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Mi recuperación fue muy bien en el mes que siguió. Si todo continuaba así seguramente ya estaría caminando sin apoyo al llegar la luna llena. Sin embargo, aquello representaba un problema, puesto que no conseguiría salir del lugar antes de que los licántropos de Sam pudiera ir tras de mí.

—¡No creo que puedas cabalgar con una pierna entablillada! —exclamó Franco con el ceño fruncido y los brazos cruzados un día en que expuse la idea de que debería salir de la zona antes de que pasara algo más.

—Debo intentarlo. Mejor eso que quedarme al alcance de Sam —contesté yo.

—Siento contradecirte, pero creo que es mejor que te quedes donde Alfa, Melissa y yo podremos vigilarte —me respondió el hombretón—. Además, Alfa opina que debes salir asegurándote de estar dentro de los muros de Firenze nuevamente antes de que llegue la luna llena.

—¿Y eso de qué me serviría? —inquirí yo frunciendo el ceño. De repente me sentía confundido. ¿Por qué tendría que llegar tan lejos antes de que volviera la luna llena?

—Sam está muy enfadado por todo lo que ha pasado —contestó Franco en un tono que al parecer intentaba ser apaciguador—. Los visitantes han escaseado en la zona últimamente, quizás porque se han corrido los rumores sobre los ataques de hombres lobo. Por otro lado, el inverno se aproxima, lo cual de todas formas significa que no habrá visitantes en algunos meses por aquí. Alfa cree que dadas estas circunstancias a Sam podría ocurrírsele la idea de acecharte hasta que llegues a Firenze.

—Si esa es la idea de Sam, ¿qué le impediría seguirme y atacarme dentro de los muros de Firenze? —cuestioné yo mientras sentía el miedo bullir en mi interior. La idea de que un licántropo que quisiera convertirme persiguiéndome hasta mi ciudad no me llamaba la atención en lo más mínimo.

—Los licántropos no podemos entrar en una ciudad amurallada, a menos que sea nuestra ciudad de nacimiento —contestó Franco tranquilamente—. Nadie de la manada de Sam nació en Firenze, por lo que dentro de los muros de la ciudad deberás encontrarte totalmente a salvo.

En cuanto oí la respuesta de Franco me tranquilicé en lo relativo al miedo que había surgido dentro de mí. Sin embargo, un segundo después las palabras que acababa de oír me hicieron llegar a una conclusión que no me habría imaginado, llenando mi interior con sorpresa.

—Eso quiere decir que Alfa es fiorentino como yo, ¿no? —expresé en voz alta.

El gesto de sorpresa que se formó en el rostro de Franco y el hecho de que volteara a ver nerviosamente a Melissa me hicieron comprender que ellos no esperaban que yo llegara a esa conclusión. Claro, ellos solo querían informarme sobre los peligros que entrañaba Sam y cómo podía escapar de ellos, no que me pusiera a pensar en algún congénere de mi ciudad natal.

—Bueno, de otra forma no habrías podido encontrártelo hace años dentro de Firenze, ¿no te parece? —dijo Melissa con una sonrisa esplendorosa y un tono de voz asombrosamente tranquilo, aunque sus ojos traicionaron aquella fachada.

No pude evitar preguntarme si ahí habría algo más aparte de lo que ellos me estaban diciendo en voz alta, algo que no querían que supiera. Barajeé las posibilidades. ¿Sería acaso que Alfa era alguien a quien yo había conocido hacía tiempo? ¿Tal vez se trataba de alguna figura pública que no quería que un ciudadano de su ciudad natal supiera que se había convertido en un licántropo? ¡Eso explicaría por qué el hombre jamás se paraba en la cabaña con su apariencia humana!

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