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Después de un rato Melissa y Franco se excusaron diciendo que debían hacer otras cosas en casa, aunque algo me dijo que en realidad esperaban irse a dormir en el cuarto de visitantes (dónde me habían alojado originalmente dentro de la cabaña). Aunque quizás e igual sí se ponían a arreglar el desastre de las ventanas de la sala y la habitación de Alfa. En cualquier caso, yo me quedé acompañando al licántropo convaleciente, la mayor parte del tiempo solo mirándolo, aunque había momentos en que me quedaba dormitando recargando mi cabeza cerca de dónde nuestras manos permanecían entrelazadas.

Ya fuera dormido o despierto, mi pensamiento solo rondaba alrededor de una cuestión. Si era totalmente honesto, después de haber oído el crujido dentro de Alfa, había temido que aquella sería la última vez que lo vería. Y aquello había sido horrible. No obstante, si decidía irme de regreso a Firenze, aquella despedida sería algo que tendría que afrontar de cualquier manera.

¿Por qué me dolía tanto pensar en ello? No había convivido mucho con Alfa en el mes que había estado ahí. Apenas unos cuantos momentos que duraban unos minutos durante mi estancia en el lugar. No obstante, la idea de separarme de él me dolía. Dolía más que cualquier cosa que pudiera recordar de mi pasado. Sentía que sería todavía más horrible que cuando me había percatado de que Marco había desaparecido de Firenze. Quizás porque yo sabría muy bien dónde estaba Alfa, sabiendo que sin importar la distancia yo lo recordaría.

¿Era posible que él también sintiera algo así? Después de todo, había pedido que no lo alejaran de mí momentos atrás. Pero no, seguramente en su caso solo se trataba de asegurarse que me mantenía a salvo. Quería estar seguro de que su dolor tenía un sentido y no se había lastimado solo para nada.

¿Y si yo le pidiera que me acompañara a Firenze? Seguramente lo aceptaría. Si él quería protegerme sería el modo más seguro de lograrlo. Podría acompañarme hasta la mismísima puerta de mi vivienda sin problemas al ser natural de la ciudad. Pero, ¿después de ello? La despedida sería inevitable de cualquier manera.

¿O podría convencerlo de que se quedara en Firenze conmigo? Ya no existía la amenaza de Sam, yo me había encargado de borrarlo del mapa. No obstante, todavía quedaba el resto de la manada, quiénes quizás decidieran continuar con el plan.

¡Pero qué estaba pensando! Había una razón que era mucho más de peso que todo ello, y eran Melissa y Franco. Ellos eran su familia. Jamás dejaría a su familia solo porque un tonto humano le pidiera que se fuera a vivir con él.

Pero... ¿Y si yo era el que se mudaba con ellos? ¿Había posibilidad de que me aceptaran como uno más de la familia? Eso me permitiría quedarme cerca de él. El dolor disminuía con ese pensamiento, si bien comenzaron a aparecer otros relacionados con el problema que sería achacarles a Franco y a Alfa mi cuidado además del de Melissa. Pero quizás podríamos conseguir otra espada lunar, ¿no? En realidad no sabía cómo habían conseguido la que ya tenían.

Aunque aquello provocaba otros pensamientos. ¿Quería quedarme a su lado para llamarle hermano, tal como lo hacía Franco? ¿O estaba esperando que él me viera como Franco miraba a Melissa?

Todas aquellas ideas iban y venían por mi mente mientras yo solo me enfocaba en contemplar a Alfa y sentir su mano contra la mía. El tiempo se volvió algo borroso hasta el momento en que sentí que alguien me acariciaba el cabello.

Al principio solo me dediqué a disfrutar de aquello que me acontecía en el mundo de la duermevela, aunque no supe en qué momento me había quedado dormido. No obstante, pronto recuperé totalmente la consciencia cuando caí en la cuenta de que mi mano ya no sostenía nada sobre el colchón.

Abrí los ojos perezosamente para encontrarme con que Alfa me miraba fijamente mientras acariciaba mi cabeza. Comenzaba a entrar luz por la ventana, demostrándome que ya había comenzado a amanecer.

Moon RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora