí sin estar pensando en Marco, él de todas formas volvió a aparecer en mis sueños. Desde el principio supe que se trataba de un sueño, porque de lo contrario Marco no se mostraría tan dispuesto a estar a mi lado. Estábamos sobre un sofá, charlando mientras yo estaba recostado sobre su hombro.

—Siempre te protegeré —me decía él mientras hundía su rostro en mi cabeza, aspiraba el aroma de mi cabello y también me abrazaba con fuerza.

—¿No se te ha ocurrido pensar que yo haría lo mismo por ti? —le preguntaba yo.

—Tú eres quien necesita protección, no yo —contestaba él.

—¿Protección de qué? —le preguntaba yo mientras me incorporaba para poder verlo directamente al rostro.

—De esto —contestó él, para después soltar un gruñido que me espantó y me hizo despertarme.

Me senté de golpe, mientras sentía mi corazón bombeando sangre a todo mi cuerpo. Puse una de mis manos sobre mi rostro mientras me intentaba consolar pensando en que solo había sido un sueño. A veces Marco hacía cosas así en mis sueños, dependiendo de lo que hubiera sucedido durante el día. Seguramente los aullidos antes de irme a dormir habían provocado aquella reacción.

No obstante, mientras intentaba tranquilizarme, volví a escuchar aquel gruñido que me había despertado. Me quedé helado, porque además en esa ocasión pude escuchar los sonidos de algo que se aproximaba hacia mi tienda por el bosque.

—¡Maldita sea! —dije por lo bajo mientras que me arrastraba hasta donde estaban mis provisiones para sacar mi cuchillo de caza. Era lo único que tenía para defenderme de cualquier animal salvaje que estuviera ahí afuera.

—Sal de ahí —se oyó de repente una voz extrañamente rasposa.

El oír aquella voz me hizo replantear mi situación. Era una persona, evidentemente, pero el gruñido que había oído antes quería decir que debía traer algún animal de compañía, quizás un perro de caza. Podría tratarse de un ladrón o de otro excursionista. Mientras me dirigía hacia la salida de mi tienda me planteé la conveniencia de presentar resistencia en caso de que se tratara de un ladrón.

No obstante, al salir no vi a nadie.

—¿Dónde estás? —inquirí en voz alta mientras me erguía totalmente y asía con fuerza el cuchillo.

—Por aquí —volví a escuchar aquella voz.

Miré hacia donde provenía la voz, un hueco entre los árboles. Lo único que alcancé a ver fue una silueta. A la escasa luz que se colaba entre los árboles me pareció que se trataba de alguien muy fornido. Rogué porque no se tratara de un ladrón, porque así no habría forma de defenderme. Y si se llevaba mi caballo y mis provisiones quedaría a la deriva en una zona que realmente no conocía.

—¿Qué es lo que quiere? —pregunté evitando que me temblara la voz.

—Que te unas a nosotros —respondió la voz.

—¿A ustedes? —cuestioné confundido pero intentando que mi voz sonara firme.

De repente escuché ruido a mis espaldas, me di la vuelta y no pude evitar dejar caer el cuchillo ante la sorpresa de ver a tres criaturas que se acercaban hacia mí. Se trataba de hombres lobo. No me cabía la menor duda, pues al igual que aquel que había encontrado hacía siete años en las calles de Firenze, los tres parecían una mezcla entre hombre y lobo. Uno tenía el pelaje de color castaño oscuro, el otro de color gris y el tercero de color vino.

—¿Entonces qué dices? —dijo la voz rasposa a mis espaldas mientras oía los mismos ruidos de alguien que se movía.

A mis espaldas, hablándome, el cuarto hombre lobo tenía un pelaje totalmente negro. Apenas era visible incluso bajo la luz de la luna que iluminaba la zona donde había colocado mi tienda. No podía hablar, aunque lo cierto era que aunque hubiera podido no hubiera encontrado algo que responder a su pregunta.

—¿No te parece que se ve algo escuálido, Sam? —inquirió uno de los hombres lobo que habían quedado a mis espaldas al voltear frente a frente hacia el que me había hablado primero.

—Quizás sí —contestó el negro que se encontraba en esos momentos frente a mí—. Pero creo que con un poco de entrenamiento mejorará. Además, últimamente los excursionistas son escasos, así que no podemos ponernos tan exigentes.

Tenía que correr. Si tan solo mis piernas me hubieran respondido en ese momento... Pero no parecían querer despegarse del suelo.

—No pienses en correr —me dijo evidentemente Sam mientras leía en mis ojos lo que quería hacer—. Si corres lo harás más difícil para mí y quizás acabe matándote en lugar de solo convertirte.

¿Convertirme? ¡Santo Dios, estaba pensando en convertirme en un licántropo al igual que ellos! Pero yo no quería hacerlo. Todas las historias decían que la mordedura de un hombre lobo te volvía un ser desalmado y violento, con un hambre insaciable de carne humana. Sin embargo, era muy consciente que no estaba en condiciones de negarme... La única salida entonces parecía la muerte, la cual tampoco me tentaba demasiado.

El hombre lobo dio un paso hacia mí, cuando de pronto se escucharon más ruidos en el claro. Me di la vuelta para ver hacia donde había provenido el sonido y casi se me cayó el alma a los pies cuando vi que otros dos licántropos entraban en el claro. Estuve a punto de desmayarme, pero la sorpresa me mantuvo consciente cuando aquellos dos licántropos se lanzaron con fuerza en contra de los demás. Un lobo de color arena se lanzó en contra de los tres que tenía a mis espaldas. Era mucho más musculoso y grande que aquellos, por lo cual ellos retrocedieron inmediatamente. Mientras tanto, el otro, de color rojizo, se lanzaba en contra del negro. El lobo que acababa de llegar era una miniatura comparándolo con el de pelaje negro, pero la ferocidad de sus ataques era tal que obligó al negro a retroceder.

Los lobos más pequeños se echaron a correr y entonces el de color arena se lanzó a ayudar al otro. Cuando estuvo enfrente del negro me di cuenta que incluso él era pequeño comparándolo con el enorme licántropo negro que se encontraba más allá. No obstante, a pesar de su tamaño, aparentemente no podía enfrentarse contra otros dos hombres lobo, pues comenzó a recular hacia los límites del claro.

—Esto no se quedará así —dijo con su voz rasposa, antes de internarse entre los árboles y desaparecer.

Los dos seres que seguían en el claro voltearon a verme en ese momento.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó el del pelo color arena con una voz mucho más humana que la que poseía Sam.

Sin embargo, apenas y le presté atención. Acababa de mirar fijamente al hombre lobo de color rojizo a los ojos y sentí que mi corazón se estrujaba. Mientras contemplaba esos ojos oscuros supe que aquel era el mismo licántropo con el que algún día me topé en las afueras de Firenze. Y al igual que aquella primera vez no pude evitar caer desmayado.

Moon RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora